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Desde la India - 2 [REPORTAJE]

Hajipur-Katmandú, viaje a la tierra del techo del mundo.
A la búsqueda del sentido de la vida o cómo intentarlo al menos.


El mes pasado escribí acerca de esta ciudad de la India, Hajipur y de cómo percibo este lugar. Me surgió recientemente la ocasión de hacer un viaje a Katmandú, Nepal, y he ahí que he decidido escribir sobre éste. La oportunidad de viajar no hay que desaprovecharla y menos cuando es a un lugar como éste.

Mi viaje a Katmandú comenzó con dificultades. Tenía que ir a Delhi para tomar el avión a Nepal. Para ir al aeropuerto de Patna hay que salir con antelación, mínimo una hora y media. Aunque Patna y Hajipur distan sólo 13 km., cuesta mucho cruzar el puente sobre el Ganges ya que está en constantes reparaciones. A veces, los dos carriles de un sentido se usan para ambas direcciones mientras se reparan los otros dos. Sin embargo, aquí se conduce diferente y esto hace que los atascos y los cuellos de botella formen parte de esta peculiar forma conducir.


Aquella tarde salí tres horas antes de mi vuelo. Esperaba encontrarme con un atasco y así fue. Aunque peor fue el retraso de mi vuelo a Delhi, 8 horas, y sin ninguna expectativa de si volaríamos esa misma tarde o a la mañana siguiente. Me hice a la idea de que podía perder mi vuelo a Nepal. Esto es normal en la India y hay que convivir con ello. No obstante, logré volar a la mañana siguiente a Katmandú.

En Delhi el calor era terrible y el aire muy seco. El calor, junto con la suciedad y el polvo en el aire, hacía que el horizonte fuera difícil verse. Todo era de color gris, incluso el cielo. Cuando el avión despegó e iba tomando altura, fácilmente se podía ver una gran nube de suciedad en el cielo de Delhi. Atravesada esa nube, me llamó la atención ver el azul del cielo.

KATMANDÚ

Volando sobre Nepal se podía ver su geografía montañosa por doquier, valles, cerros y todo verde. Caminos rodeaban las montañas que unían viviendas y pequeñas aldeas. Es la tierra del pico más alto del mundo así que no se puede esperar otra cosa. Pero para seguir con los infortunios, el equipaje no llegó con nuestro avión. Llegaba una hora más tarde en otro vuelo.

Katmandú no es una ciudad muy grande. No me dio la sensación de estar en la capital de Nepal. Me hospedé en una zona que se llama Thamel. Es una de las más turísticas, no ya por su riqueza en cuanto a monumentos históricos, sino por ser muy comercial. Centenares de tiendas llenaban los entresijos de las calles que, por su antigüedad, no mantenían ningún orden urbanístico, típico en las ciudades antiguas. Sin embargo esto le daba su encanto a esta parte de la ciudad.

La mayoría de las tiendas ofrecen artículos típicos de Nepal, como orfebrería, artículos de madera, telares, etc., en muchas de ellas se encuentran toda clase de artículos para montañismo y, cómo no, esa ropa típica, pantalones de tela fina de algodón, rayados de diferentes colores y blusas del mismo estilo, mantones fabricados de lana fina extraída del cuello de las ovejas de las montañas de Nepal. Muy suaves, confortables y abrigados. Y destacaba durante todo el paseo de tiendas, el olor agradable a diferentes clases de inciensos.

MONUMENTALIDAD

Desde Thamel se podía ir caminando a otra zona llamada Durbar Square. Caminando hasta allá, las calles eran puro bullicio de gente, coches, motos, bicicletas y rixos (bicicletas a las que se han modificado la parte trasera, instalándoles una especie de cabina para transportar dos pasajeros). Todos de arriba para abajo y sin control, mercados en la calle y templos, un auténtico maravilloso caos. Ya en Durbar Square sí que se puede decir que es la zona donde se encuentran monumentos muy antiguos. Es una gran plaza en la que las construcciones son de ladrillo rojo y tejado de teja ya vieja, que por su estado se podía deducir que tienen algunos centenares de años.

