El rey de unos pocos, un cuento japonés [Memento Mori]
José Antonio Sanduvete [colaborador].-
Hideo Takahashi publicó su mensaje en internet, hizo lo posible por publicitarlo en prensa, radio y televisión, lo propagó por las calles y trató de extenderlo al mundo. Gastó todos sus ahorros en enviar sobres por correo, en lanzar su mensaje al mar en el interior de botellas, en tratar de hacérselo llegar al mayor número posible de personas, porque Hideo veía que era bueno, que por primera vez en su vida tenía algo importante que comunicar.
Calculó que su mensaje había llegado a cientos de millones de personas, una cifra increíble si tenemos en cuenta que era fruto del esfuerzo de una sola persona.
Luego esperó la respuesta del mundo a su mensaje. Pero el mundo tenía las ideas muy claras y sumamente prefijadas. Hideo recibió nueve respuestas. Solo nueve personas habían sabido comprender. Y esto lo preocupó enormemente.
Hideo Takahashi, entonces, volvió a reflexionar. Lo hizo durante largo tiempo. No dijo nada, pues nada tenía que decir. Cuando volvió a tener algo que aportar lo hizo público, sin duda. Todo el que tenga algo útil, productivo, bello, bueno o positivo que añadir al legado de la humanidad debería hacerlo. Envió, pues, su nueva aportación a nueve personas, las nueve personas con las que estaba en comunicación. Recibió nueve respuestas, tan bellas, útiles, productivas, buenas y positivas como lo era el envío originario.
Hideo, después de esto, durmió tranquilo. Es inútil hablarle a quien no quiere oír.
Cuando Hideo Takahashi tuvo un mensaje que transmitir al mundo, no
dudó en hacerlo. Después de años de reflexión y anonimato había llegado a
la conclusión de que tenía algo que aportar, un mensaje útil para toda
la humanidad. Cuando no hay nada que decir, lo mejor es callar. Pero,
¿por qué no comunicar un pensamiento realmente valioso?
Hideo Takahashi publicó su mensaje en internet, hizo lo posible por publicitarlo en prensa, radio y televisión, lo propagó por las calles y trató de extenderlo al mundo. Gastó todos sus ahorros en enviar sobres por correo, en lanzar su mensaje al mar en el interior de botellas, en tratar de hacérselo llegar al mayor número posible de personas, porque Hideo veía que era bueno, que por primera vez en su vida tenía algo importante que comunicar.
Calculó que su mensaje había llegado a cientos de millones de personas, una cifra increíble si tenemos en cuenta que era fruto del esfuerzo de una sola persona.
Luego esperó la respuesta del mundo a su mensaje. Pero el mundo tenía las ideas muy claras y sumamente prefijadas. Hideo recibió nueve respuestas. Solo nueve personas habían sabido comprender. Y esto lo preocupó enormemente.
Hideo Takahashi, entonces, volvió a reflexionar. Lo hizo durante largo tiempo. No dijo nada, pues nada tenía que decir. Cuando volvió a tener algo que aportar lo hizo público, sin duda. Todo el que tenga algo útil, productivo, bello, bueno o positivo que añadir al legado de la humanidad debería hacerlo. Envió, pues, su nueva aportación a nueve personas, las nueve personas con las que estaba en comunicación. Recibió nueve respuestas, tan bellas, útiles, productivas, buenas y positivas como lo era el envío originario.
Hideo, después de esto, durmió tranquilo. Es inútil hablarle a quien no quiere oír.
Sublime, un texto literario de lo más profundo, ahora yo soy uno de los nuevo que Hideo entendió, y tú el propulsor de sus pensamientos. Haber si conseguimos otros 9 que nos comprendan, pq ya hay millones que no se enteran. Gracias Sanduvete
ResponderEliminarFdo: Angeles Mainé
Muy bueno, Jose!!
ResponderEliminarComparto la opinión de Ángeles.
Paula