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Carlos Larrañaga: El homenaje a un gran amor. . .

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Siguiendo con la mala racha de fallecimientos de populares y famosos, que parecen epidémicos, aunque se trate de algo lógico y natural cuando se han vivido tantos años, llega la noticia de la muerte de Carlos Larrañaga, el eterno galán de nuestro cine y teatro. Siguen cumpliéndose mis estadísticas de que los artistas famosos nunca viajan solos a esa desconocida eternidad o inquietante nada.

En pocos días nos han dejado y se han ido buscando nuevos escenarios y un público mucho más numeroso, tres figuras de nuestra escena: Autora Bautista, Carlos Larrañaga y Lina Canalejas.

Siempre suele ser un trío el que emprende el viaje a ese lugar del que ya no se regresa. Y en cuestión de escasos días unos de otros. Compruébenlo en la hemeroteca y verán como tengo razón. Veteranos de nuestra escena que formaron parte importante de mi vida profesional y personal en una época irrepetible. 

Son protagonistas de muchos episodios de mi vida que desaparecen y me dejan una vez más en esa soledad recelosa de que con ellos va acabando una generación, la mía. He recibido ya tres nuevos avisos, como hacen con los toreros que acaban su tiempo y han de finalizar la faena.

Carlos, hasta sus últimos instantes ha sido el seductor y enamorado por excelencia. Un papel que tan bien supo interpretar en sus numerosas películas, series televisivas y obras teatrales. Era una característica de su  personalidad que tantas veces reprodujo ante las cámaras del cine y el escenario de los teatros.

No es la típica lisonja post mortem, decir que fue una persona que caía muy bien a cuantos tuvimos oportunidad de conocerlo y tratarlo, no solo profesionalmente, sino como amigo, en aquellos años en los que ambos iniciábamos nuestras aventuras en el difícil empeño de hacer realidad nuestros sueños.

DON JUAN EN LA ESCENA Y ETERNO ENAMORADO

Era una persona admirable y siempre asequible con la prensa seria, aunque estuviera escaso de tiempo. Bien parecido, cordial y amistoso; un auténtico seductor para todo tipo de mujeres que se cruzaran en su vida y le agradaran. Poseía lo necesario para conquistarlas y su vida amorosa fue un camino más lleno de rosas que de espinas hasta el final de sus días.

Un “don Juan” en la escena y un eterno enamorado en la vida real. No era irresponsabilidad  sus cambios sentimentales, sino querencias y pasiones naturales y sinceras de un corazón insaciable siempre presto a dar cabida a esa nueva mujer que llegaba a su vida y él recibía convencido de que sería su última tentativa de encontrar al verdadero amor.

Cuando nos conocimos ninguno de los dos llegábamos a los treinta años, él era menor. Entonces iniciaba su carrera como galán cinematográfico, ya que sus apariciones en escena se iniciaron a los cuatro años y fueron numerosas desde entonces. Su gran amor y primera relación formal fue su primera esposa, Maria Luisa Merlo, una belleza de mujer y una excepcional actriz. 

MARÍA LUISA MERLO, SU ÚNICO AMOR

Yo pienso que a pesar de sus continuos escarceos amorosos, uniones sentimentales más o menos duraderas y hasta su último casamiento, que sólo duró cuatro años, Carlos continuaba enamorado de Maria Luisa, su único amor y la madre de tres de sus cinco hijos, los más conocidos y populares: Amparo, Pedro y Luis. El matrimonio se quebró, pero la amistad y el cariño entre ellos continuó constante y sincero.

 A mi entender, era la única mujer que supo entenderlo y estuvo siempre presente en su vida y pendiente en todo momento de sus problemas y buenos y malos momentos, a pesar de su distancia física, que no sentimental.

Casado o unido sentimentalmente con las otras mujeres que ocuparon parte de su paso por la vida, la  comunicación con Maria Luisa fue constante y cordial cada vez que cualquier circunstancia precisaba de sus opiniones y necesitaba su cercanía o echaba de menos esa extraña atracción que ambos se sentían. En el fondo era un romántico y buscaba el amor desesperadamente.

Ese que perdura y se mantiene intacto cuando se apaga la pasión y solo permanece el cariño y la compenetración. La fuerza del primer amor, cuando éste es auténtico, suele dejar secuelas difíciles de olvidar, aunque se halle la felicidad y el verdadero cariño en otra mujer.
 
LOS AMORES DE CARLOS
   
Maria Luisa ha sido la única capaz de llenar los huecos y mejores recuerdos de su vida. Lógicamente no puedo dar de fe de ello, pero conociendo a ambos y habiendo sido testigo del inicio de su relación, que nos  anunció en primicia a un grupo de periodistas amigos, así como un mensaje de afecto y simpatía en nombre de ella, no me quedaron dudas.

Nunca he podido comprender cómo dos personas tan enamoradas, queriéndose de verdad y con tres  hijos maravillosos, pudieran separarse tras diecisiete años de  matrimonio.

Y más aún al ver que separados ya, continuaron su afectivo contacto. Si no se hubiese interpuesto la tragedia, iba a regresar al teatro junto a su María Luisa, en una nueva obra. Que me perdonen sus otras compañeras sentimentales, incluida su última mujer, pero en este artículo quiero rendir un emotivo  homenaje al amigo y a la pareja, hoy definitivamente rota, que protagonizó una de las más bonita y entrañable historia de un amor tan sincero como incomprensible.

Dejando aparte su filmografía y detalles profesionales, suficientemente comentados, me quiero referir únicamente a los peculiares aspectos de este amigo y excepcional actor. Sus aventuras amorosas formaron parte esencial en su vida, incluso con mujeres de mayor edad, como en las ocasiones que estuvo con esa gran actriz, Maruja Asquerino, que aunque de ideas liberales, consideradas entonces de izquierda, se casó con Vicente Gil, el famoso médico de Franco, cuyo matrimonio duró hasta la muerte del médico y marido. Pero hablar de los amores de Carlos no es empresa posible en los limitados espacios de un artículo.

CHÓFER PARA SU “GUZZI”

Una anécdota que refleja su vida sin complejos, la protagonizó cuando compró una moto “Guzzi”, marca que entonces estaba muy de moda, contratando los servicios de un “chófer” para que la condujera, ya que carecía de permiso. El caso tuvo una enorme y jocosa repercusión en la prensa del cotilleo.

Traté en varias ocasiones, todas ellas muy cordiales, a su madre, Maria Fernanda Ladrón de Guevara. Una mujer sensacional, campechana y amena en su trato y con gran cariño hacia su hijo. Cuando comentábamos sus locuras, ella siempre le disculpaba y en el fondo hasta le complacía que fuera de esa manera e hicieran gracia a prensa y público sus divertidas y a veces insólitas aventuras.

Fueron tardes inolvidables con esta incomparable mujer a la que tuve en gran aprecio. Era un encanto como persona y excepcional como actriz. 

Acabo estas líneas deseando que ese amor tan buscado a lo largo de su vida, lo haya podido encontrar en esa eternidad que dicen nos espera y yo quiero creer que así será. Un abrazo Carlos, y me enorgullece haberte conocido y tratado como amigo y como actor.

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