Sonría, por favor

"¡Sonríe!", gritaba el fotógrafo con entonación infantil mientras levantaba un estúpido pájaro de papel y aplicaba el flash.
"¡Sonríe, hijo, que vas a salir serio en la foto!", le recordaba su madre.
Pero el niño no sonreía.

El niño creció y comenzó a ser capaz de justificar su actitud. "¡Por qué voy a sonreír si no tengo razones para ello!", solía decir, y huyó buscando su sonrisa perdida. No echó de menos a la gente que le rodeaba, ni su mundo, ni sus costumbres. ¡Cómo iba a hacerlo, si ni siquiera se había sentido con ellos lo suficientemente a gusto como para sonreír al menos una vez!
Recorrió medio mundo y preguntó por el otro medio hasta que un viejo explorador le habló de una tribu, en el interior de la selva africana, célebre entre los antropólogos por la ausencia, precisamente, de la humana cualidad de la risa.
"Estos son los míos", pensó el chico. Tal vez con ellos encuentre la respuesta.
Navegó ríos, cruzó espesas masas vegetales, subió montañas y luchó con bestias feroces e insectos de picadura mortal hasta que encontró el valle donde habitaba la tribu, que le recibió con cortesía.
El chico nunca había sido tan feliz. Allí nadie sonreía y nadie se extrañaba de que él no lo hiciera. Por fin había encontrado su lugar en el mundo. ¿Quién necesitaba aquel mundo de sonrisas falsas, de medias sonrisas, de sonrisas irónicas e hipócritas, cuando había encontrado la verdadera sinceridad de la tragedia humana?
Tan a gusto se sintió el chico que sonrió, por primera vez en su vida.
Y los miembros de la tribu, asombrados ante tan esperpéntico gesto, le tomaron por un poseído y le expulsaron, condenándole a vagar por el mundo en soledad.
El chico nunca más volvió a sonreír.
fumanchu dice: hay que reirse?
ResponderEliminarque se venga para Caí
ResponderEliminarEstupendo micro relato. Muy bueno.
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