Al salir del cine: AMERICANADAS DE SALDO (Objetivo: La Casa Blanca)
César Bardés [colaborador].-
Uno no puede evitar preguntarse quĂ© es lo que lleva a un tipo como Antoine Fuqua, director de algo tan aceptable como Training day, con un más que razonable Ă©xito de crĂtica y de pĂşblico, a dirigir cosas como Ă©ste panfleto patriĂłtico de saldo sobre lo buenos que son los americanos, lo malos que son las potenciales naciones enemigas como Corea del Norte y la que se arma cuando hay un hĂ©roe que no da puntada sin hilo para frustrar los planes de los malos malĂsimos malotes. De todas formas, Ă©sa pregunta no tiene más que una respuesta y ustedes ya saben cuál es.
Claro que, buceando un poco en esas razones, tambiĂ©n podemos encontrar una cara que puede, incluso, llegar a la polĂ©mica. La trama, al menos aparentemente, pone a los americanos como una naciĂłn unida, sin fisuras, que toma el asalto a la mansiĂłn presidencial como si hubieran entrado en sus casas y que desemboca en algo aĂşn peor para el orgullo estadounidense como es conseguir el debilitamiento militar y estratĂ©gico del paĂs más poderoso del mundo, por supuesto con el consabido tĂłpico de general inĂştil que da la orden impaciente de entrar por las burras y cargarse a todo bicho viviente para acabar con el vil chantaje de las fuerzas comunistas. Todo esto, lo repito, es, al menos, la apariencia.
Pero luego podemos vislumbrar, sin demasiada claridad, que el Presidente de los Estados Unidos (AarĂłn Eckhart) es un tipo de cierta valentĂa cuya otra cara es que ha sido uno de los principales responsables de la globalizaciĂłn y del empobrecimiento general del mundo y que su hombre de confianza, caĂdo en desgracia, es un bruto de tres pares de narices que no se lo piensa dos veces a la hora de cargarse al más pintado. Es decir, es tan bestia como los asaltantes, tan asesino como el que más, no se anda con tonterĂas. Si hay que disparar a bocajarro, por la espalda y sin ninguna consideraciĂłn moral, lo hace y punto pistola.
Claro que a esta conclusiĂłn solo se puede llegar si se hila muy, muy fino porque la pelĂcula no es más que una sucesiĂłn de situaciones lĂmite, sin mucho orden y menos concierto, al amparo de los usos y modos terroristas de sacrificar sus propias vidas con tal de castigar al demonio imperialista, sin darse cuenta, desde luego, de que ellos no son angelitos de la caridad precisamente,
TĂłpico tras tĂłpico, con más de un parecido con La jungla de cristal, la buena, o sea, la de John McTiernan, pero en versiĂłn mala disfrazada de espectacularidad a raudales, uno se va dando cuenta de que no, que esto destila bastante menos inteligencia que aquella otra pelĂcula llamada Independence day, de Roland Emmerich, donde tambiĂ©n se mandaba por donde amargan los pepinos a la mĂtica Casa Blanca. Al menos, puede formar un dĂptico con ella en cuanto a nivel de inteligencia.
No vale la pena malgastar ni una neurona en intentar salvar algo de este engendro. AsĂ que no sĂ© quĂ© estoy haciendo. Quizá, si todavĂa quieren hacer una visita a este delirante argumento (que está conducido por unas trampas que harĂan reĂr a un niño pequeño), pueden disfrutar de la apariciĂłn de viejos conocidos y a los que, tal vez, hayan perdido la pista como la maravillosa Ashley Judd, o el soso Dylan McDermott, o la intensa, breve y totalmente innecesaria Radha Mitchell, o la poderosa Angela Bassett, o el ladino Robert Foster junto con figuras sobradamente conocidas como Gerald Butler, Morgan Freeman o Melissa Leo. Ahora, eso sĂ, no me pidan que haga valoraciones de sus trabajos no sea que me vuelen la cabeza sin contemplaciones. Esto es lo que es y serĂa de tontos creer que se va a ver algo mucho más profundo que High School Musical. Aunque, claro, allĂ por lo menos bailaban. Dios les bendiga a todos.
