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El caprichoso don de la mente [Memento Mori]

José Antonio Sanduvete [colaborador].-

     El primer ser humano que fue consciente de su existencia no lo celebrĂł. Lo más probable es que ni siquiera acudiera a comunicárselo a sus congĂ©neres. ExistĂ­a, simplemente, como existĂ­a todo lo demás y, como una curiosa anĂ©cdota, Ă©l era consciente de ello.

     Luego alguien le tentĂł con el dulce manjar del tiempo. "Prueba de esto", le dijo una voz, tal vez una voz que solo existĂ­a en el interior de su mente, una voz que esa misma mente habĂ­a creado y que solo tenĂ­a existencia como consecuencia de la existencia de aquella mente consciente. "Si existĂ­as hace un rato, y existes ahora, es probable que sigas existiendo tambiĂ©n en algĂşn momento futuro".

     El primer ser humano consciente de su existencia se preguntĂł quĂ© cosa era esa, "el futuro". Se lo preguntaron los restos de preconsciencia que aĂşn actuaban en Ă©l, pero su pregunta quedĂł en el limbo de los problemas sin resolver. Nadie le dijo al primer ser humano que el futuro existĂ­a solo en su mente, más o menos igual que el pasado.

     Desde ese momento, el primer ser humano consciente viviĂł encadenado al tiempo anterior, que le habĂ­a convertido en lo que era, y al tiempo posterior, que le harĂ­a ser como deseaba. Nadie le dijo que aquellas cadenas no existĂ­an, que las habĂ­a creado su propia mente, pues esta se habĂ­a convertido en detentora de un poder absoluto.

     SucediĂł pues que el primer ser humano comenzĂł a vivir de su pasado con la intenciĂłn de construir un futuro, Ă©l y sus hijos, y los hijos de sus hijos, pues el tiempo se habĂ­a instalado ya en sus mentes ejerciendo sus funciones de forma vitalicia.

     Una vocecita frágil pero firme alzaba la voz de tanto en tanto, era el presente, hermano del pasado y del futuro, tambiĂ©n hijo del tiempo, que solicitaba que se respetaran sus derechos. Estaba ahĂ­, más aprensible que sus mastodĂłnticos hermanos, pero era tan cambiante y sus formas tan efĂ­meras que su grito morĂ­a continuamente aplastado.

     Pronto los seres humanos se acostumbraron a vivir encadenados a ese tiempo que habĂ­a creado esa mente que solo existĂ­a porque ellos eran conscientes de su existencia. Todos parecĂ­an salir ganando con la nueva situaciĂłn. Todos menos el presente, condenado a ser oprimido por el pasado y el futuro, a desaparecer en la lĂ­nea del tiempo, a ser subestimado por la mente e ignorado por los seres humanos que, curiosamente y aunque muy pocos llegaban a intuirlo, dependĂ­an de Ă©l más que de cualquier otra circunstancia.

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