Ya tenemos el circo, nos falta el pan

Félix Arbolí [colaboraciones].- 
    
La Roma Imperial cuando el pueblo se sentía inquieto ante los abusos y la insultante diferencia social entre patricios y plebeyos, le ofrecía “pan y circo” y olvidaban sus problemas. Este sistema se ha utilizado y realiza en muchos otros gobiernos y países posteriormente. Tenemos, sin ir más lejos, el caso de los partidos de fútbol que se organizaban con el Real Madrid, en los tiempos de Franco y Bernabeu, cuando el ambiente se enrarecía.

En tiempos de los antiguos romanos, la furia del pueblo se desahogaba arengando a  los gladiadores para que se mataran en la arena o gozando del “fascinante” espectáculo de ver cómo las fieras devoraban a una serie de infelices. En España, actualmente, nos ofrecen el circo, pero nos falta el pan.

Contamos con políticos payasos; enanos mentales como dirigentes; fieras que devoran todo cuanto se les apetece a través de Bancos, recortes y extraños chanchullos y magos que a la vista del público en lugar de conejos se sacan de la chistera fajos de billetes y los hacen desaparecer en los sitios más insospechados y mejor guardados.

Por no faltar, también tenemos a los funambulistas, que son los millones de ciudadanos obligados a andar  en constante equilibrio intentando poder llegar a fin de mes y conservar casa y trabajo. Éste es el espectáculo que nos ofrecen nuestros “césares”.      

Esta mañana, me he dado cuenta de la crispación generalizada que se advierte en el ambiente. Ya al bajar las escaleras de casa, me crucé con un nuevo vecino -ignoro de qué piso, pues los inquilinos de esta casa cambian actualmente con facilidad-, y me quedé con el saludo en los labios, ante su indiferencia y silencio al encontrarnos. Era como si no me hubiera visto.

No es que me apesadumbre su indiferencia, a peores cosas está uno acostumbrado, pero sí me hizo retroceder con añoranza a la época donde los vecinos nos conocíamos y nos ayudábamos todos cuando la ocasión lo requería y recordé aquellas tardes primaverales y veraniegas en las que los mayores sacaban sus sillas a la calle y organizaban su tertulia mientras la chavalería quemaba incansable sus calorías en juegos y carreras sin el menor peligro.

Era tan escasa la circulación que algunas de las terrazas de bares, invadían parte de la calzada con sus mesas y sillas. Hoy no hay quien se atreva a cruzar la calle sin someterse al semáforo y aún así, con riesgo de que un inesperado conductor haga su aparición a toda carrera creyendo que está participando en las 24 horas de Le Mans.

EXPERIENCIA DESAGRADABLE

Mi segunda experiencia desagradable la tuve al llegar al hospital para mi revisión con el  cardiólogo. Resulta que el aparato en el que se cogen los números para ser llamados no  funcionaba y acudí a la primera enfermera que apareció para indicárselo. De muy mala manera y sin apenas detenerse, me contestó que no era asunto de ella, a lo que le respondí un tanto molesto que menos aún lo era mío.

Otra que apareció en ese instante, con cuarenta kilos menos y sin aspecto de perro dogo, me solucionó el problema. Me extrañó su proceder por lo amables que suelen ser nuestras enfermeras y auxiliares a las que siempre he elogiado en mis artículos. Es lamentable que ocurran estos casos aislados pues puedan hacer creer a los pacientes que tengan la mala suerte de contactar únicamente con éste tipo de individuas que el “avinagramiento” es la tónica general del gremio. 

Hemos hecho de la vida una continua confrontación y ya no nos detenemos ante nada ni nadie. Claro que no es culpa nuestra, sino de los tragaldabas que ocupan los puestos destacados y nos hacen la vida imposible un día sí y el otro también. Lo peor del caso es que estamos llevando nuestros enojos y decepciones al ámbito familiar y ya desahogamos nuestra impotencia y hartazgo de tanto tener que soportar en las personas que más amamos. 

FRUSTACIÓN EN AUMENTO

La frustración que sufrimos es general e internacional y va en aumento. Ahora mismo, y esto es grave, nadie puede asegurar cómo estaremos y qué habrá podido pasar dentro de tres meses. Las sorpresas desagradables, se suceden con rapidez  y cada vez más enrevesadas y de mayor envergadura. 

No andan las cosas nada claras. Al Rey le crecen los problemas familiares, físicos y ambientales. Su salud se debilita cada vez más y sus intervenciones en el quirófano se hacen demasiado frecuentes. Me da la impresión de que su hijo y heredero está más cerca del trono que su regio padre. Dios quiera me equivoque, porque éste me resulta más cercano y experimentado.

Además cuenta con el enorme complemento de la Reina, cuya distancia sobre Leticia, es abismal, sin contar el indiscreto y nada grato cotilleo sobre las fotos clandestinas de su primera boda y la antipatía generalizada que se han ganado algunos miembros de su familia, que no la ayudan a hacerse querida y popular. No está el horno para bollos y menos aún si no están debidamente azucarados y elaborados.

Por otro lado, el asunto Urdangarin va a traer más cola que el famoso cometa Halley y le está afectando seriamente a la Infanta Cristina. Es un grave escándalo social y político que puede perjudicar y hasta tambalear a la misma Corona, tanto si queda libre de responsabilidades, como si es imputada y declarada no culpable.

Parece que el duque del chiste chusco y nada conveniente, al que han eliminado del callejero de “su” ducado, haya elegido el peor momento para cometer sus vergonzosos delitos. El campeón del peloteo en la pista, creyó que la corona ducal le otorgaba cancha libre para sus pelotazos financieros. Como ya he dicho hoy nada puede sorprenderme ya. La primavera será mi  testigo.