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El secreto (I)

José Antonio Sanduvete [colaborador]

- ¿De quĂ© hablabais?
- No, de nada.
- Pero os he visto. Os habéis callado en cuanto he entrado por la puerta.
- Bah, tonterĂ­as... Nos vamos a tomar un cafĂ©, ¿no?

Sucede a veces. Se trata de esa sensación, no tan infrecuente, de que la conversación se detiene justo cuando entras. Por lo general uno piensa que no pasa nada especial, que la conversación era insulsa y que tu llegada supone el comienzo de una nueva, probablemente más interesante. Pero a veces, sólo a veces, por la mente del recién llegado pasa la idea de que hablaban de él, o de temas que él concretamente no debe conocer.

Y esa sensaciĂłn es inquietante, desde luego.
Y sobre todo cuando son dos colegas los que callan, y sobre todo cuando se cruzan miradas entre cĂłmplices y culpables que aparentemente tĂş no has percibido, y sobre todo cuando vas camino de la cafeterĂ­a y la gente que se cruza con vosotros te mira, no a tus colegas, a ti, y susurra a tus espaldas, la madre con su hijo, esa pareja de ancianos, hasta el borracho tirado en el banco parece esconder su curiosidad.
Sientes que eres el centro de atenciĂłn, sientes que todos lo saben pero que no deben demostrarlo, sientes que todos te ocultan algo y tus colegas sĂłlo pueden balbucear excusas y evasivas...

- ¿QuĂ© dices? Pero quĂ© loco que estás, tĂ­o...
- Nadie te mira, esos son delirios de grandeza...
- Vaya, no te tenía por un tipo tan egocéntrico...

¿Y quĂ© sucede si entras en la cafeterĂ­a abarrotada, agitada por ruidos de cucharillas y conversaciones casi a gritos, y repentinamente todo se torna silencio, un silencio denso e incĂłmodo, un silencio que coincide con tu entrada y que se acompaña de una imagen de pesadilla que consiste en los rostros de todos vueltos hacia ti, serios y sombrĂ­os, como pillados en falta?
Un silencio que sĂłlo dura unos segundos. Luego todos vuelven a sus conversaciones.
Y sin embargo, te queda la sensaciĂłn de que el tema de esas conversaciones ha cambiado, de que ahora se habla de banalidades, de que el verdadero tema, el que te incumbe, se ha tapado a tu entrada como un tabĂş sagrado.


7 comentarios:

  1. nunca consiento que me vengan con un chisme o un bulo de nadie, me parece de los mas mezquino del ser humano, me da bastante asco. Paro en seco al chismoso, y le digo que por ahĂ­ no siga, no participo en esa cadena.Tan asqueroso es el que escucha el chisme, que el que lo cuenta...este tipo de historias las sufrimos a menudo las mujeres en la adolescencia y mi opinion es que la mayoria de las veces esta la envidia y el complejo de inferioridad

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  2. eso de chismorreos es de rastreros, lo mejor tirarse un peo muy gordo y cambiar de amigos, que hay mucha gente basura suelta y ademas "siempre habla quien mas tiene que callar"

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  3. todo esto que has contado, tambien suele ser un sintoma de la cocaina.

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  4. que va! hay gente cuando le va mal, le da por montar follones y lios a todo el que pueda, y prefieren hablar de los demas mejor que de si mismos

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  5. yo creo que eso es principio de castrofobia a mi nunca me pasa yo no voy a cafeterias.

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  6. Mas que sintoma de cocacina, puede ser sintoma de CARACOLES, que llevan mucha hierba. La culpa la tiene la ruta.

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  7. Buen escrito José Antonio.

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