El misterio de la tarta de fresa [Memento Mori]
José Antonio Sanduvete [colaborador].-
La vĂctima habĂa sido asesinada con el estĂłmago vacĂo, no serĂa
necesaria la autopsia para comprobarlo. Sus vĂsceras, desparramadas por
el salĂłn, ya daban cuenta de ello.
De modo que tenĂa que ser el asesino, y no otro, quien se habĂa cortado un trozo de la tarta de fresa que todavĂa reposaba en la cocina, caliente, reciĂ©n salida del horno, se lo habĂa zampado y se habĂa dado a la fuga.
No habĂa otra posibilidad, y el inspector fue atando cabos. Los vecinos habĂan oĂdo gritos y habĂan llamado a la policĂa, que habĂa acudido sorprendentemente rápido. No, el asesino no habĂa tenido tiempo de cortar la tarta y comerse el trozo a esa velocidad, y más estando tan caliente. El asesino habĂa tomado un trozo de tarta antes de asesinar a la vĂctima, estando esta viva y presente, luego el asesino era un conocido.
El inspector comenzĂł a desarrollar su olfato holmesiano. La tarta de fresa era la clave. HabrĂa que investigar el corte, buscar huellas en el cuchillo, detectar cualquier anomalĂa en su composiciĂłn. Del tamaño del trozo y de su perfil podrĂa deducirse la edad aproximada del asesino, su constituciĂłn fĂsica, su sexo, la mano, izquierda o derecha, que utilizĂł para empuñar el cuchillo...
BuscĂł a sus ayudantes con la mirada. Esos inĂştiles nunca estaban cuando se les necesitaba. Les llamĂł, y una voz le contestĂł desde la cocina. Como accionado por un resorte, por un presentimiento fatal, el inspector acudiĂł a la carrera.
- ¿QuĂ© hacĂ©is, descerebrados?
- Nada, jefe.
- ¿Nada? Decidme por favor que no os estáis comiendo la principal prueba de un asesinato.
- Qué dice, jefe... solo estamos probando la tarta, está buena, nadie se la iba a comer ya...
- Y os habéis cortado unos trozos con el cuchillo.
- Claro, ¿quiere un poco?
- Claro que no, joder. Estamos investigando un asesinato, gaznápiros...
- ¿No le gusta la tarta de fresa? Son fresas naturales... Piense que está reciĂ©n hecha, calentita, es un producto perecedero...
- Vosotros sĂ que vais a ser perecederos...
El inspector resoplĂł. Maldita panda de petardos. PensĂł en deshacerse de ellos en cuanto llegara a comisarĂa. Y no tanto por su evidente ineptitud como por un detalle que le inquietaba. Un grupo de tĂos capaces de ponerse a comer tarta de fresa, por muy buena pinta que tuviera, cuando tenĂan la habitaciĂłn de al lado tapizada de sangre e intestinos, era un grupo de tĂos del que habĂa, definitivamente, que desconfiar...
De modo que tenĂa que ser el asesino, y no otro, quien se habĂa cortado un trozo de la tarta de fresa que todavĂa reposaba en la cocina, caliente, reciĂ©n salida del horno, se lo habĂa zampado y se habĂa dado a la fuga.
No habĂa otra posibilidad, y el inspector fue atando cabos. Los vecinos habĂan oĂdo gritos y habĂan llamado a la policĂa, que habĂa acudido sorprendentemente rápido. No, el asesino no habĂa tenido tiempo de cortar la tarta y comerse el trozo a esa velocidad, y más estando tan caliente. El asesino habĂa tomado un trozo de tarta antes de asesinar a la vĂctima, estando esta viva y presente, luego el asesino era un conocido.
El inspector comenzĂł a desarrollar su olfato holmesiano. La tarta de fresa era la clave. HabrĂa que investigar el corte, buscar huellas en el cuchillo, detectar cualquier anomalĂa en su composiciĂłn. Del tamaño del trozo y de su perfil podrĂa deducirse la edad aproximada del asesino, su constituciĂłn fĂsica, su sexo, la mano, izquierda o derecha, que utilizĂł para empuñar el cuchillo...
BuscĂł a sus ayudantes con la mirada. Esos inĂştiles nunca estaban cuando se les necesitaba. Les llamĂł, y una voz le contestĂł desde la cocina. Como accionado por un resorte, por un presentimiento fatal, el inspector acudiĂł a la carrera.
- ¿QuĂ© hacĂ©is, descerebrados?
- Nada, jefe.
- ¿Nada? Decidme por favor que no os estáis comiendo la principal prueba de un asesinato.
- Qué dice, jefe... solo estamos probando la tarta, está buena, nadie se la iba a comer ya...
- Y os habéis cortado unos trozos con el cuchillo.
- Claro, ¿quiere un poco?
- Claro que no, joder. Estamos investigando un asesinato, gaznápiros...
- ¿No le gusta la tarta de fresa? Son fresas naturales... Piense que está reciĂ©n hecha, calentita, es un producto perecedero...
- Vosotros sĂ que vais a ser perecederos...
El inspector resoplĂł. Maldita panda de petardos. PensĂł en deshacerse de ellos en cuanto llegara a comisarĂa. Y no tanto por su evidente ineptitud como por un detalle que le inquietaba. Un grupo de tĂos capaces de ponerse a comer tarta de fresa, por muy buena pinta que tuviera, cuando tenĂan la habitaciĂłn de al lado tapizada de sangre e intestinos, era un grupo de tĂos del que habĂa, definitivamente, que desconfiar...
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