En torno a la libertad

- Quiero irme de aquĂ.
- Vete, pues.
- No puedo.
- ¿No eres libre, acaso?
- Claro que soy libre.
- Entonces, vete.
- Es que decidĂ venir, y ahora tengo que quedarme hasta que todo acabe. No puedo dejar las cosas a medias.
- Luego renunciaste a tu libertad cuando decidiste venir.
- Pero decidĂ venir libremente. ¿Acaso no puede uno renunciar a su libertad? ¿No es esa precisamente una prueba de que tal libertad existe?
- Como mucho, serĂa una prueba de que tal libertad existĂa. Si eliges terminar algo, si esa elecciĂłn te ha condicionado hasta el punto de no poder volver atrás si asĂ lo deseas, has dejado de ser libre.
- ¿QuiĂ©n es libre, entonces? ¿QuiĂ©n puede renunciar a los compromisos adquiridos?
- Buena pregunta. Nadie, en efecto. Tal vez ahĂ radique el quid de la cuestiĂłn. O tal vez sĂ que sea posible renunciar, pero el precio a pagar es muy alto, para empezar la envidia o la incomprensiĂłn de quienes eligieron no renunciar.
- Pero los que eligieron no renunciar son libres, ¿no? Quiero decir, si se produce esa elecciĂłn...
- Llega un momento en la vida en el que intentar ser libre no es tan importante como creer serlo. Lo primero te lleva a la desesperaciĂłn, a la impotencia; lo segundo, sin embargo, te anima a sobrevivir.
- Pero, ¿merece la pena vivir asĂ?
- Esa es otra buena pregunta, cuya respuesta casi es mejor no encontrar.
Es bonito no solo leer cosas sobre los mismos de siempre. Bien por el cambio de página.
ResponderEliminarPara conocer si merece la pena hay que arriesgarse dar el primer paso. Luego se verá si merece la pena. Sin embargo, a priori, el plato parece muy rico y tentador.
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