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“Los Samaritanos de la noche”


Félix Arbolí [colaboraciones].-

La  noticia me ha cogido de sorpresa y aún no me la creo. Soy así de escéptico en todo lo relacionado a las promesas de nuestros políticos. Dicen que la Comunidad y el municipio de Madrid van a ceder no sé cuantos pisos vacíos de su propiedad,- que es la nuestra, no deben olvidarlo-, para entregarlos a familias que carezcan de ellos y tengan que dormir en la calle. Lo harán, creo, a través de la Cruz Roja.

Ignoro si esta vez la promesa del político se cumplirá o será una estrategia para lavar su imagen ante la ciudadanía. Estoy ya tan escarmentado de los ofrecimientos y altruismos de la casta política que no me creeré esta noticia hasta que no vea entrar a las afortunadas familias en sus nuevos domicilios y aún pondré en duda si no habrá en algunos casos gato por liebre y se harán con las casas los menos indicados y adecuados.

Y no es que uno sea desconfiado por naturaleza, sino que te han hecho a base de golpes y decepciones. Hay una inmobiliaria que ha ofrecido veintiún pisos que tiene vacíos para el mismo fin.
De todas formas, este reparto casi gratuito, pues los inquilinos deben abonar una mínima cantidad por alquiler, no debería hacerse a través de una sola institución, en este caso la Cruz Roja, que goza de todas mis simpatías y adhesiones, sino también de otras organizaciones, entre ellas Cáritas, que no desmerece un ápice de la anterior.
 
¿Y los bancos, protagonistas del lado oscuro de esta tragedia, cuándo van a hacer lo mismo, siendo los más obligados? Todo esto viene al caso porque días pasados vi un reportaje televisivo sobre los hoy llamados “sin techo”, que me dejó hundido moral y personalmente.  Hay asuntos muy serios y denigrantes tanto para el que los sufre, como para el que los presencia.

Resulta incomprensible que pasemos ante ellos sin detenernos, ni prestarles una mínima atención. No entiendo cómo el que tiene posibilidad de ayudarles, puede dormir tranquilo ante ese cuadro más propio de una obra da Charles Dickens y su sociedad decimonónica, que de calles madrileñas en pleno siglo XXI.

MILES DE PERSONAS SIN TECHO

En una época donde se gastan miles de millones en explorar la Luna y Marte, construir edificios que desafían lo imposible y con lujos exquisititos y se organizan fiestas donde una simple copa de champán supone el sustento de una familia durante todo un día.  Sodoma y Gomorra y las postrimerías del depravado y decadente imperio romano, van a terminar pareciéndonos cuentos infantiles. 
 
Según estadísticas del programa de referencia, creo que eran unos treinta mil los “sin techo” e indigentes, no sé si dijeron solamente en Madrid o se referían a una zona más amplia. Lo esencial es que se hablaba de miles de personas, cuando ya citar a una sola nos debería hacernos sentir rematadamente mal.

Yo esa noche, les puedo asegurar, estuve el mayor tiempo posible sin irme a la cama, porque me parecía no solo indecente, sino un grave pecado gozar de la blandura y el calor de mi lecho, pensando en los que a esa hora estaban sufriendo las duras inclemencias de un tiempo gélido y lluvioso. Hasta el hecho de estar viendo el programa cómodamente en el sofá me resultaba sumamente incómodo. 
    
Mi pensión de jubilado que me permite vivir sin ostentaciones, pero sin agobios, me hace ver que soy un afortunado en comparación con esas familias y seres abandonados e ignorados, que estarían penando y sufriendo ahí afuera, sin que ningún mal nacido de los que se gastan millones en fruslerías, sea capaz de ofrecerle su ayuda. 

PRIVILEGIADOS PARÁSITOS

Magnífico el gesto del propietario de Zara, que ha donado veinte millones de euros a Cáritas para ayudarle a realizar su humanitaria labor en esta crisis. Espero que ya se hayan beneficiado de esos millones sus destinatarios, porque con esa cantidad hay para armar mucho ruido y hacer miles de obras de las que tengamos noticias y nos alegremos todos.

Y espero asimismo que sean destinados a solucionar nuestros problemas y no otros asuntos externos que, aunque dignos y meritorios, sean menos interesantes que los nuestros. 

A veces parece que se tambalea un poco mi fe y llego a sentir odio y revanchismo hacia esos privilegiados parásitos que viven indiferentes en las nubes del poder y del placer, sin dignarse mirar hacia abajo. No quieren ver la dramática situación y el lamentable estado en que se encuentran los que con su perdido o nunca conseguido trabajo no pueden pagar una casa o un simple cuarto, que les aísle de la lluvia y el frío en estas gélidas noches invernales. 

Gracias a los voluntarios de Cáritas y a los trabajadores sociales del SAMUR, únicos que se ocupan de ellos, pueden tomar una taza de caldo caliente, un bocadillo y un café o vaso de leche, que les reconforten momentáneamente sus estómagos vacíos y unas mantas y ropa que les alivien sus ateridos cuerpos. 

Forman ya una población que resulta excesiva y hasta denigrante para el gobierno, al parecer más empeñado en favorecer a la Banca y a los ricos, para los políticos que no se apean de sus abusivos privilegios y para una sociedad que vive de espaldas a la realidad, con sus vergonzosos devaneos y ostentaciones.

ÁNGELES DE LA NOCHE

Es una vergüenza para esos bancos donde los dirigentes causantes de su quiebra, hicieron su agosto al cobrar sus exageradas indemnizaciones, mientras a los incautos y engañados clientes les causaban la ruina y los echaban de sus casas. Sin omitir a esa legión de condenados al hambre desde el instante de nacer, parias en su propia tierra por un azar tan injusto como adverso.

He visto a estos “ángeles de la noche”, desempeñar su humanitaria y dura labor y gracias a ellos me he podido sentir orgulloso de ver que aún existe una parte de Humanidad, donde el amor al semejante y el afán en ayudarle, constituye su norma y único objetivo.

Lo que me sorprende es que ante esta intolerable y denigrante situación no protestan instituciones y asociaciones, ni nadie mueva un dedo para ayudar a estos “samaritanos de la noche”.


Estos campeones del amor que, mientras todos dormimos confortablemente en nuestro hogar, ellos pensando en los que les necesitas y nada tienen, salvo unos cartones y diarios para intentar que no penetre el frío en sus cuerpos, se lanzan a la maravillosa y dura  aventura nocturna de dar de comer al hambriento y vestir al desnudo, siguiendo las sagradas consignas que debieran ser el objetivo y misión de todo ser humano.

Son los “nadie” de siempre y nuevos llegados, que han de sufrir sin posible remisión la faena de un destino que les miró con malos ojos.

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