Juan Carlos, una corona con problemas

Hay quien dice que la felicidad nunca viene sola, pero se equivoca, la que nunca llega sola es la desgracia. Tampoco veo claro que despuĂ©s de la tormenta tenga que venir la calma, pues generalmente cuando pasa la primera, arrasa todo y lo que llaman calma, es total desolaciĂłn. Cuando a uno se le vuelve el “santo de espalda”, como decĂa mi madre, más vale que se encierre en un cuarto y no deje pasar ni al aire, ya que seguro viene contaminado.
Hace ya tiempo que tenemos a todo el santoral de cara a la pared. Hasta la muerte de los famosos no se produce aislada, ya que pocos hacen su Ăşltimo viaje en solitario, siempre le acompañan otros en poco tiempo, como hemos visto con Uribarri, BelĂ©n Ordoñez y Sancho Gracia. En estos Ăşltimos dĂas.
Además, todos fueron excepcionales y maravillosos, aunque la realidad en algunos casos demuestre lo contrario, pero son los elogios que cuentan aquellos grandes amigos del difunto que aparecen en los duelos y ofrecen detalles y anécdotas para corroborarlo. Saben que no se va a levantar de su lecho mortuorio, como un Lázaro evangélico, para dejarlos en evidencia.
Pienso que no existe la felicidad. Siempre hay un “pero” que la desmiente. Al menos, en el mundo conocido. En el Más Allá todo está por ver y yo sigo con mis dudas y con mis miedos. No crean que me siento “depre” o que estoy escribiendo un viernes tras oĂr la reseña del Consejo de Ministros por boca de la “niña de la Moncloa”. Estoy convencido que en esta vida solo son felices o lo aparentan, los cortos de “entendederas”, que viven inmersos en la burbuja de la inocencia y solo salen de ella para dedicarse a la polĂtica.
Me da la ligera impresiĂłn de que el Rey y sus continuas caĂdas y sinsabores, nada tiene que ver con aquellos reyes de nuestros cuentos infantiles, en los que se casaban con la bella princesa, tenĂan hijos maravillosos y vivĂan felices y comĂan perdices. AquĂ lo de las perdices puede que sĂ, pero para cualquier otro animal van a tener problemas; hasta no vamos a poder comer el exquisito rabo de toros por esa manĂa que algunos tienen de cargarse todo lo que tenga aires españoles o se halle a tiro de escopeta, siempre que no sean humanos.
ANIMALES Y HUMANOS

¿Vieron la foto del niño africano moribundo y en los huesos y a corta distancia el buitre esperando su turno? Creo que el fotĂłgrafo obtuvo un premio, pero a mĂ no se me va de la cabeza, ni saboreo a gusto la comida y ninguna ONG u organizaciĂłn protestĂł ante ese infanticidio tan horrible. Debe valer más la vida de un toro lidiado en la plaza que la de un niño muerto por inaniciĂłn.
DĂas pasados, España y creo que el resto del mundo, pudieron contemplar sorprendidos el tremendo batacazo de don Juan Carlos con ocasiĂłn de asistir a una reuniĂłn militar. Ya a su llegada y salida del coche oficial, vimos sus dificultades y las ayudas que precisĂł para esa simple maniobra y los posteriores pasos en direcciĂłn a los mandos que le esperaban.
Advertimos a una persona envejecida, aunque erguida, con claros sĂntomas de soportar agudos dolores, que Ă©l trataba de disimular sin conseguirlo. En su rostro se marcaban las bolsas bajo los ojos y unas arrugas que no corresponden a su edad real. Al querer dedicar un gesto amistoso a la prensa allĂ destacada, ocasionĂł que no advirtiera un escalĂłn y cuando lo hizo era ya demasiado tarde. CayĂł a todo lo largo.
Los que acudieron a ayudarle no tuvieron que intervenir, ya que se incorporó y prosiguió su andadura, como si nada hubiera ocurrido, aunque las cámaras presentes daban fe de todo lo contrario. Magulladuras bien visibles en la nariz y en la barbilla, los dos rasgos anatómicos más sobresalientes de los Borbones. El percance no le impidió presidir el acto y hasta bromear en algunos momentos con los sentados a sus flancos, usando términos castrenses.
CIGARRILLOS Y CHASCARRILLOS
Ignoro lo que ocurriĂł cuando ese duro golpe se enfriĂł, pero tuvo las agallas necesarias no sĂłlo para llegar al final del acto militar, sino recibir momentos más tarde al primer ministro italiano Monti, en la Zarzuela. Cuando le vi en esa recepciĂłn militar, andando con dificultad, advirtiendo su esfuerzo y soportando el dolor en un gesto imposible de disimular, me vino el recuerdo de aquĂ©l lejano dĂa, siendo PrĂncipe, durante una tienta en la finca de Julio PĂ©rez Tabernero.

Le mandĂ© las fotos a la Zarzuela y me devolviĂł una en que estamos los dos en animada charla, con una dedicatoria muy afectuosa. Cuando la veo me doy cuenta de las huellas que el paso del tiempo nos ha dejado, aunque sea Ă©l quien aparente mayor edad y dificultades fĂsicas.
“Este rey -pensaba yo-, es lo que necesita España para despegar de una vez, modernizarse y ocupar un lugar destacado en el ámbito internacional”. No imaginaba entonces la reforma de Suárez, ni esta democracia de partidos siempre enfrentados y mucho menos los costosos diecisiete Taifas que suponen una asfixiante carga para el pueblo.
UN HOMBRE SIN SUERTE
Hoy no estoy tan seguro de mi lejano entusiasmo, aunque siga teniĂ©ndole cierta simpatĂa y le recuerde como protagonista de un bonito episodio de mi vida profesional. Su vida ha cambiado. No ha tenido suerte ni como rey, ni como esposo, ni como padre. SĂ© que ha sido en alguna forma culpable de sus posibles desventuras, pero errar es de humano y ser rey no es ser diferente al que trabaja en una oficina o riega las calles, a pesar de que tengan evidentes y distintas misiones.
Su relaciĂłn matrimonial, aunque se oculte, no parece un modelo de vida conyugal, segĂşn los cronistas cortesanos y cotilleos televisivos.
Las bodas de sus hijas tampoco han sido un acierto, vistas las consecuencias posteriores de ambas y para colmo, la princesa consorte del heredero, ha visto a su padre, tĂa y abuela, envueltos en un asunto judicial nada cĂłmodo, me figuro, para la que aspira a ser reina”.
Es hora de que esa familia se una nuevamente, sin que los consortes de unas y otro estropeen siempre la foto. Que asimilen de una vez que si ellos son PrĂncipe e Infantas es porque su padre es el Rey! Ya está bien de una Corona con tantos problemas!
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