Agustín Pane, el hombre de las bicicletas

El número dos [colaboraciones].-

Llega el verano. Resulta inevitable recordar aquellas tardes del Tour de Francia, de la Vuelta Ciclista a España. Aquellas tardes en las que de niño, con un cariño supremo, Agustín ponía a  punto nuestras bicicletas antes de salir a pedalear por las calles de Chiclana. Agustín Pane era una gran persona.

Recuerdos imborrables rodeado de la chiquillería. Aquel enamorado del ciclismo, con su inseparable gorra y su franca sonrisa, nos motivaba con sus  palabras sencillas a practicar tan noble deporte.
Tanta era su afición que no había carrera en los pueblos vecinos a la que faltara. Incluso en sus tiempos de mozo, su juventud le llevó pedaleando al mismísimo Madrid.

Quiso  Dios que no fuera el primer banderillero en bicicleta porque no salió. Arrestos no le faltaron cuando intentó tan original idea.

Agustín era un hombre único, un maravilloso ser humano que malvendía sus bicicletas hechas a mano por aquel paseo marítimo. !Para el gas-oil!, comentaba pícaro, saboreando por dentro aquel vinillo que le alegraba el cuerpo y el espíritu.

Resulta curioso y gratificante pensar que aquel hombre sencillo se haya convertido en un ser inmortal a través de sus pequeñas obras. Sus humildes manualidades viajaron a medio mundo desde su playa de la Barrosa.

Para propios y extraños él siempre será Agustín Pane, el hombre de las bicicletas.