El mes de las comuniones y ostentaciones

Estamos en época de Primeras Comuniones y las familias que tienen hijos próximos a convertirse en “sagrarios”, -como nos decían las monjas en nuestra infancia-, se afanan en buscar las pesetas necesarias para este evento. Las comuniones han desplazado a las bodas de los padres, porque piensan que estas uniones matrimoniales han quedado obsoletas y no son necesarias, ni ante Dios ni ante los hombres.
Hoy, lo insólito es que la pareja se case, sin haber pasado antes una experiencia más o menos larga de intimidad y convivencia. Se ven, se conocen e incluso no lo suficiente, y deciden irse a vivir juntos y hasta tener hijos, sin que ello suponga compromiso alguno para ambos. Que una cosa es hacer vida matrimonial y otra muy distinta contraer matrimonio civil o religioso. Los hijos, en muchos casos, vienen como una circunstancia derivada de esa unión más carnal que emotiva. Y en algunos casos, allá las que se den por aludidas, una pensión que facilite y asegure la vida de ella tras la ruptura.
La sociedad actual vive unos momentos de auténtica despreocupación y locura y no me refiero sólo a la clase privilegiada ya que de este virus están infectadas todas, aunque sea la elitista la más contaminada. La realidad es que debido a la manera de vivir de sus padres, los hijos se han convertido en una especie de “daños” o problemas colaterales que, más o menos consentidos y deseados, padecen y sufren sus veleidades y caprichos y en ocasiones, hasta conflictos judiciales a causa de que al no existir matrimonio, no existen bienes gananciales.
Y ha de ser un juez, ajeno a la pareja, el que decida durante qué tiempo debe permanecer ese “paquete” en cada casa. Resultan duras mis palabras, pero es más dura la realidad en muchas ocasiones. Como la Justicia es ciega, pierden los nada culpables y más indefensos: los niños, frutos de un tiempo más o menos largo de convivencia y arrebatos pasionales. No me explico cómo sujetos a esas trabas y arbitrariedades los chavales puedan sentirse felices o normales en ese ambiente y con esos cambios de escenarios tan distintos.
SOCIEDAD DESORIENTADA

Y en muchos casos, también, el pequeño ve un tanto sorprendido a sus separados padres con sus nuevas parejas, dando la falsa impresión de una cordialidad que no existe entre ambos. Hay madres que coleccionan hijos de distintos padres como yo de pequeño coleccionaba soldaditos de plomo.
Hay padres que son abuelos y aún no se han dicho el “si quiero” ante el cura o el concejal del ayuntamiento. Si se les pregunta, contestan con la mayor naturalidad que eso no es importante, ni necesario.
Basta con que se quieran hoy, que mañana veremos lo que pasa. Y no piensan en esos hijos nacidos del placer y de esa improvisada unión y en el trauma que su irresponsable actitud les pueda causar. ¿Cómo se puede acostumbrar un crío a compartir techo y jornadas diferentes con su padre y la nueva amiga o su madre y ese nuevo amigo, en ambientes diametralmente opuestos?
LUCIRSE ANTE LOS DEMÁS
Las Primeras Comuniones han sustituido a cualquier evento para reunir de nuevo a padres e hijos. Pero no por el acto litúrgico en sí, que es mero pretexto, sino por la fastuosidad de la celebración, el banquete ofrecido y el lujo de unos vestuarios adquiridos ex profeso para esa “feliz” circunstancia. Un sacramento de los más notables en la vida de un niño católico, -al menos yo así lo entendí cuando la hice-, sus padres lo han convertido en una vitrina donde se exhiben sin pudor las más absurdas vanidades.

Hay padres que prefieren que su hijo no haga la comunión si no celebran el acto con el lujo y la pomposidad que consideran ineludibles. Una madre me decía que su hija no iba a hacerla ya que suponía un gasto excesivo y no estaban para estos dispendios. Es decir, que lo de comulgar o no, era lo secundario. Lo que ella consideraba esencial era el vestuario, la comida y gastos adicionales. Me sorprendió su alegato. Su única obsesión era que el niño o la niña puedan destacar sobre sus compañeros de colegio y catequesis.
Las financieras trabajan a tope dando créditos a todos aquellos que tienen con qué responder y un niño en edad de “comulgar”. Luego vendrán los sobresaltos al comprobar que los tres mil euros recibidos y gastados se han convertido en cinco mil y que por mucho que se pague a final de mes, la cuenta parece crecer y no acabar nunca. Un apretón más a la cuerda que nos han colocado al cuello, aunque sea el que empieza a darnos la sensación de que ya nos falta el aire para respirar.
LOS REGALOS, LO ÚNICO IMPORTANTE
En mi tiempo nos preparaban a conciencia y era el acontecimiento más importante del día y del mes. La ropa para ese evento nos la hizo nuestra propia madre, a excepción de zapatos, cruz del pecho y demás detalles y pudimos ir de blanco, sin una simple mota de polvo.
No recuerdo ningún otro detalle. Estaba reciente la terminación de la guerra, un 19 de mayo y la economía no era muy boyante, esta vez con causa más que justificada. Sólo recuerdo el chocolate con churros del desayuno y recorrer todo Cádiz, la ciudad donde residíamos, para visitar a familiares y amigos, con unos zapatos que al ser recién estrenados, me apretaban y molestaban.

