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La maldición del fabricante de alas [Memento Mori]

José Antonio Sanduvete [colaborador].-
 
Cuenta la tradición que Ícaro, cuando escapaba del laberinto de Creta con su padre Dédalo y las alas que este último le había fabricado, se acercó demasiado al sol, pretendiendo encontrar en él el paraíso y a los dioses, lo que provocó que sus alas se quemaran, cayera al vacío y, en consecuencia, perdiera la vida.

     Relatos apócrifos posteriores, por otra parte, sitúan a Ícaro en el infierno. Allí, en las profundidades donde Sísifo asciende con su enorme piedra rodante, donde Tántalo se muere de hambre y sed insaciables, donde un águila devora el hígado de Prometeo, Ícaro está condenado a pasar la eternidad fabricando alas para tratar, algún día, de alcanzar a los dioses.

     Pronto Ícaro superó la habilidad de su padre como fabricante de alas. Sus intentos de ascender al paraíso, sin embargo, tropiezan siempre con una dificultad que les hace fracasar. Ícaro, no obstante, empujado por su castigo a pretender eternamente alzarse hasta los dioses, no ceja en su empeño.

     Ha fabricado alas con plumas de todo tipo de ave, de águila, de paloma, de pavo real, de gallina, las ha unido con cera, con pegamento, con cola, las ha engarzado, se las ha atado a la espalda, se las ha abrochado, se las ha injertado.

     Ha probado a calzarse alas mécánicas, a activarlas con motores de propulsión, a planear. Ya siglos atrás había creado ingenios que dejaron boquiabierto y sirvieron de inspiración a Leonardo da Vinci. Pero Ícaro no muere, tiene toda la eternidad para reciclarse, así que los conocimientos de Ícaro se desarrollan al mismo tiempo que la ciencia y la tecnología, de modo que Ícaro ha volado con y sin motor, ha volado en autogiro, en avioneta, en helicóptero. En grandes vuelos comerciales, en reactores, ha superado la velocidad del sonido y se ha elevado por encima de las capas atmosféricas.

     Muy pocos dudan, en círculos eruditos, de la influencia de Ícaro en el proyecto espacial, en la puesta en órbita de satélites, en el aterrizaje del hombre en la Luna, en el envío de sondas especiales y en el reciente aterrizaje de artefactos en el planeta Marte.

     Y sin embargo Ícaro, eternamente vivo y eternamente insatisfecho, solo desea acercarse al sol y habitar el paraíso de los dioses. Sabe que el castigo es eterno, pero sabe que la eternidad es tiempo más que suficiente para alcanzar en un vuelo los anhelos más recónditos.

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