Una eternidad en el jardín de las delicias [Memento Mori]

José Antonio Sanduvete [colaborador].-

     El jardín era feo. Probablemente el jardín más feo, apático y descuidado que jamás hubiera contemplado. Eso al menos pensaba la abeja mientras sobrevolaba el lugar. Las malas hierbas se extendían a sus anchas y cubrían un suelo lleno de calvas, piedras, hojas y basura. Los arbustos carecían de ese verde vivo y fresco que tanta alegría transmite, y se mostraban secos, moribundos.

     "Si todo el mundo fuera así", se dijo la abeja, "no merecería la pena vivir en él".

 

     De repente sus sensores detectaron algo, una fragancia especial, un punto de color en un desierto de monocromía. Pronto supo que se trataba de una flor. ¡Y qué flor! La viveza de sus tonos solo era comparable a la suavidad de su perfume. La abeja voló en círculos a su alrededor, extasiada ante semejante muestra de belleza y perfección, sorprendida por su presencia en un lugar tan desagradable y áspero.

     "A veces la belleza surge de la nada. A veces, de hecho, la belleza necesita rodearse de la nada para poder desarrollarse en libertad".

     La abeja supo enseguida que esa sería su flor. Se aproximó a ella lentamente, dando pequeños rodeos, flirteando con su bella enamorada, hasta que se posó en uno de sus estambres. Entonces algo extraño ocurrió. Los pétalos de la flor se cerraron sobre la abeja, aprisionándola. La abeja buscó una salida, revoloteó inquieta, pero no obtuvo resultado alguno. Se sintió presa, presa en una perfecta cárcel de aromas embriagadores y colores paradisíacos.

     Por una rendija podía ver el exterior, el estúpido jardín lleno de fealdad y podredumbre.
     "Bien", pensó. "¿Dónde puedo estar mejor que aquí? El exterior es tan hostil y mi prisión tan hermosa...".

     De la abeja nunca más se supo. El jardín sigue ahí, en el mismo lugar, igual de triste y descuidado. Circulan sobre él leyendas que cuentan que en su interior, en algún lugar oculto entre la espesura de arbustos y hojarasca, habita lo más hermoso y lo más terrible. Y quien queda prendado de lo primero, sufre la crueldad de lo segundo, pues ambas cualidades, aunque parezca imposible, conviven en el mismo ser...