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Anticuentos de Navidad. 6

Te puede pasar a ti
José Antonio Sanduvete
[colaborador]

El boleto se le había quedado adherido al rostro, traído de no se sabe dónde por el gélido viento siberiano que campaba a sus anchas por la ciudad. Un boleto de lotería surgido de la nada y que había caído por casualidad en sus manos, en las manos de Andrés, justamente en aquellos momentos, justamente mientras caminaba apesadumbrado meditando cómo le diría a su mujer, al llegar a casa, que le acababan de despedir de su tercer trabajo en diez meses y que apenas quedaba dinero para comprar una caja de mazapanes. Aquellas Navidades iban a ser verdaderamente tristes para todos, especialmente para Andresito, su hijo.


Andresito acababa de cumplir los cuatro años de edad. No pedĂ­a, no era un niño exigente, ni caprichoso, asĂ­ habĂ­a sido educado por sus padres, pero sus ojos brillaban con especial fulgor al pasar ante los escaparates navideños repletos de luces, de juguetes y golosinas. AndrĂ©s le hubiera querido hacer un regalo realmente especial aquellas navidades, pero el despido…

El boleto había llegado como soplado expresamente por el duende de la suerte, un boleto que habría caído de algún monedero adinerado, que habría recorrido, movido por el viento, puestos ambulantes de castañas, que habría descansado en el parabrisas de un coche, que habría sorteado vertiginosamente una boca de alcantarilla que lo llamaba a su seno y que habría ido a parar, tras mil y una vicisitudes, a las manos necesitadas de Andrés.

25.359. Ese era el nĂşmero de la suerte. ¿CĂłmo podĂ­a ser de otra manera? Y el sorteo tendrĂ­a lugar en media hora…

AndrĂ©s se introdujo en la primera cafeterĂ­a que encontrĂł, se pidiĂł un cortado que pagĂł con las Ăşltimas monedas que tenĂ­a a mano y esperĂł pacientemente el resultado, que ofrecerĂ­an por televisiĂłn. Con el primer sorbo, comenzĂł a pensar en quĂ© podrĂ­a invertir la suma ganadora, realmente cuantiosa. Tal vez le comprarĂ­a a su mujer unos bonitos vestidos y a Andresito todo un cajĂłn de juguetes. Para la hipoteca de la casa tambiĂ©n serĂ­a un alivio, y para solventar de una vez aquella deuda con sus suegros… ¿Y si montara una empresa? ¿Y si donara una parte importante a obras de caridad?

Al otro lado de la ventana de la cafeterĂ­a se asomĂł un jovenzuelo. AllĂ­ fuera habĂ­a comenzado a nevar. El joven, vestido con harapos, parecĂ­a observar los pasteles que el dueño de la cafeterĂ­a exponĂ­a a los viandantes. ParecĂ­a hambriento. El dueño saliĂł y lo expulsĂł a escobazos, molesto por su inofensiva presencia. AndrĂ©s decidiĂł que si le tocaba el primer premio le darĂ­a a aquel chico un buen pellizco, lo suficiente para que no volviera a pasar penurias. ¿QuĂ© opinarĂ­a su mujer al respecto? Seguro que no le importarĂ­a, MarĂ­a era tan buena…

El primer premio estaba a punto de salir. Andrés miró su boleto, 25.359, y cerró los ojos con fuerza durante unos segundos. Al abrirlos, la pantalla mostraba el número ganador.

25.395. AndrĂ©s mirĂł su boleto. 25.359. VolviĂł a mirar la televisiĂłn. 25.395. “Enhorabuena a los premiados”, decĂ­a el locutor. ¿QuĂ© coño era aquello, una broma cruel del destino? Pues no tenĂ­a nada de gracia. AndrĂ©s mirĂł el dorso del boleto y leyĂł las bases tantas veces como fue necesario hasta comprobar que no le habĂ­a tocado ni un chavo. Se levantĂł con tal enfado que pateĂł la mesa de la cafeterĂ­a y rompiĂł la taza de cafĂ© que habĂ­a pedido, asĂ­ como un servilletero. El camarerĂł le echĂł a patadas, y una patada le hubiera dado Ă©l al niño gafe aquel que seguramente habĂ­a sido el culpable de que le hubieran jodido el premio. Afortunadamente para el niño, ya se habĂ­a largado. AndrĂ©s le pegĂł un puntapiĂ© al aire, resbalĂł en el suelo helado y se hizo daño al caer sobre el codo. Sangraba. Ahora tendrĂ­a que decĂ­rselo a su mujer, que le echarĂ­a la bronca por llegar tarde, por iluso, por estĂşpido y por fracasado, y el pesado de Andresito volverĂ­a a llorar por esos juguetes inĂştiles que siempre insinuaba querer. ¿Y el duende de la suerte, y el espĂ­ritu de la Navidad, y la fortuna de los necesitados?

- Mierda de Navidad – dijo. Y se dirigiĂł cabizbajo a su casa envuelto en remolinos de nieve.

1 comentario:

  1. fumanchu dice: valla una tonteria de historia porque resulta que el numero 25.395 esta estampado en una bolita agujereada de madera que en el proceso fisico del movimiento de rotacion provocado por la fuerza centrifuga de la canasta podia en cuestion de dizmillonecimas fuerzas gravitatorias introducirse el 21.491 o el 12.569 o el 0.032 el caso esque posiblemente el numero que el llevava era el que mas lejos estaba del sagrado agujero, podria estar al borde de la canasta era un caso perdido algo asi como el ultimo espermatosoide. asi que esa historia es demasiado real para ser cierta.

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