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Cuando las palabras son lanzas que se te clavan

Félix Arbolí [colaboraciones].-

La noticia, como todas las que nos suponen dolor y pesadumbre, me ha cogido de sorpresa durante la sobremesa y en uno de los programas de los llamados “del corazón”. En este caso, bien llamado. Nos lo ofrece la Primera Cadena, con Anne Igartiburu, ignoro si se escribe así y tampoco me importa ese detalle en estos instantes, pero sí la triste y dolorosa noticia que nos daba: que ha muerto Pepe Rubio. Mi amigo, hermano e incondicional en todas las circunstancias de mi vida.

Tanto cuando estuve arriba, en la cúspide del periodismo y la entrevista, como cuando era un anónimo peatón por las calles madrileñas, tras mi fracasado intento en la hostelería. Pepe era de esas escasas personas que cuando le conocías y tratabas, sabías que habías encontrado a un verdadero amigo para siempre.

No exagero si lo cito entre las tres o cuatro personas más entrañables y queridas en ese mundo periodístico tan lleno de cinismo e hipocresía, donde tuve que alternar y trabajar en los veinte largos años de vida profesional, no sólo en el diario “Pueblo”, “El Alcázar”, “Gaceta Ilustrada”, “Radiocinema”, “Hola” y otras publicaciones, sino incluso en intervenciones radiofónicas y colaboraciones televisivas, aunque no me asomara a las pantallas.

Él siempre supo corresponder a cualquier noticia, comentario o simple cita que le hiciera referencia y nada más publicarse, cosa insólita, me llamaba a casa para agradecérmelo de corazón, como si esas líneas fueran las cosas más bonitas e importantes que le habían dedicado en su larga y fecunda carrera artística. Incluso, más de una vez, llegó a casa una gran cesta de flores y cajas de bombones para Maribel, mi mujer, a la que él conocía y apreciaba mucho. Era una de las pocas personas por las que merecía la pena luchar.

Sin alardear, puedo decir y lo hago con el corazón destrozado y los ojos húmedos, que he perdido a un hermano, porque decir amigo, a pesar de lo que esta palabra significa, queda corto en esta ocasión. Nunca he tenido el mínimo tropiezo con él, ni me he sentido desairado o minimizado a largo de nuestra ya cincuentenaria amistad, cuando él iniciaba su andadura con Tamayo en el “Teatro Español” y yo cumplía mis sueños e ilusiones viendo mi nombre publicado en el mejor diario de la tarde madrileña y de tirada nacional. No hace falta especificar que se trataba de “Pueblo”.

RECORD DE PERMANENCIA EN CARTEL

Gracias a Pepe, pude conocer y entrevistar a Tamayo, ocupando toda la contraportada del diario “Informaciones”, única vez que intervine en ese periódico. Con él estuve a lo largo de toda su carrera, pues jamás dejó de enviarme un palco o entradas, sin yo pedírselo, para asistir con la familia a sus películas, obras de teatro y hasta rodajes cinematográficos.

En éstos, gracias a su intervención, tuve la primicia y exclusiva de todas sus posibles contingencias y anécdotas, que algunas hasta ocuparon un espacio en la portada del citado diario.

Su carrera teatral y cinematográfica sería imposible reseñarla en los tan limitados espacios de un artículo. Hasta tenía el record de permanencia en cartel con una de las obras que más fama y prestigio le proporcionaron.

Se trataba de “Enseñar a un sinvergüenza”, que estrenó con Ana María Vidal, en plena juventud y tuvo que ir cambiando de pareja pues fueron muchos años los que la mantuvo en cartel sin interrupciones y exhibiéndola en todos los escenarios españoles.

La última vez que nos vimos fue con ocasión de la presentación de mi tercer libro, “Confidencias de un periodista”, en el cóctel que ofrecí en un local cercano al estadio del Real Madrid, llamado “La Tertulia”. Estaba, como es lógico, entre mis invitados especiales y además, por ser uno de los personajes mejor tratados en esas páginas con todo merecimiento.

ESPECTÁCULO EN EL CIELO

Nuestro encuentro fue un auténtico apoteosis de alegría y entusiasmo, después de varios años sin vernos y aunque no soy partidario de besar a hombres que no sean de mi familia, no pude evitar que en ese fuerte y entrañable abrazo que nos dimos, se le escaparan un par de besos en mis mejillas, que yo correspondí sin dudar, porque vuelvo a insistir era como un hermano para mí.

Tenía ochenta años aunque si en este cómputo se cuentan virtudes, buenas obras, sinceridades, amistad y una larga y provechosa vida de trabajo, él debería ser mayor que el famoso Matusalém del que nos habla la Biblia.



Descansa en paz, mi querido e inolvidable Pepe. Has muerto a tres días de tu santo y Dios te ha concedido el más bonito regalo que pueden hacer a un gran actor: contratarte por toda una eternidad para que le deleites con tu gracia, tu picaresca sana, tu bondad innata y esa fidelidad a la amistad de la que tú hiciste gala, para que le interpretes las mejores obras de tu extenso repertorio. Creo adivinar que muchos se alegrarán de haber muerto para no perderse el espectáculo. Un fuerte abrazo.

3 comentarios:

  1. Es un homenaje a Tamayo, director con el que Rubio comenzó su carrera teatral. Míralo un par de veces y lo entenderás.

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  2. yo lo entiendo pero.....
    la verdad.....
    intentare esforzarme
    pero....
    puede que tenga algún gran mensaje pero yo tengo poco arcance


    de todas formas siempre me llamo mucho la atención esa obra de enseñar a un sinvergüenza me apetece verla otra vez.
    intentare bajarla

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