Edificios y templos están flanqueados por balcones de madera en los que cada pieza de madera está tallada con muy complicadas filigranas. Los templos de la plaza pueden ser budistas o hindúes. Además de ser monumentos históricos, tienen su función práctica, edificios oficiales y lugares de culto religioso. Sin embargo encontré en medio de todo este estilo artístico de esta zona de Asia, un edificio de la época colonial británica, de estilo neoclásico y pintado de blanco. Lo vi como un auténtico parche que rompía con la belleza arquitectónica de la zona. Igual que la iglesia barroca dentro de la Mezquita de Córdoba.

VIDAS CRUZADAS

Me encontré con mi amigo y compañero de trabajo, Juan, de Argentina. Llegó una semana antes y se quedaba otra más a hacer un curso sobre finanzas en cooperación internacional. En este tipo de viajes en lugares como éste, lejos de tu contexto, encuentras a personas de diferentes países y muy peculiares. Con Juan conocí una chica rumana. Se llama Raluka y llevaba en Katmandú bastantes semanas. Raluka es alta, flaca, con el pelo rubio, corto y rizado, muy guapa y veinte y pocos años. Venía de la India. Tuvo que salir de allí porque su visado expiró y ya no se lo renovaban de nuevo.

Para su edad había viajado y vivido en diferentes países de Latinoamérica y Asia principalmente. Había vivido y padecido muchísimas experiencias en su corta vida, todas muy interesantes y algunas muy duras. Juntos pasamos la tarde en Durbar Square, hablando de muchos temas y de nuestros viajes. Me impresionó mucho la razón que dio sobre el sentido de su vida en esos instantes. Se encontraba en un momento en el que no sabía qué dirección tomar o qué camino seguir. Ante esa duda, no pretendía forzarse a sí misma en encontrarlo y equivocarse. Seguiría caminando hacia delante, viajaría de un lugar a otro hasta encontrar la llave sobre el sentido de su vida.

APRENDIZAJE DE LA VIDA


Esto me recordó el texto que publicó en esta revista el mes pasado José Antonio Sanduvete, “Los árboles que no dejan ver el bosque”. La necesidad de la persona de salir a buscar algo y cuando se encuentra, se da cuenta que tal vez lo tenía delante de los ojos, o tal vez no. Sin embargo, como dice Sanduvete, no es más importante el hecho de encontrarlo sino tener esa inquietud, necesidad y valentía de salir a buscar algo aunque no se sepa hasta el final qué es lo que se va a encontrar.

Y todo ello es un aprendizaje personal en la vida. Creo que esto es muy importante en la vida de la persona, y quien lo experimenta, cuando llega el final de ese viaje y encuentra aquello que no sabía que buscaba, al final esa persona resurge rica, experimentada y madura de vida. A Raluka no la volví a ver más durante mi estancia en Katmandú. Tal vez continuara con su viaje a otro lugar o tal vez siguiera allí. Sea lo que fuere, le deseo que disfrute mientras continúa con su viaje de búsqueda.

Esa noche terminamos los tres cenando en un recóndito cuchitril donde la familia que lo llevaba hacía allí su vida cotidiana. Delante de nosotros, tanto el padre como la madre o como el hijo, en un ambiente muy familiar, preparaban nuestra cena. Una niña de unos tres años, morena de pelo lacio y con cara de pillo era la que condimentaba el ambiente con su alegría.

(CONTINUARÁ EN AGOSTO)
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RFG



4 comentarios:

  1. Muy buen reportaje de Katmandú. El del mes pasado también me gustó mucho. Espero que la segunda parte sea tan interesante como la primera.¿Quién es RFG?

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  2. pues si, bonito articulo de un chiclanero que anda, como otros muchos, por el mundo buscandose la vida.

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  3. Que felicidad reencontrarme con Ovejaras... y sus imágenes.... sigue disfrutando de tu búsqueda. LSP

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  4. El primo del Lider9 de julio de 2009, 16:54

    Tus viajes me impresionan. Sigue describiendo así y no tendré que ir a Nepal porque me parecerá que ya la conozco. A ver si el mes que viene comentas algo sobre la cultura, la vida que te rodea y algunas costumbres que puedan ser dificiles de entender desde la burbuja en la que vivo desde Chiclana. Y si puedes comenta algo sobre tu labor en la India. Abrazos.

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