Al final, sólo tragedia

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Mi nieto mayor y único varón de la trilogía, estuvo a punto de ir con sus amigos a la fiesta de Halloween en el “Madrid Arena”. Afortunadamente, cambiaron de escenario y  nos libró de vivir una noche de las llamadas toledanas. Lo pienso y me aterra la idea de haber tenido que sufrir unas interminables horas tan duras y angustiosas, junto a toda mi familia.

La fatalidad de que una errónea decisión pueda convertir una noche de diversión en una mañana de lágrimas y lutos, como les ha pasado a los familiares de esas lamentables cuatro víctimas, a las que deseo testimoniar mi solidaridad y condolencia.
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Esa llamada “arena” nada tiene que ver con las blancas y suaves dunas desérticas, ni con las de las playas mediterráneas. Más bien fueron arenas movedizas que originaron una  peligrosa e inesperada avalancha humana de proporciones dantescas. El aforo del local, ignoro si por negligencia, codicia o descontrol del personal contratado, fue rebasado casi en el doble de lo permitido, a juzgar por las versiones que se barajan.

Ello  provocó un  desmadre masivo y alocado desde todos los lugares y pisos de la sala,  para acceder a la pista inferior donde iba a comenzar su actuación un famoso disc jockey, protagonista de la noche.

A esta tumultuosa y unánime invasión se unieron los que desde el exterior esperaban ese momento, celebrando un botellón. Sobre las tres de la mañana, hora prevista, iniciaron el asalto al recinto alocadamente y de manera incontrolable, con y sin entradas, taponando y estrujando, así literalmente, a los que desde el interior pugnaban por abrirse paso hacia la planta inferior. Fue un enloquecido encontronazo humano, acompañado de llantos, gritos, sofocos y angustias.

PÁNICO

En medio de este maremágnum, que ya alcanzaba niveles auténticamente dramáticos, el lanzamiento de unas bengalas y la explosión de un petardo, terminaron por sembrar el pánico y luchar desesperadamente para intentar zafarse de esa presión humana y abrirse paso hacia las puertas, sin que les dejaran moverse, ni aún siquiera respirar. Y al decir de los afectados y salvados, ni poder alcanzar la calle ya que las puertas se hallaban cerradas. Todo fue tan inesperado como inexplicable.

Se originó un caos dantesco y pirámides de cuerpos amontonados de las que por mucho que se esforzaban no lograban liberarse y escapar. Las víctimas mortales fueron por aplastamiento torácico y falta de oxigeno en sus cerebros.  

Chavales  pugnando por zafarse de una muerte espantosa con enorme desesperación y un enloquecedor griterío.  Unos pidiendo socorro, otros que les ayudaran a salir de esa trampa mortal y sobre todos ellos, las angustiosas despedidas dedicadas a sus familiares de las chicas que fallecieron, a viva voz, para que amigos o  compañeros las hicieran llegar a sus destinos, dramáticamente resignados a morir.

Jóvenes que tenían un futuro lleno de  alicientes y sueños ya irrealizables,  que en una fiesta casi carnavalesca, - para mayor y dura ironía en una noche dedicada a los muertos-,  perdían su vida por causas que con una correcta organización y un control más exhaustivo, se hubiesen podido evitar. Inenarrable y espantoso.  Me parece intolerable que los posibles responsables de esta horrible tragedia, que indudablemente existen y todos sabemos quiénes son, no paguen su negligencia con el rigor debido.

Pocas horas después del suceso, en plena vorágine informativa, pudimos ver como el Vice- alcalde de Madrid, don Miguel Ángel Villanueva, hacía públicas declaraciones a la prensa, afirmando que la empresa organizadora contaba con los permisos reglamentarios y las exigidas medidas de seguridad y que todo había sido consecuencia del lanzamiento de  una bengala desde uno de los pisos superiores que sembró el pánico entre el público que se hallaba congregado en ese lugar.

DEPURAR RESPONSABILIDADES

Hacía hincapié en que el aforo del local no había llegado a completarse y que el personal dedicado al control y seguridad se había incrementado en setenta y dos personas más de las habituales. Muy rápido en acudir, declarar y exonerar de culpa a la empresa sin haberse abierto aún una investigación oficial y sin más información que unos datos que leía y que ignoro quién podía habérselos suministrado,  ya que era casi imposible tantos datos, cifras y detalles con tan escaso tiempo transcurrido desde el suceso.

Luego se fueron conociendo datos más fehacientes a través de grabaciones, móviles,   declaraciones de asistentes y hasta el chivatazo, de espaldas a la cámara, de un contratado para seguridad que afirmaba que se habían vendido más entradas de las que anunciaban, posiblemente el doble,  dado el recuento que hacía y que los contratados para controles no exigían a todos los que entraban el DNI, para verificar que no eran menores, como se ha podido comprobar ya que una de las fallecidas solo tenía diecisiete años.

                  

También dijo que no se habían revisado todas las mochilas y bolsos a ver si llevaban alcohol u objetos no permitidos, como las bengalas y el petardo que se utilizaron posteriormente. Se ha sabido asimismo que los contratados no estaban cualificados para este tipo de trabajo y que sus honorarios eran inferiores a los que cualquier profesional capacitado suele percibir en estas celebraciones.
Es decir, que  hubo deficiencias, negligencias y pésima organización por parte de la empresa responsable, a pesar de lo que había declarado el Vice-Alcalde, en los primeros momentos.

Una responsabilidad que el Sindicato Unificado de Policía, quiere hacer extensiva al Ayuntamiento madrileño por falta de la debida y cuantificada protección oficial ante tan numerosas concurrencia. Sin omitir el fallo de  autorizar a una empresa con problemas y serias deficiencias, según este mismo sindicato, que eran más que suficientes para no concederle el permiso de organizar este tipo de evento.

VIAJE POCO OPORTUNO

Insólito y nada oportuno el que Ana Botella, nuestra alcaldesa, no sólo se halla posicionado al lado de su imprudente segundo en el cargo y acepte sus ya demostradas incoherentes y erróneas declaraciones, sino que aprovechando el puente se marchara a Portugal en un viaje de recreo familiar, cuando lo correcto hubiera sido suspender esa excursión y quedarse para estar al frente del municipio en esos difíciles y comprometidos momentos y acompañar a los afligidos familiares de estas cuatro víctimas, guardando un discreto y sentido duelo en su memoria.

Es mi sincera opinión. Mi solidaridad  con los padres y familiares de esas cuatro jóvenes desaparecidas en lo mejor de sus vidas cuando solo pretendían pasar una agradable noche con sus amigos.