Entre tinieblas [Memento Mori]
-
Una vez te quise, ¿no es cierto? Creo recordarlo...
- Una vez me quisiste, es cierto. Yo también te quise alguna vez. Y otras veces nos odiamos. Tantas veces. En ocasiones no hubiera dudado en matarte.
- En una ocasiĂłn lo intentaste, ¿no lo recuerdas? Casi lo conseguiste...
- ¿Y ahora? ¿Me quieres o me odias?
- No lo sĂ©. ¿Y tĂş?
- Tampoco.
Se miraban con extraña indiferencia. Sin presente, sin futuro, sin entorno. Solo tinieblas. El pasado estaba ahĂ todavĂa, en algĂşn lugar, pero habĂa perdido toda capacidad de influir. Era un mirar como de no mirar, un estar como en un cuadro, el recuerdo de haber sentido algo hace mucho, mucho tiempo.
- El problema debe de ser del autor.
- ¿Del autor?
- SĂ, del creador.
Inconvenientes de saberse personajes de una historia, de percibir que alguien maneja los hilos del destino, que uno es una marioneta en manos ajenas.
- Creo que el autor ha dejado a medias nuestra historia.
- Pero, ¿entonces?
- Parece que esto es lo que les queda a los personajes cuyas historias no terminan. Tinieblas y recuerdos. Recuerdos y tinieblas.
- ¿Y por quĂ©? ¿No merecemos un final?
Ella le miró a él, incapaz su rostro de expresar sentimiento alguno. Nada sucede si el autor ha dejado de contar.
- Tal vez es feliz.
- ¿Feliz? ¿QuiĂ©n?
- El autor, ¿no recuerdas? Siempre lo decĂa, siempre lo narraba. Nuestras historias eran un trasunto de las suyas.
- SĂ, párrafos enteros hablando de lo mismo...
- "Cuando uno es feliz no escribe, hay mil cosas que hacer cuando uno es feliz, mil cosas para disfrutar de la felicidad. Escribir es un desahogo, una penitencia, escribir es para almas atormentadas. Por eso los grandes finales son siempre finales trágicos", ¿recuerdas ahora?
Ahora le tocaba a él decir algo, sentir algo. Nada.
- Pero y nosotros, ¿quĂ©? ¿Por quĂ© nos crea y nos deja a medias? ¿De verdad que no merecemos un final? Yo una vez te quise...
- SĂ, y tantas veces me odiaste... Tal vez nos creĂł solo para esto, para abandonarnos cuando fuera feliz... somos personajes, no lo olvides, nadie tiene la obligaciĂłn moral de conservarnos con vida, mucho menos aquel que nos creĂł. ¿PreferirĂas ser el protagonista del final trágico escrito por un autor atormentado?
- Para quĂ© hemos existido, entonces... creaciones inĂştiles, abandonadas en el vacĂo, sin tiempo, sin porvenir...
- Hemos colaborado a la felicidad de nuestro creador, le hemos ayudado a reflexionar, a desarrollarse, hemos hecho soportables sus padecimientos... eso le da sentido a nuestra existencia, ¿no?
- Tal vez no sea feliz, tal vez haya muerto.
- Pero, ¿acaso no es lo mismo?
Ella pudo haber suspirado, pudo haber llorado, pudo haberle abrazado. Pero no lo hizo. Él pudo haber gritado, haber luchado, haberla besado. Pero no lo hizo. Permanecieron entre tinieblas, protagonistas de una historia inacabada...
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- Una vez me quisiste, es cierto. Yo también te quise alguna vez. Y otras veces nos odiamos. Tantas veces. En ocasiones no hubiera dudado en matarte.
- En una ocasiĂłn lo intentaste, ¿no lo recuerdas? Casi lo conseguiste...
- ¿Y ahora? ¿Me quieres o me odias?
- No lo sĂ©. ¿Y tĂş?
- Tampoco.
Se miraban con extraña indiferencia. Sin presente, sin futuro, sin entorno. Solo tinieblas. El pasado estaba ahĂ todavĂa, en algĂşn lugar, pero habĂa perdido toda capacidad de influir. Era un mirar como de no mirar, un estar como en un cuadro, el recuerdo de haber sentido algo hace mucho, mucho tiempo.
- El problema debe de ser del autor.
- ¿Del autor?
- SĂ, del creador.
Inconvenientes de saberse personajes de una historia, de percibir que alguien maneja los hilos del destino, que uno es una marioneta en manos ajenas.
- Creo que el autor ha dejado a medias nuestra historia.
- Pero, ¿entonces?
- Parece que esto es lo que les queda a los personajes cuyas historias no terminan. Tinieblas y recuerdos. Recuerdos y tinieblas.
- ¿Y por quĂ©? ¿No merecemos un final?
Ella le miró a él, incapaz su rostro de expresar sentimiento alguno. Nada sucede si el autor ha dejado de contar.
- Tal vez es feliz.
- ¿Feliz? ¿QuiĂ©n?
- El autor, ¿no recuerdas? Siempre lo decĂa, siempre lo narraba. Nuestras historias eran un trasunto de las suyas.
- SĂ, párrafos enteros hablando de lo mismo...
- "Cuando uno es feliz no escribe, hay mil cosas que hacer cuando uno es feliz, mil cosas para disfrutar de la felicidad. Escribir es un desahogo, una penitencia, escribir es para almas atormentadas. Por eso los grandes finales son siempre finales trágicos", ¿recuerdas ahora?
Ahora le tocaba a él decir algo, sentir algo. Nada.
- Pero y nosotros, ¿quĂ©? ¿Por quĂ© nos crea y nos deja a medias? ¿De verdad que no merecemos un final? Yo una vez te quise...
- SĂ, y tantas veces me odiaste... Tal vez nos creĂł solo para esto, para abandonarnos cuando fuera feliz... somos personajes, no lo olvides, nadie tiene la obligaciĂłn moral de conservarnos con vida, mucho menos aquel que nos creĂł. ¿PreferirĂas ser el protagonista del final trágico escrito por un autor atormentado?
- Para quĂ© hemos existido, entonces... creaciones inĂştiles, abandonadas en el vacĂo, sin tiempo, sin porvenir...
- Hemos colaborado a la felicidad de nuestro creador, le hemos ayudado a reflexionar, a desarrollarse, hemos hecho soportables sus padecimientos... eso le da sentido a nuestra existencia, ¿no?
- Tal vez no sea feliz, tal vez haya muerto.
- Pero, ¿acaso no es lo mismo?
Ella pudo haber suspirado, pudo haber llorado, pudo haberle abrazado. Pero no lo hizo. Él pudo haber gritado, haber luchado, haberla besado. Pero no lo hizo. Permanecieron entre tinieblas, protagonistas de una historia inacabada...
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