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Los hombres que sólo pensaban en el pádel.

Gustavo Torres [colaborador]

Chiclanennium I. - Capítulo III

Amanece.
Paco bosteza entumecido de frío. El dolor de las rodillas se hace insoportable. Ayer le trajeron de postre una naranja. El pollo y después una naranja. No consiguió conciliar el sueño hasta muy tarde. Las luces de la pista de pádel le arañaban los párpados. La gente juega cada vez más tarde, pensó. A veces piensa. Cuando el dolor le deja Paco piensa.



Amanece.
Varias mujeres recorren el empedrado camino de la ermita. Sopla el levante. Levante flojo. Una flecha.
Amanece.
El sargento Benítez habla con sus hombres sobre los pasos a seguir. El entramado parece como un laberinto de difícil salida. Hasta el momento sólo tienen un secuestro y la sospecha de que un grupo bien organizado está planificando sembrar el pánico durante las celebraciones del 2011. El sargento Benítez agrupa un puñado de folios que tenía esparcido sobre la mesa y después habla a sus hombres con su voz de barco.
- Tendremos que llamar a un experto que nos aclare todo este lío. Comenta Benítez mientras los cuatro guardias civiles encargados de la investigación mastican la resaca de una noche de vigilancia y hamburguesas del McDonald.
- Todo esto es un puto lío. La mujer de Paco no abre la boca, parece como si tuviese miedo, los del ayuntamiento se lavan las manos y el tonto polla del periodista que estuvo aquí el otro día sólo sabe meter más mierda. Y ahora esto, este puñado de folios con planos y horarios. Hay que joderse.
Amanece.
Un hombre recupera el aliento después de su carrera diaria bordeando el río. Huele mal. No el hombre sino el aliento a demonios que exhala la depuradora.
Amanece.
Como cada mañana se toma el café en su pequeño cuarto de baño. El café y un cigarro. Un día por delante. La claridad atraviesa con dificultad las cortinas color crema. Color crema de cacahuete. Cacahuetes sin la cáscara. Después del cigarro y el café despierta a su hija. Varios libros de psicología se acumulan sobre la mesa de la cocina. A veces el sonido de las voces que recorren el vecindario es como un río que se desliza taciturno escaleras arriba. Aún tiene un sueño agarrado bajo los párpados mientras peina a su pequeña. En el sueño que ella tuvo anoche todo es como una madeja. Una madeja donde el pasado y el presente parecen tener el mismo rostro. Después de dejar a su hija en el colegio regresa a la casa y enciende el ordenador. Otro café. Un día por delante. Las palabras titilan en la pantalla. Cuando sus ojos recorran las letras del correo electrónico que está a punto de leer ya nada será lo mismo, ya no habrá vuelta atrás.
Amanece.
Anoche hizo luna llena.
Luna nueva no, luna llena.
Amanece.
Ella aún no lo sabe pero es la protagonista de esta historia.
Continuará.

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