GUERRA DE PRECIOS EN LA INDUSTRIA TABAQUERA

Hace unos años estuvieron a punto de convencerme de lo bueno que era el tabaco. El culpable fue Nick Naylor... Bueno, en realidad la culpa fue del guiĂłn donde aparecĂa este personaje de una pelĂcula llamada Gracias por fumar. El tal Nick Naylor era un ejecutivo contratado por las tabaqueras para poner en marcha una campaña en pos de prestigiar el consumo del tabaco. Y la verdad es que te convencĂa... a pesar de las zonas de oscuridad que tambiĂ©n aparecĂan en la historia.
La publicidad siempre ha estado unida a la industria tabaquera. Hasta que a mediados de los 90, los gobiernos empezaron a recortar el ámbito de propaganda para este sector, las tabaqueras hacĂan su agosto ganando adeptos a la causa fumatoria. La escasa regulaciĂłn del mercado provocĂł varias guerras de precios entre las grandes tabaqueras, que ahora se reproduce en España debido a varios factores: bajada de las ventas (la Ley Antitabaco, en vigor desde el 2 de enero pasado tiene mucho que ver en ello), la subida de impuestos al tabaco, y la necesidad de ganar más cuota de mercado en un mundo donde la competencia es feroz.
El estallido de esta nueva guerra de precios en el sector del tabaco comenzĂł con la bajada del coste de los productos de Philip Morris, dueña de Marlboro y Chesterfield. Saltaron las alarmas en el Gobierno, que está estudiando ya una subida impositiva para frenar las rebajas. El Ministerio de Hacienda tenĂa previsto recaudar este año 780 millones con los impuestos especiales del tabaco, pero la caĂda de las ventas ha provocado que tan sĂłlo hasta abril se hayan recaudado ya 160 millones menos. El Ejecutivo parece dispuesto a tomar medidas, aunque no está claro todavĂa cuál podrĂa ser el recargo fiscal y cuáles son los impuestos que se modificarán.
El 80 por ciento del precio del tabaco va ya actualmente a las arcas de Hacienda, pero hay varias tasas que gravan la cajetilla. Además del IVA (18 por ciento), hay dos impuestos especiales: uno ad valorem, que equivale al 57 por ciento del precio final, y otro especĂfico, de 25 cĂ©ntimos por cajetilla. Hace cinco años, tras desencadenarse la anterior guerra de precios, se aprobĂł además un impuesto mĂnimo, que está fijado ahora en 117 euros por cada 1.000 cigarrillos, o lo que es lo mismo, 2,34 euros por cajetilla. Si una empresa decide vender su tabaco barato y la suma de los impuestos especiales no alcanza esa cifra, se le aplica entonces ese mĂnimo.
En teorĂa, y teniendo en cuenta que hay que pagar además un 8 por ciento de comisiĂłn a los estancos, resultarĂa imposible vender por debajo de 3,66 euros cada cajetilla. Pero en la práctica, sĂ se hace. De hecho, Fortuna, Chesterfield, Winston o Lucky Strike se están vendendiendo a 3,50 euros por cajetilla, mientras que otras de un segmento algo más bajo, L&M y Pall Mall, están ya a 3,30 euros.
Philip Morris ha abierto esta nueva batalla y está llevando su rentabilidad al lĂmite con tal de arañar más cuota de mercado y estrechar la diferencia de precios con la competencia, lo que ha obligado a los demás a responder, golpeando asĂ al Gobierno donde más duele, en la recaudaciĂłn. ¿Cuál es el siguiente paso que tiene que dar el Ejecutivo para impedir el desplome de precios? ¿Aumentarán los adeptos a la “comuna tabaquera”? ¿QuĂ© pasará con la Ley Antibabaco?
El próximo paso del ejécutivo será con los móviles, ya que se ha descubierto recientemente que puede provocar cáncer de cerebro...
ResponderEliminarmenos mal que no es cáncer de pulmón....
ResponderEliminar