Al salir del cine: TIRO AL PAVO (Los juegos del hambre)
César Bardés [colaborador].-
Grotesco futuro, funestas costumbres. Una guerra imposible que debe pagar su tributo en sangre joven para dejar en evidencia el mando y disfrazarlo todo de heroĂsmo prefabricado. La gente rĂe con muecas propias de los vacĂos de espĂritu y de pensamiento. La sociedad de la comunicaciĂłn domina bajo la bota dictatorial. Nada nuevo bajo el sol, salvo el carisma, la seguridad en sĂ mismo y la absoluta convicciĂłn de que el asesinato, tenga la forma que tenga, solo es una forma de defensa.
Es curioso que en una Ă©poca en la que los dirigentes de medio mundo ostentan un perfil muy bajo en cuanto a atractivo, imagen y formaciĂłn, la idea que se venda a la juventud sea la de belleza, carácter, valentĂa, decisiĂłn y habilidad. Es aĂşn más curioso comprobar que, dentro de la más salvaje de las cazas, no hay ni un solo elemento ingenioso y todo se basa en fuerza y destreza. La inteligencia no cuenta demasiado. Más que nada porque uno de los objetivos es destruir sin compasiĂłn a quien demuestre un coeficiente un poco más alto de lo normal.
Jennifer Lawrence fue aquella chica que estremeciĂł a todo el medio rural americano con la muy atĂpica Winter´s bones y aquĂ demuestra que dotes interpretativas no le faltan. Ella es lo mejor de la pelĂcula y deja el pabellĂłn joven muy alto al comprobar que en un solo gesto de Donald Sutherland, frĂo e imperturbable en su ejercicio de poder, hay más actuaciĂłn que en toda la carrera de ese chiste andante que es Wes Bentley y que todo el resto del reparto. Por otro lado, hubiera sido maestro que, con un argumento tremendamente fascinante, se hubiera visto algo más que el exagerado movimiento de cámara al hombro al que nos tiene acostumbrados el realizador de turno. Es más, aquĂ se mueve hasta para mostrar una mano abriendo una puerta. Sin duda, un recurso narrativo de altura para quien quiere desplegar una versiĂłn futurista de La presa desnuda, de Cornel Wilde, mezclada de forma muy descarada con algunos elementos del Espartaco, de Stanley Kubrick. El resultado es que, en las secuencias de acciĂłn no se ve nada. Y en las que no son de acciĂłn tampoco porque no solo mueve la cámara como si el operador estuviera afectado de Parkinson, sino que se empeña una y otra vez en encuadres monstruosamente cercanos que quitan grandeza a lo que merece ser apreciado.
Por otro lado, no cabe duda de que el argumento es del agrado del pĂşblico pĂşber por los grititos y risitas y tics espasmĂłdicos que cruzan a lo largo y ancho de la sala. Pero ahĂ radica, principalmente, el principal defecto de una historia que tenĂa todo lo necesario para asombrar. No se atreve a elevarse por encima de la edad y crear toda una imaginerĂa con los suficientes recursos como para seducir al pĂşblico adulto. AsĂ que la cosa se queda en quĂ© bien que puedo ser diferente a los demás, ser mejor porque tengo una habilidad que quiĂ©n sabe si me puede servir algĂşn dĂa para demostrar lo que valgo y una droga demasiado fácil de masticar para una individualidad muy necesaria entre los 12 y los 18 años de la vida de cualquier adolescente.
Mientras tanto, me pregunto por quĂ©, a pesar de utilizar un arco en mĂşltiples y variadas ocasiones, Jennifer Lawrence tiene siempre el mismo nĂşmero de flechas en el carcaj o si era absolutamente necesaria esa estridencia en los figurines para dar a entender lo grotesca que es la sociedad sedienta de crueldad, entregada cuales fashion-victim a la futilidad y al aborregamiento. Mientras, en los suburbios de ese paĂs sometido, la gente pide comida a cambio de ofrecerse una vez al año como presas de un juego que ya está teniendo visos de ser realidad en algunos lugares ignotos. Al fin y al cabo, con un puñado de jovencitos corriendo podremos ver un programa de 24 horas que consiste Ăşnicamente en un humillante e innecesario tiro al pavo.
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