Desnudos.

A treinta y cinco grados a la sombra. El sudor resbala por nuestra piel y nuestra retina, mientras el oleaje y la marea nos aĂslan contra las rocas. Arriba los mirones. Abajo los osados. El frĂo del otoño y la carestĂa del invierno han dejado paso al cielo despejado, al rumor del mar, a la soledad buscada a primera hora de la mañana. Al amor.
Como no quien no quiere la cosa mis dedos se deslizan lentamente hacia tus caderas. Mi sexo vibra. A cada segundo que pasa hace más calor, el ambiente se ha vuelto casi irrespirable pero mi aliento sigue oliendo a fresas, como esta mañana en el hotel. Como anoche en las escaleras tras pagar la habitaciĂłn. Como ayer por la tarde cuando te llamĂ© para vernos. Como poco antes de colgar el telĂ©fono despuĂ©s de que me dijeras que querĂas estar para siempre conmigo.
La arena, las rocas, el cielo y el mar se confunden a pocos kilĂłmetros de nuestras condenas. SĂłlo la sensaciĂłn de indefensiĂłn es superior a nuestra pasiĂłn. Desnudos. Fundidos en una Ăşnica piel, en un Ăşnico contorno de labios, en una Ăşnica lĂnea maestra sobre el horizonte esperamos la caĂda de la tarde. Es como si el reloj de nuestras vidas se hubiese detenido. Como si el infierno hubiese decidido darnos una Ăşltima oportunidad para encontrar el camino de salida. Como si esta playa, un trozo de arena y agua para muchos, se hubiera convertido en nuestro paraĂso particular.
Tus pies siguen frĂos. Anoche tambiĂ©n lo estaban. Voy a calentarlos de la Ăşnica forma que sĂ©. Las caricias serán suficientes para rentabilizar los kilĂłmetros realizados, las prisas acumuladas, los atardeceres en solitario o las miradas caprichosas frustradas por el azar.
Dame tu mano. LlĂ©vala hasta mi corazĂłn. O más abajo. Ambos mĂşsculos están fundidos ahora mismo en uno. Son una misma cosa, laten al unĂsono, hacen el mismo escorzo, se solidifican como el agua y la sal del mar.
AcarĂciame mientras la tarde va cayendo y el sudor se enfrĂa. MĂrate en el espejo de mis pupilas mientras el infinito y el más allá se reencuentran en este mismo punto donde los dejamos hace años. El hotel nos espera. Es hora de regresar. El calor sigue siendo asfixiante y ni tu sudor ni el mĂo nos pertenecen ya. Hemos vuelto a sentir la traiciĂłn en nuestra piel, el poder de la pasiĂłn, la pasiĂłn de lo prohibido, el lamento de la transgresiĂłn.
Desnudos. En una playa que descubrimos casi por causalidad y que hicimos nuestra desde el principio. TĂş de espaldas. Yo abrazándote para protegerte. Olvidando los rencores, las mentiras y hasta los mirones. DĂ©jalos que disfruten, me dices... Ya está. Has perdido. Has caĂdo. Con mis brazos rodeándote has vendido el Ăşltimo pasaporte que tenĂas para alcanzar la eternidad, has vuelto a caer rendida ante las mismĂsimas puertas del cielo. Merece la pena, me insistes. ¿Acaso hay algo mejor que verte asĂ de frágil e indefenso?, susurras en mi oido.
Anoche pensabas lo mismo. Entre jadeos prometiste no volver a prometer. Cuando estabas sobre mĂ devoraste todos tus recuerdos. No dejaste ni uno. Mirabas a uno y otro lado, movĂas compulsivamente tus caderas. El ritmo crecĂa. La pasiĂłn se desbordaba. El sudor se agotĂł.
Siempre te digo que tú respiras más fuerte que yo. Tú siempre te quejas de que no protesto si me incomodo, de que no grito si vibro.
Pero anoche yo no podĂa hacer otra cosa que no fuera mirarte. Dejar de contemplarte desnuda, sobre mĂ, volando, hubiera sido imperdonable... dejar que mis pupilas no te almacenaran en mi memoria hubiera sido un error.
Sigue. Ahora mismo. DĂłnde quiera que estĂ©s. No dejes de pensar en mĂ. No dejes de moverte, lentamente, en cĂrculos, como te movĂas anoche, como si la noche no hubiera acabado aĂşn, como si siempre fuera de noche. Haz de la pasiĂłn tu modo de vida, devuĂ©lveme las ansias de volar ahora que Cerbero ha perdido las llaves del infierno y el cielo se funde entre tĂş y yo.
Sigue. Donde quiera que estés. Aprieta mi mano fuerte mientras tu sexo gime aún más fuerte. Grita, susurra, vuelve a gritar y a susurrar, en el orden que quieras.
Hazme el amor a primera hora de la tarde, hazme el amor por la noche, hazme el amor al amanecer. En cualquier momento. Desde dondequiera que estés. Yo te siento.
El tiempo se ha detenido, el reloj se ha parado y tenemos todo el tiempo del mundo... Seguimos sudando. Seguimos a treinta y cinco grados. Tenemos calor. Arriba los mirones. Abajo los osados. Desnudos
Pon tu comentario