A cuánto está la carne de unicornio [colaboración]
José Antonio Sanduvete [colaborador].-
Todavía existen algunas zonas, en los contornos de esa inmensa masa forestal que en el Estado federado alemán de Baden-Wurtemberg se conoce como Schwarzwald, la Selva Negra, en las que el unicornio ocupa un lugar en las listas de precios y productos de ciertos restaurantes y establecimientos carniceros.
De todos es sabido la inclinación por la carne de unicornio en esta zona desde épocas pretéritas. Ya Cornelio Tácito hace referencia a la costumbre en ciertas tribus germánicas, tales como los suevos, marcómanos y turingios, a devorar carne de este équido en ciertos momentos del año, así como antes y después de entrar en combate. Según la tradición, la carne de unicornio, devorada bajo ciertas condiciones, proporcionaba al guerrero una energía y valor extremos.
Carlomagno lo supo, por supuesto, de modo que eran famosas sus partidas de caza que, desde Aquisgrán, cruzaban medio Imperio para hacerse con ejemplares comestibles de entre los unicornios que pastaban a orillas del Neckar.
Ha de admitirse, no obstante, que comer hoy en día un buen solomillo de unicornio es misión casi imposible, pues tanto en carnicerías como en restaurantes los precios de la carne de unicornio, incluso en cantidades mínimas, son astronómicos, y el producto, de hecho, suele darse por agotado. A ello hay que unir que, según las crónicas, el último unicornio fue cazado y devorado a finales del siglo XV, dato que es comúnmente aceptado como verídico incluso en las más altas esferas académicas y científicas.
Con todo, y aunque inmerso en un halo de leyenda, el unicornio continúa siendo apreciado en un buen puñado de aldeas del suroeste alemán como un manjar entre privilegio de elitistas y secreto de hechiceros, pues solo unos u otros tienen acceso a sus beneficiosas cualidades. En cualquier caso, y como consejo, habría que recomendar a cualquier viajero que se encuentre ante la posibilidad de degustar la mencionada carne, que no dude, bajo ningún concepto, en hincarle el diente.
Todavía existen algunas zonas, en los contornos de esa inmensa masa forestal que en el Estado federado alemán de Baden-Wurtemberg se conoce como Schwarzwald, la Selva Negra, en las que el unicornio ocupa un lugar en las listas de precios y productos de ciertos restaurantes y establecimientos carniceros.
De todos es sabido la inclinación por la carne de unicornio en esta zona desde épocas pretéritas. Ya Cornelio Tácito hace referencia a la costumbre en ciertas tribus germánicas, tales como los suevos, marcómanos y turingios, a devorar carne de este équido en ciertos momentos del año, así como antes y después de entrar en combate. Según la tradición, la carne de unicornio, devorada bajo ciertas condiciones, proporcionaba al guerrero una energía y valor extremos.
Carlomagno lo supo, por supuesto, de modo que eran famosas sus partidas de caza que, desde Aquisgrán, cruzaban medio Imperio para hacerse con ejemplares comestibles de entre los unicornios que pastaban a orillas del Neckar.
Ha de admitirse, no obstante, que comer hoy en día un buen solomillo de unicornio es misión casi imposible, pues tanto en carnicerías como en restaurantes los precios de la carne de unicornio, incluso en cantidades mínimas, son astronómicos, y el producto, de hecho, suele darse por agotado. A ello hay que unir que, según las crónicas, el último unicornio fue cazado y devorado a finales del siglo XV, dato que es comúnmente aceptado como verídico incluso en las más altas esferas académicas y científicas.
Con todo, y aunque inmerso en un halo de leyenda, el unicornio continúa siendo apreciado en un buen puñado de aldeas del suroeste alemán como un manjar entre privilegio de elitistas y secreto de hechiceros, pues solo unos u otros tienen acceso a sus beneficiosas cualidades. En cualquier caso, y como consejo, habría que recomendar a cualquier viajero que se encuentre ante la posibilidad de degustar la mencionada carne, que no dude, bajo ningún concepto, en hincarle el diente.
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