Cuéntate algo

El chico estaba callado, escuchando. Miraba a unos y a otros, a todos los que se encontraban alrededor de aquella mesa, todos hablando sin parar, que si esto, que si lo otro. De vez en cuando asentía, sonreía confirmando su presencia y su atención, pero ni una palabra había aún brotado de sus labios cuando uno de los presentes se fijó en él y le dirigió directamente la palabra.
- Eh, y tú, ¿qué? Cuéntate algo, ¿no?
El chico se encogió de hombros. ¿Para qué?, parecía decir con su gesto, si yo me conformo con escuchar.
- Venga, hombre, no seas tan callado. Algo tendrás que decir.
En esta ocasión, el chico negó con la cabeza, visiblemente incómodo.
- Ni siquiera sabemos cómo es tu voz. ¿Es que no vas a decirnos nada? ¡Seguro que tienes algo que decir! Vamos, hombre, que no nos vamos a reír de ti...
Entonces sucedió algo inesperado. El chico se inclinó sobre la mesa, miró a unos y a otros y abrió la boca para decir algo, pero lo que salió de entre sus dientes fue una lengua enorme y viscosa, un músculo húmedo de varios metros de longitud que, es de suponer, había permanecido hasta entonces enrollado en la garganta de su poseedor como la de un camaleón. El chico trataba de explicarse, agitaba los brazos impotente y su aparato fonador, colmado por semejante monstruo, sólo podía emitir estertores y sonidos guturales.
Hubo quien chilló histéricamente y quien pretendió levantarse de su asiento y abandonar la reunión visiblemente ofendido, qué falta de educación y de compostura, qué mal gusto el de mostrar semejante atrocidad. Sin embargo, la lengua comenzó a agitarse con vida propia, volcó todas las copas, bañó en saliva la ensalada y las flores que se disponían en el centro de mesa y golpeó, de un solo golpe prolongado y certero, el rostro de todos los presente, un formidable guantazo lingüístico que acabó con todos por el suelo.
El chico, ligeramente avergonzado y aún sin decir "esta boca es mía", mostraba las palmas de sus manos en una expresión que hubo quien interpretó como un "qué queréis, yo no tengo la culpa, yo estaba muy bien calladito".
Entre los presentes, esta vez sí y durante un buen rato, se hizo, por fin, el silencio.

a mas de uno le vendria bien un lenguatazo lingüistico, y a mas de una miembra.
ResponderEliminarun buen guantazo bien dao por toa la cara con legua biperina.
ResponderEliminary ademas de esa forma no se puede decir que se este fomentando la violencia.
con la lengua nadie a dao una guena cachetá bie dá.