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Familias y dinero, malos compañeros

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Hay quien opina que el dinero hace la felicidad y pasa su vida en una constante persecución por conseguirlo, con mayor tenacidad que la del televisivo y burlado coyote al escurridizo “correcaminos”. Una serie en la que como a la mayoría me era más simpático, a pesar de sus fallos y torpezas, el primero, que el segundo con su endiablada velocidad y desagradable pitido. Los que hacen del dinero su ídolo y su meta, viven como coyotes enloquecidos persiguiendo a su codiciada presa y acaban convertidos en esclavos de su insaciable voracidad de atesoramiento.

Pasan su efímera existencia privándose de goces y alicientes con la enfermiza y única obsesión de acumular riquezas y satisfacer su inagotable codicia que en la mayoría de los casos acaba en duros enfrentamientos familiares ocasionados por el reparto y disfrute de la fortuna acumulada.

La muerte que a cada cual pone en su sitio de cara a la sociedad y al juicio sobre su conducta, sin entrar en disquisiciones filosóficas y religiosas, muestra la perniciosa y dura realidad de ese empeño terco y necio de vivir miserable para morir en la opulencia que muchos han adoptado como norma de conducta.

Debido a la libertad de expresión que hoy gozan los medios de comunicación para difundir asuntos que ayer eran materias reservadas, nos enteramos de los numerosos casos de familias consideradas modélicas,que hasta ayer ocultaban bajo una engañosa portada sus conflictos, enfrentamientos y rencores.

MALDITO PARNÉ

Todo ello por causa del “mardito parné”, como dice la copla. Matrimonios que tras varios años de idílica unión y posados muy amorosos ante la prensa, se separan de la noche a la mañana e inician largos y costosos procesos sobre el reparto de sus bienes y la custodia de sus hijos, que en muchos casos, por no decir en todos, son las únicas y no reconocidas víctimas de la necedad e imprudencia de sus padres.

Tenemos el caso de Jesulín de Ubrique y los enredos familiares entre padres y hermanos, según la prensa; el del cantante Junior y dos de sus hijos a causa de la herencia de Rocío Dúrcal, al parecer felizmente resuelto; el de Tita Cervera y su hijo Borja por las mismas razones y sin posible solución por ahora; el de Arancha Sánchez Vicario y sus padres, descubierto tras la publicación del libro de sus memorias, que ha sorprendido y mucho a los que no estábamos al corriente de las intimidades de esta familia, etc., etc. La lista se haría interminable y el suma y sigue podría llenar más páginas que la Biblia.

A través de la historia y en todos los tiempos sabemos que las guerras, crímenes y las demás confrontaciones, han tenido como causa el reparto de herencias, sucesiones al trono y todo lo relacionado con el poder y el dinero. Es triste reconocerlo, pero hay que rendirse a la evidencia.

ATESORANDO FORTUNAS

Muchos pasan toda su vida atesorando una fortuna que dejar a sus hijos cuando desaparezcan de este mundo y no sólo han perdido su efímera existencia empeñados en una lucha absurda y terca por incrementar su patrimonio, sino que han dejado la mecha encendida para que a su muerte, aún antes de que su cuerpo note el frío de la vaciedad, estalle el polvorín de la avaricia y la discordia entre sus herederos.

Jamás me he enfrentado a mis hermanos por cuestiones de herencias. Ha sido siempre más importante para mí la unión fraternal, con la que realizábamos la máxima aspiración de mi madre, que cualquier objeto o cantidad que pudiera corresponderme y que sin mala intención no se tuviera en cuenta a la hora del reparto.

A veces pienso que he fracasado al no haber podido dejar en una situación desahogada a mis hijos. Sé que me llorarán y echarán de menos, pero también que no les daré motivos para enfrentamientos por cuestiones hereditarias. Y al considerar la realidad de lo que suele ocurrir, pienso,- aunque ellos puedan no ser de esta opinión-, que es preferible morir sin tener nada que repartir, que dejar herencias que puedan ocasionar enconos y trifulcas familiares.



Me daría por satisfecho que mi recuerdo y mi huella, fueran similares a los que nos dejó mi padre: auténtico cariño, probada honestidad y reconocida bonhomía. Lo único que de verdad merece la pena y nos ha mantenido unidos a todos los hermanos a pesar de las distancias y diferentes modos de vida.

4 comentarios:

  1. a la muerte de los padres se libran muchas batallas y saltan asuntos que no siempre tienen que ver con el dinero aunque lo parezca, en el fondo son otras la batallas y a veces los hijos no perdonan a sus padres.Hay una obra que me gusta muchísmo.La tempestad, de W.Te agradezco tu reflexión, gracias

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  2. Félix Arboli Martinez14 de marzo de 2012, 23:10

    El agradecido soy yo por tu lectura y comentario, mi querda paisana y amiga Aelita, pues creo que serás también chiclanera, aunque no se de donde te viene el nombre. Espero seguir publicando y que tu sigas leyéndome y comentando.,Un abrazo Félix Arboli

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  3. jajajaja!!el nombre me lo buscó el niño que tengo de 10 años, unos dibujitos de la tele, de una chica que desactiva las torres que xana activa.Es que yo no sabía que era importante esto de ponerse nombres y lo pidió puentechico, abrazos, hay que ver indultar a Saenz! jaja!

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  4. oye joaquin, un asunto que no me gusta nada, cómo se reparte la publicidad en este país, es que parece mentira que traguemos con esto a estas alturas, que tan responsablesson unos como los que pusieron la mano para vender la burra no? que hay que ver lo que hemos aguantado los gaditanos! y vamos a celebrar la C! es que hemos estado drogados?

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