Uno no puede evitar preguntarse quĂ© es lo que lleva a un tipo como Antoine Fuqua, director de algo tan aceptable como Training day, con un más que razonable Ă©xito de crĂtica y de pĂşblico, a dirigir cosas como Ă©ste panfleto patriĂłtico de saldo sobre lo buenos que son los americanos, lo malos que son las potenciales naciones enemigas como Corea del Norte y la que se arma cuando hay un hĂ©roe que no da puntada sin hilo para frustrar los planes de los malos malĂsimos malotes. De todas formas, Ă©sa pregunta no tiene más que una respuesta y ustedes ya saben cuál es.
Claro que, buceando un poco en esas razones, tambiĂ©n podemos encontrar una cara que puede, incluso, llegar a la polĂ©mica. La trama, al menos aparentemente, pone a los americanos como una naciĂłn unida, sin fisuras, que toma el asalto a la mansiĂłn presidencial como si hubieran entrado en sus casas y que desemboca en algo aĂşn peor para el orgullo estadounidense como es conseguir el debilitamiento militar y estratĂ©gico del paĂs más poderoso del mundo, por supuesto con el consabido tĂłpico de general inĂştil que da la orden impaciente de entrar por las burras y cargarse a todo bicho viviente para acabar con el vil chantaje de las fuerzas comunistas. Todo esto, lo repito, es, al menos, la apariencia.
Pero luego podemos vislumbrar, sin demasiada claridad, que el Presidente de los Estados Unidos (AarĂłn Eckhart) es un tipo de cierta valentĂa cuya otra cara es que ha sido uno de los principales responsables de la globalizaciĂłn y del empobrecimiento general del mundo y que su hombre de confianza, caĂdo en desgracia, es un bruto de tres pares de narices que no se lo piensa dos veces a la hora de cargarse al más pintado. Es decir, es tan bestia como los asaltantes, tan asesino como el que más, no se anda con tonterĂas. Si hay que disparar a bocajarro, por la espalda y sin ninguna consideraciĂłn moral, lo hace y punto pistola.
Claro que a esta conclusiĂłn solo se puede llegar si se hila muy, muy fino porque la pelĂcula no es más que una sucesiĂłn de situaciones lĂmite, sin mucho orden y menos concierto, al amparo de los usos y modos terroristas de sacrificar sus propias vidas con tal de castigar al demonio imperialista, sin darse cuenta, desde luego, de que ellos no son angelitos de la caridad precisamente,
TĂłpico tras tĂłpico, con más de un parecido con La jungla de cristal, la buena, o sea, la de John McTiernan, pero en versiĂłn mala disfrazada de espectacularidad a raudales, uno se va dando cuenta de que no, que esto destila bastante menos inteligencia que aquella otra pelĂcula llamada Independence day, de Roland Emmerich, donde tambiĂ©n se mandaba por donde amargan los pepinos a la mĂtica Casa Blanca. Al menos, puede formar un dĂptico con ella en cuanto a nivel de inteligencia.
No vale la pena malgastar ni una neurona en intentar salvar algo de este engendro. AsĂ que no sĂ© quĂ© estoy haciendo. Quizá, si todavĂa quieren hacer una visita a este delirante argumento (que está conducido por unas trampas que harĂan reĂr a un niño pequeño), pueden disfrutar de la apariciĂłn de viejos conocidos y a los que, tal vez, hayan perdido la pista como la maravillosa Ashley Judd, o el soso Dylan McDermott, o la intensa, breve y totalmente innecesaria Radha Mitchell, o la poderosa Angela Bassett, o el ladino Robert Foster junto con figuras sobradamente conocidas como Gerald Butler, Morgan Freeman o Melissa Leo. Ahora, eso sĂ, no me pidan que haga valoraciones de sus trabajos no sea que me vuelen la cabeza sin contemplaciones. Esto es lo que es y serĂa de tontos creer que se va a ver algo mucho más profundo que High School Musical. Aunque, claro, allĂ por lo menos bailaban. Dios les bendiga a todos.
Explosiones y efectos especiales, con ver el trailer me basta.
ResponderEliminarHaces bien. Es lo que tendrĂa que hacer yo. Ver el trailer y luego decir quĂ© me ha parecido.
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