EL PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE (Un tipo serio)

César Bardés [colaborador]
Equilibrio. ArmonĂa. Un empleo seguro. Una familia unida. Perspectivas de ascenso. Paz espiritual. De repente, las patas de la silla de la estabilidad comienzan a temblar sin razĂłn aparente. Tu mujer te deja aunque no sabes muy bien por quĂ©. Tus hijos no es que no te quieran, es que nunca te han tenido en cuenta. En el trabajo se reciben unos extraños anĂłnimos que te acusan de Dios sabe quĂ©. Un alumno de tu facultad utiliza el soborno para un aprobado. Pero siempre has sido un tipo serio ¿no? ¿QuĂ© es lo que está fallando?
No hay fallo posible. Tan sĂłlo acierta el principio de incertidumbre que rodea tu vida. Una vida que nunca has tenido controlada aunque en apariencia parecĂa estar primorosamente cortada y verde en tu jardĂn. El vecino es un individuo más arisco que la lija del siete. Tu hermano vive en tu casa. Es un genio. Sabe más que tĂş sobre matemáticas pero es una piscina vacĂa, nunca ha llegado a tener ni gota de prosperidad. Puedes tener domada una parte de la bestia de tu existencia pero dependes mucho de las variables que influyen sobre ella. Todo comienza a ir mal. Y en lugar de encajarlo, te rebelas y sufres. Te preguntas el por quĂ© y el cĂłmo y el cuándo. Empiezas a tener la sensaciĂłn de que eres un ser perfectamente prescindible y que lo mismo que estás ahĂ, podrĂas estar en otra parte y nadie se darĂa cuenta. No es verde tu vida. Es gris. O, más bien, una comedia negra que te golpea miserablemente contra la pizarra que contiene tus vetustas fĂłrmulas conformistas para vencer. La religiĂłn no te consuela porque sĂłlo genera preguntas y no responde a una sola. Pensar es una derrota. SĂłlo tienes que aceptar con sencillez lo que te sucede porque, por muy mal que te puedan ir las cosas, tienes que saber que siempre pueden ir a peor.
Especialmente descriptivo es ese prĂłlogo casi fantasmagĂłrico que estos directores llamados Joel y Ethan Coen nos colocan para dejarnos bien nĂtida la moraleja de la historia que a continuaciĂłn van a contar. Y, como es usual en ellos, lo hacen describiendo la fauna y flora de los personajes que nos rodean, a cada cual más pintoresco y peligroso para el equilibrio interior de una persona que se considera normal aunque con una más que evidente tendencia hacia el fracaso. Su hijo fuma porros como si fueran chupachups, su hija le roba el dinero de la cartera para reunir lo suficiente como para operarse la nariz y, para colmo, tiene que pagar el entierro del amante de su mujer que no ha llegado a tener relaciones Ăntimas con ella. Y el infortunado protagonista sĂłlo aspira a algo tan simple como la estabilidad, un cierto orden, unas cuantas sinceridades. Aparece el principio de incertidumbre en todo lo que hace y, cuando cree que algo está asegurado, otra cosa se sale de sus goznes y hace astillas la puerta en la que se esconde la paupĂ©rrima felicidad que persigue.
AsĂ que los Coen hacen una pelĂcula difĂcil, nada amable, con una sonrisa en la comisura izquierda de sus labios y un colmillo asomando por la derecha. Quieren que el pĂşblico sienta lo que es ser un tipo serio, que cree que cumpliendo sus obligaciones, alcanzará todos sus derechos. Pero no, estos cineastas tan brillantes no son asĂ. Nos clavan por sorpresa un picahielos y nos dicen bien a las claras que a nadie le importa un pimiento lo que nos pase por mucho que nos quieran consolar, darnos un abrazo, hacer un favor o proporcionarnos el secreto de la paz interior. Joel y Ethan Coen no dudan en decirnos que estamos solos. Y que solos tendremos que salir del pozo, porque al otro lado sĂłlo hay un fulano que quiere vendernos una estĂşpida colecciĂłn musical de Ăşltima moda. Y Ă©sa es la Ăşnica certidumbre que se distingue en una vida descrita con ecuaciones en una pizarra que siempre se puede borrar. Y Ă©sa, damas y caballeros, tambiĂ©n es nuestra vida.
César Bardés
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