Hoy la mayoría de los niños que aún celebran este sacramento, sólo piensa en los regalos que va a recibir, el saberse único protagonista del día y en poder lucirse ante sus amigos y compañeros. Porque los padres no le han inculcado el verdadero motivo y significado de ese día, que para ellos sólo es un pretexto para alardear ante el prójimo, en muchas ocasiones, de lo que no se tiene.
Es una vergüenza observar como se fuerza a los niños en pleno siglo XXI y que sus padres sean partícipes necesarios (los abusos sicológicos pueden ser más traumáticos y duraderos que los abusos sexuales).
ResponderEliminarEs imprescindible para mantener la cantera de sectas-religiones hacer, durante la infancia, una sistemática labor de proselitismo. La única manera de inculcar absurdos dogmas, imposibles de implantar en adultos formados.
Respecto a la opinión de las familias del Sr Arbolí, completamente en desacuerdo.
La convivencia en pareja y los sentimientos no entienden de papeles y aún menos de bendiciones de supuestos dioses.
Ahora cuando una pareja se lleva mal se separa, antes estaban obligados a vivir juntos... hasta que la muerte les separe con violencia diaria y los niños que dios mande. Si por la Iglesia y algunos de sus defensores fuera volveríamos 50 años atrás.
No estoy yo tampoco de acuerdo con usted y es normal que haya desacuerdos entre las personas. No soy, ni he sido nunca un meapilas, ni tengo ningún interés partidista o beneficiado en las cuestiones de iglesias y creencias. Cada uno es dueño de creer lo que estime oportuno o no creer en nada. No por ello, soy yo quien para reprochar la actitud de nadie. Y creo que tampoco soy reo de condena por creer en Dios. Asi me lo enseñaron de pequeño y a pesar de las experiencias vividas y mi posterior formación cultural, no he cambiado de parecer. No veo tampoco que esté adoctrinado o engañado por nadie, pues se lo que quiero y lo que me interesa, sin necesidad de que me lo indiquen.
ResponderEliminarRespeto al matrimonil estoy de acuerdo que los sentimientos nada tiene nque ver con papeles, contraros y creencias religiosas. Por ello cada uno es libre de casarse en Las Vegas al estilo de Elvis Presley, por la igl4esia en San Telmo o ante el Concejal o alcalde en el o no hacerlo ante nadie, simplemente quererse y vivir en paz entre ellos, pero que tengan cuidado con los hijkos que puedan tener pues ello no tienen culpa ni se merecen que los lleven de una casa a otro como si fueran paquetes a convivir con los amigos de su padre o madre. Esa era mi postura y mi tesis.
Hay regímenes e ideas que adiestran a los niñlos desde la infancia a vivir separados de sus padres y les comen el coco con ideas y teorias políticas o religiosa de un sentido u otro, a unos imncluso les enseñan a matar y hasta traivcionar a sus propios padres. La Iglesia no ha llegado a ese caso aún y además, a nadie obligar el que quiere sigue sus consejos y normal y el que no, como me figuro será su caso, no se tiene que sentir identificado o familiarizado con ella. Lo cual no es óbice para que los pensemos de ella de otra forma, lo hagamos, sin meternos con los que no creen en nada. Allá ellos. No se tratan de come cocor a supuestos dioses, para usted puede que sí, y no se lo reprocho, pero tampoco me reproche a mi el que sienta mis creencias de otra manera y siga unas normas que a usted les parece obsoletas, pero que a mi, volutariamente y durante ochenta años, no me han supuesto esclavitud alguna. Si así hubiera sido, sería el primero en abandonarla. Nadie me obliga a rezar, ni a recitar el libro de rojo de Mao o las doctrinas de Marx. Los hijos, era y es mi idea, deben ser frutos del amor de sus padres, independientemente de que estén casados, sean creyentes o vivan juntos porque se les apetecen. Ellos no tiene culpa del proceder de sus padres, pero si tienen derecho a que su venida sea un acto deseado y de amor y no una metedura de patas o un negocio o motico para tener derecho a una pensión por parte del padre que tiene un desliz. Hasta aquí, mi punto de vista, aunque le repito, respeto al suyo y creo sinceramente que tiene todo el derecho, como los demás, a creer, opinar y vivir como bien le venga en ganas. Saludos cordial Arboli
yo tampoco recuerdo gran cosa de mi comunión salvo el traje que llevé de mis hermanas que era precioso, y el casquete que era la última moda y mi madre me trajo del corte inglés.Pero lo que sí recuerdo muy bien es que mi madre muchos días despues y con un montón de hijos, les dejó a todos,incluído mi padre, cosa insólita saltarse el almuerzo, preparó el traje los guantes y hasta los calcetines,me preparó el pelo a las 7 de la mañana y cruzamos media andalucía para que me vieran de su mano mis abuelos y sus hermanos y mis primos y me llevó para que el fotógrafo que ella quería me hiciera las fotos.Lo que mejor recuerdo es que mi madre aquel día me agarró de su mano tan temprano, con tantos hijos, la pobre, cuanto cansancio y volvimos a casa ya de noche.Recuerdo a mi abuelo cuando abrió la puerta y el trabajo y la ilusión de mi madre cuando me llevaba agarrada de la manita, orgullos porque me veía bonita
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