No entry [Memento Mori]
José Antonio Sanduvete [colaborador].-
-
No puedes pasar -le dijo el guardián.
Era, desde luego, un personaje extraño. No era una esfinge, tampoco un dragĂłn, ni un monstruo con mil ojos que nunca duermen, ni un portero de discoteca, ni un policĂa local. TenĂa un poco de cada uno de ellos, eso sĂ, una especie de esencia en la que se amalgamaban todas las posibles opciones que, de una manera o de otra, le vedaban la entrada.
- ¿Y si resuelvo un acertijo?
- No.
- ¿Y si te enseño mi carnet?
- No.
- ¿Y si me visto de etiqueta?
- No.
- ¿Y si digo las palabras mágicas?
- No.
- ¿Y si acabo contigo?
- Inténtalo.
El guardián le miró fijamente, y él palideció solo ante la idea de enfrentársele.
Lo mejor de todo era que ni siquiera sabĂa lo que habĂa al otro lado. DebĂa de estar muy bien, cuando ponĂan en la puerta a un guardián tan escricto. Él solo sabĂa que habĂa seguido su camino, y que este le habĂa llevado directamente ante aquella entrada. Si no podĂa pasar, las otras opciones eran volver sobre sus pasos o pudrirse allĂ, quieto, ante el guardián.
- ¿PodrĂ© pasar alguna vez?
- No.
- ¿Y si espero?
- No.
- ¿Entonces?
- Que no puedes pasar.
VolviĂł a pensar que al otro lado habĂa algo realmente bueno. El Destino le habĂa llevado hasta allĂ, asĂ que era su Destino cruzar aquella entrada. A no ser que el Destino le tuviera reservado un fracaso mayĂşsculo, un obstáculo insalvable, una entrada inaccesible y un guardián inclemente, que tambiĂ©n podia ser...
Llegó entonces un tipo flacucho con cara de pocos amigos, se plantó ante el guardián, le miró de reojo y cruzó al otro lado. El guardián ni se inmutó. Luego llegaron una chica risueña, un perro lazarillo, un bufón de la corte, un tipo con pinta de ejecutivo, un calvo con gafas, un joven en bañador, un cura, un ciego buscando a su perro, un arbusto rodante y un melenudo que por lo menos pesaba doscientos kilos.
Todos pasaron con el beneplácito del guardián.
Él lo intentó de nuevo.
- ¿Puedo pasar?
- No.
- ¿Por quĂ©?
- Porque no.
Al otro lado debĂa de haber, definitivamente, algo realmente bueno...
Era, desde luego, un personaje extraño. No era una esfinge, tampoco un dragĂłn, ni un monstruo con mil ojos que nunca duermen, ni un portero de discoteca, ni un policĂa local. TenĂa un poco de cada uno de ellos, eso sĂ, una especie de esencia en la que se amalgamaban todas las posibles opciones que, de una manera o de otra, le vedaban la entrada.
- ¿Y si resuelvo un acertijo?
- No.
- ¿Y si te enseño mi carnet?
- No.
- ¿Y si me visto de etiqueta?
- No.
- ¿Y si digo las palabras mágicas?
- No.
- ¿Y si acabo contigo?
- Inténtalo.
El guardián le miró fijamente, y él palideció solo ante la idea de enfrentársele.
Lo mejor de todo era que ni siquiera sabĂa lo que habĂa al otro lado. DebĂa de estar muy bien, cuando ponĂan en la puerta a un guardián tan escricto. Él solo sabĂa que habĂa seguido su camino, y que este le habĂa llevado directamente ante aquella entrada. Si no podĂa pasar, las otras opciones eran volver sobre sus pasos o pudrirse allĂ, quieto, ante el guardián.
- ¿PodrĂ© pasar alguna vez?
- No.
- ¿Y si espero?
- No.
- ¿Entonces?
- Que no puedes pasar.
VolviĂł a pensar que al otro lado habĂa algo realmente bueno. El Destino le habĂa llevado hasta allĂ, asĂ que era su Destino cruzar aquella entrada. A no ser que el Destino le tuviera reservado un fracaso mayĂşsculo, un obstáculo insalvable, una entrada inaccesible y un guardián inclemente, que tambiĂ©n podia ser...
Llegó entonces un tipo flacucho con cara de pocos amigos, se plantó ante el guardián, le miró de reojo y cruzó al otro lado. El guardián ni se inmutó. Luego llegaron una chica risueña, un perro lazarillo, un bufón de la corte, un tipo con pinta de ejecutivo, un calvo con gafas, un joven en bañador, un cura, un ciego buscando a su perro, un arbusto rodante y un melenudo que por lo menos pesaba doscientos kilos.
Todos pasaron con el beneplácito del guardián.
Él lo intentó de nuevo.
- ¿Puedo pasar?
- No.
- ¿Por quĂ©?
- Porque no.
Al otro lado debĂa de haber, definitivamente, algo realmente bueno...
Pon tu comentario