EDITORIAL-Octubre 2012

El síndrome Hubris, la enfermedad del poder.-

La política es una de las profesiones en las que más se nota la influencia en la persona del poder cuando se alcanza. Es una enfermedad que hace estragos entre los políticos, en unos más que en otros, pero casi ninguno se salva. Todos conocemos casos de gente que era una antes de tener poder y otra al lograrlo. Leímos hace poco un artículo sobre el síndrome Hubris y queremos compartirlo con nuestros lectores.

Fueron los griegos quienes acuñaron el término hubris, con el que designaban la falta más grande que podían cometer los héroes: creerse superior al resto de los mortales.

El hubris es el ego desmedido, la sensación de poseer dones especiales que le hacen a uno capaz de enfrentarse a los mismos dioses.

Tiene varias fases. La primera es cuando una persona normal se mete en política y de repente alcanza el poder o un cargo importante. Tiene un principio de duda sobre su capacidad, pero surge una legión de incondicionales que lo felicitan y empieza a pensar que está ahí por méritos propios. Recibe halagos por su belleza, inteligencia y sabiduría.

En la segunda fase no le dicen “qué bien lo hace”, sino que “menos mal que está allí para solucionarlo” y, entonces, entra en la idea megalomaníaca, se cree infalible e insustituible. Comienza a realizar planes estratégicos para 20 años, obras faraónicas...

En la tercera fase las cosas comienzan a complicarse. Empiezan a padecer el llamado desarrollo paranoide. Todo el que se opone a él o a sus ideas son enemigos personales, llega a sospechar de todo el que le haga una mínima crítica y a aislarse de la sociedad. Y, así, hasta el cese o pérdida de las elecciones, donde viene el batacazo y se desarrolla un cuadro depresivo ante una situación que no comprende.

El síndrome Hubris contempla así mismo que el poder no está en manos del más capaz, pero quien lo ostenta cree que sí y empieza a comportarse de forma narcisista. El hecho de que este síndrome sea tan común en política se debe a que en otros ámbitos es más frecuente que el que esté arriba sea el más capaz, pero en política no es así, porque los ascensos van más ligados a fidelidades.

Como castigo al Hubris está la Némesis, que devuelve a la persona a la realidad a través de un fracaso.

Seguro que mientras están leyendo esto están poniendo cara a algunos políticos, locales sobre todo, que son los que más conocemos. Leyendo esto llegamos a una conclusión clara: El cabreo que tiene José María Román y los que han estado con él en el poder tantos años (Cándida Verdier, Manuela Moreno, José Luis Ruiz Piñero, Joaquín Páez, etc.) es porque padecen este síndrome y no soportan que otros ocupen los sillones de su reino.

Por eso tanta mala leche, tantas mentiras, tanta falta de educación, tantos insultos, tanta poca vergüenza y tanto odio contra los que gobiernan en su lugar. Cuando hablan en ruedas de prensa o en los plenos pierden los papeles con frecuencia, se escudan en el insulto fácil, en el “no trabajan, cobran 3500 euros al mes, no gestionan, están hundiendo la ciudad, el paro aumenta, no reciben a los ciudadanos, son la derecha reaccionaria…”.

Critican a sus sustitutos en el poder todo lo que motivó que los ciudadanos ya no les voten a ellos. Les fastidia que no les alaben, ni tengan ese estatus de poder del que han estado disfrutando tanto tiempo. No asimilan que su tiempo pasó. Qué mala es la enfermedad del poder.