¡Seguimos vivos y feliz Navidad!

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Pasó el día 21 y los Mayas se equivocaron. La vida en la Tierra sigue existiendo, aunque para muchos su forma de vida, sea un continuo malvivir. Tras los miedos, errores y absurdas decisiones adoptadas  ante este anunciado cataclismo y la feliz llegada de un nuevo amanecer sin señales ni alarmas apocalípticas, deberíamos pensar que es el momento adecuado para dar un giro de al menos ciento ochenta grados a nuestras vidas.

Y ante este convulso tiempo de miserias y sobresaltos que nos están haciendo sufrir, en lugar de cerrarnos en banda y sacar nuestro lado malo como única alternativa, haríamos mejor en recapacitar sobre nuestro prójimo más castigado por la mala suerte, incluso en esos familiares, (aquellos parientes que nos resultan molestos, porque nos cuentan sus penas o las sabemos sin necesidad de que nos las cuenten), para intentar compartir con ellos, no por obligación, sino por devoción y solidaridad, lo poco o mucho que a nosotros nos han dejado aún, que será sin lugar a dudas un grato festín para ellos y un más o menos largo tiempo de bonanza.

Demostrar que si entre los políticos el dios del egoísmo es el único idolatrado y aceptado y siguen empeñados en vivir aferrados a sus privilegios y encerrados en sus torres de marfil, fuera de esos muros de su codicia y corrupción, siempre habrá un  mundo mejor y más solidario, que a pesar de sus continuos recortes y estrecheces, aún tiene algo que desea compartir, aunque solo sea el pan de su mesa y el abrazo y la sonrisa de su comprensión y fraternidad.

Porque aunque el mundo siga su curso y las fuerzas cósmicas hayan aplazado su final,  hay personas que pasan cada día a nuestro lado, sin que nos fijemos en ellas, que ya llevan muertas muchos años, demasiados, aunque se muevan con ostensible fatiga y hablan casi en un susurro al fallarles las fuerzas para pronunciar palabra y mucho menos, hilvanarlas, al haber perdido toda esperanza de ser oídos y atendidos. 

No hace falta ir al mundo fantástico y terrorífico de los “zombis” cinematográficos, para percatarse que muchos de nuestros hermanos viven fuera de la realidad, faltos de todo, incluida la simple necesidad de un cambio a la normalidad.

MUERTOS DESDE HACE TIEMPO

Son esa legión de desconocidos que nos salen al camino y con excesiva educación y meditada modestia, nos suplican una ayuda para poder comer ese día, ni siquiera piden para mayor tiempo, ante la incalificable indiferencia de los que les oímos y volvemos la cara hacia otro lado para no fijar en nuestras retinas esa estampa de dolor y auténtica desesperación. Ojos que no ven, corazón que se endurece.

Los Mayas y las profecías que tanto nos han estado machacando en prensa, libros y otros medios de comunicación, no se han equivocado totalmente. Estamos muertos mucho antes de que llegara este temido día 21 de diciembre. Muertos en vida, sin alicientes, porque se ha perdido la fe en Dios, el amor a nuestro prójimo.
 
La confianza en nuestros dirigentes y la solidaridad con los que sin culpa alguna les ha tocado nacer y vivir en el lado oscuro. Hemos abandonado a nuestros  ideales y hemos convertido nuestra existencia en una especie de frío calendario del que sin la menor emoción pasamos sus hojas,  sin darnos cuenta que en cada una de ellas nos desprendemos de una dosis importante de maravillosas oportunidades para forjar un mundo mejor y más equitativo donde todos, sin excepción, tengamos una parcela.

Sería deseable y justo que este anunciado y no cumplido final del mundo no sea estéril y nos haga recapacitar la suerte que hemos tenido al seguir perteneciendo al mundo de los vivos, pero que también haga pensar a los que tienen en demasía y son alérgicos a compartir sus riquezas, que algo de lo que les sobra a ellos haría feliz a una familia que a diario se cruza en su camino y no han sido capaces de ver en sus ojos el horror y la miseria.

QUE SE CUMPLAN LAS ESPERANZAS

Asimismo, que la sociedad y sus dirigentes, normalicen sus modos de operar de forma que los ricos sean menos ricos y los pobres menos pobres. Que la venda de la Justicia caiga de una vez y pueda ver y reparar lo que seres sin escrúpulos, amorales e indignos han conseguido aprovechándose de su ceguera. La Justicia no necesita venda, sino una vista limpia y diáfana para desenmascarar a tanto cínico y tunante disfrazado de señor y con tratamientos que no le corresponde.

Estamos muertos porque nos hemos olvidado de la nobleza y hemos hecho de la vileza nuestro empeño y cometido. Y también de ese Creador de todo lo existente, al que llamamos con diferentes nombres e invocamos en todos los idiomas y ritos, pero que es el mismo y único. Y sin la fe que incapaz de mover montañas, sí puede proporcionar una suave brisa que desplace las arenas de nuestro desierto mental, la vida carece de sentido.

Sin alma, sin la fuerza del espíritu y la esperanza en  una quimera que no es de este mundo, no podremos sentirnos realizados y mucho menos satisfechos. Estamos en Navidad y los Mayas han errado en sus vaticinios, dos motivos más que suficientes para mirar hacia arriba con gratitud y a nuestro entorno con generosidad.

Que estas fiestas sean el final de un periodo de angustias y recelos y el inicio de una nueva vida cargada de buenas y magníficas esperanzas, pero de las que se cumplen.