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Cerebritos y neuronas atrofiadas

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Al ciudadano le tienen hecho un lĂ­o y no hay nadie capaz de aclararle el laberinto mental en el que le tienen. Las noticias que recibe en lugar de avivarle las ideas, le vuelve más tarumba aĂşn. Algunos, hartos de que lo utilicen como un enano mental un dĂ­a sĂ­ y el otro tambiĂ©n, deciden eludir o no hacer caso a los temas en cuestiĂłn. Vivimos en un permanente contraste en todo lo que nos define y relaciona. Como si nos empeñáramos en formar parte de dos grupos distintos: el de los “cerebritos” y el de las neuronas atrofiadas.

En España pecamos de exceso en diferenciar estas estimaciones. Solo nos percatamos a la hora de ser informados. Hay noticias que se dan con toda clase de precisiones y otras que se dicen pasando casi de puntilla por ellas. Me refiero a las que se relaciona con el mundo y mercadeo del dinero público, como si sólo pudiera interesar a los inversores y compradores de valores, bonos, deudas y obligaciones del Estado.

Las informaciones que nos llegan sobre emisiones de deuda pĂşblica con cargo a nuestras reservas y patrimonios y el pago de unos elevadĂ­simos intereses se realizan sin abundar en detalles, ni explicaciones, como deberĂ­a ser lĂłgico y natural al incidir en nuestra economĂ­a de una manera tan directa y brutal.

Los elevados y abusivos intereses que hemos de pagar por esos préstamos a corto, medio y largo plazo, nos supone vivir hipotecados y asfixiados más años de los que van a durar las actuales generaciones, aunque intenten hacernos ver como un éxito el hecho de colocar tan fácilmente esa deuda cuyos intereses, si conociéramos su excesiva cuantía, nos quitarían el sueño. Es, como el ciudadano que se dejar seducir ante las facilidades que ofrecen las financieras y no se detiene a pensar en los años que va a estar pagando intereses, sin ver saldada su deuda.

A mi modesto entender, cada vez que oigo que hemos vuelto a colocar deudas y conseguir préstamos en tan drásticas condiciones, en lugar de alegrarme, como nos quiere dar a entender el informador, me quedo desconcertado al ignorar dónde vamos a llegar y si vamos a poder conservar algo después de estar vendiendo e hipotecando hasta el agua que vamos a beber.

Y hablando de propiedades, ¿no supone cambio alguno en nuestras reservas y economĂ­a las toneladas en oro e incalculable tesoro procedentes del pecio de ese buque recuperado? Ya se habla de repartir en diferentes museos las piezas halladas.

LUZ Y TAQUĂŤGRAFOS

Me parece una idea errĂłnea, ya que lo aconsejable es guardarlas en nuestras cámaras acorazadas para que compensen las divisas vendidas por el anterior gobierno en condiciones humillantes y desfavorables. Es la Ăşnica manera de que participemos y disfrutemos de ellas todos los ciudadanos, sin “taifas” de por medio. .

Luz y taquígrafos, pedían en las antiguas Cortes y yo solicito verdad y transparencia. Hablan del Ibex 35, -ese grupo privilegiado de empresas-, de la emisión de deuda española, bonos y obligaciones del Estado y todo ese conglomerado de siglas, números y signos con la misma frialdad e intrascendencia que nos hablan del tiempo después.

Y este panorama nada tranquilizante, me lleva una vez más a entrar en consideraciones sobre nuestro absurdo proceder de abrir nuestras costas a la llegada de pateras con su carga de mujeres embarazadas y menores, para que aquí solucionemos sus problemas y nos hagamos cargo de todas sus necesidades.

Gentes que no contribuyen para nada a nuestra economĂ­a y desarrollo y nos suponen costes elevadĂ­simos a cargo de una seguridad social que hace agua por todas partes y resulta ya insuficiente para atender nuestros problemas. Es muy cĂłmodo venir a parir y que nosotros nos hagamos cargo de sus gastos y atenciones, mientras, nuestros ciudadanos, investigadores, profesionales y trabajadores capacitados tienen que emigrar a otros paĂ­ses porque aquĂ­ se sienten desprotegidos y en forzoso paro.

Y para colmo de insensatez sin el menor agradecimiento, ya que se manifiestan exigiendo una serie de derechos y beneficios que aquĂ­ nadie les ha ofrecido, ni tenemos obligaciĂłn de reconocerles.

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