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La soledad de una calle y el adiós a los amigos

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Una querida compañera me expone una idea que a priori, sobre el papel, me parece fantástica: Publicar una serie de artículos de contenidos optimistas, que sirvan como preludio de un futuro de buenas perspectivas. Su iniciativa, que me parece  estupenda, me resulta  difícil de realizar, ya que siempre aparecerán hechos y noticias que  me arrugarán el ánimo y me encogerán el corazón, a pesar de que el mío adolece de lo contrario, según el criterio de mi cardiólogo.

Temo que conforme están las cosas en la sanidad de este país, pueda suceder que en mi próximo control lo hayan cambiado y me encuentre ante un nuevo y estirado profesional salvado de la hoguera de esta Inquisición sanitaria y comunitaria, se crea un Asclepio griego o Esculapio romano, en lugar de un humano “galeno” . Todo dependerá no de su valía profesional, sino de contar con mejor padrino para conservar su empleo y ocupar el del titular anterior, mi ya amigo y siempre admirado doctor Sánchez Gómez.

Mi nueva decepción se acrecienta con el anuncio del inesperado y sentido cierre de un local emblemático en el barrio donde resido: “Los Nuevos  Guerrilleros”, una sucursal de la famosa cadena de zapaterías que se extendió por todo Madrid, no sé si por el resto de España, gracias no solo a la calidad de su calzado, sino a sus precios. Lo que en cualquier sitio costaba diez, allí lo encontrabas por la mitad, sin que el ahorro viniera marcado por la más baja calidad.

Era una referencia y oportunidad tenerlo en los bajos de casa y trabar amistad con encargada y empleados, no solo por la cercana vecindad, sino por que  llegué a ser cliente asiduo de sus indiscutibles gangas y modelos. Los había para todos los presupuestos y gustos. No sé si el cierre será solo el de esta calle o el inicio de todos los que forman ambas cadenas.

CIERRES DE ESTABLECIMIENTOS

Dice una popular copla que algo muere en el alma, cuando un amigo se va. Yo lo hago extensivo a los locales que desaparecen y la sensación de vaciedad, desaliento y pesar que  dejan en el barrio que los vio instalarse y se acomodó a ellos. En un tiempo fueron los tres cines con sus programas dobles y precios populares;¸luego los restaurantes donde solíamos celebrar nuestros eventos familiares, ya que hoy no existe local en toda la calle donde poder reunir a la familia en comida o tapeo.

Hasta para mis bodas de oro tuve que buscar el local en otro barrio ajeno a mi entorno. Los bares que aún quedan han pasado a ser regidos por sudamericanos y chinos y hemos perdido nuestros sabores y costumbres”. 
No puedo amoldarme a los guisos súper cargados de condimentos y especies que no son aptos para mi paladar, ni aconsejables a mi estómago, ya sobrecargado de medicinas.

Varias tiendas de electrodomésticos también han dejado limpio su espacio y lleno de anuncios y propagandas ajenas al negocio sus escaparates. Hasta los bingos han desaparecido del panorama urbanístico. Que ya es raro que cierre un local donde se juega y sueña con dinero y se sale maldiciendo la insensatez y mala suerte.

Hay  una santería, en lo que antes fue una tienda de ropa infantil. Se conoce que como nuestra natalidad ha descendido y solo dan a luz las que llegan a través del Atlántico, en pateras por el Estrecho y los fieles a Mahoma, el negocio también dejó de interesar.

Sin embargo este local de iconos rarísimos, hierbas milagrosas, libros indescifrables para los ajenos a esos ritos y santos cristianos con nombres mayas y conjuros de vudú,  sigue vadeando el temporal pues su público tiene más fe en sus remedios y potingues que en nuestros políticos. El aroma de sus extrañas “mezclas prodigiosas” me llega a través del patio interior, pero en lugar de darme ánimos y optimizarme, me produce unas extrañas y negativas sensaciones.

CEMENTERIO DE PROYECTOS E ILUSIONES

La calle del General Ricardos, en su primer tramo, subiendo a partir de la glorieta de Marqués de Vadillo, se ha convertido en un cementerio de proyectos e ilusiones, donde uno se da perfecta cuenta que el mal endémico que padecemos, digan lo que digan los políticos, no nos lo “quita” ni el mismo “Elegguá”, (en cristiano Niño de Atocha), que es el dios de los caminos, protector de los negocios y luchador contra las injusticias.

Hasta las fruterías han pasado a manos extrañas y nuestros tradicionales productos han dejado su lugar en expositores y escaparates, a otros desconocidos, de los que no tenemos pastelera idea de a qué saben y de donde proceden”.

La pequeña industria, pese a los propósitos de ayuda y protección tan cacareado y no cumplido por los gobernantes, va desapareciendo lenta e inexorable de nuestras calles y aumentan, cómo no, los compradores y prestamistas que intentan arañar hasta el oro de nuestras alianzas.

Mi hijo el mayor tuvo que cerrar su tienda de muebles, pues se dio cuenta que lo poco que hacía se lo repartían entre Hacienda, impuestos, seguridad social, la renta del casero y demás gastos.

Y a pesar de su valía para el negocio desde que era un chaval, tuvo que despertar de su sueño, renunciar a su ilusión y dejar lo que con tanto entusiasmo, esfuerzo y cariño había emprendido.

OJOS NUBLADOS DE DOLOR

Si el gobierno fuera consciente y responsable estos emprendedores optimistas y nada reacios al trabajo, podrían vivir con dignidad y generar beneficios a la comunidad en general. Claro que estos planteamientos no están en la mente de unos políticos que solo piensan en su ego y enriquecimiento.
    
¿Crees admirada amiga que puedo sentir optimismo al escribir con tantas y pesadas losas machacándome? Es sorprendente  lo que puede soportar el ser humano sin perder del todo la sonrisa y dejar un resquicio abierto a la  esperanza que nunca llega. A veces, cuando muere alguien conocido, el “descansa ya en  paz”, se hace más realidad que respetuosa despedida.

 Y para colmo de desdichas, nos vienen estos terribles y dramáticos  accidentes, como el ocurrido en Galicia, que nos encoge aún más el alma y castiga nuestros sentimientos. Ya  uno no sabe hasta cuándo va a durar este duro calvario que nos están haciendo padecer en todas las vertientes.

¿Cómo voy a poder escribir con optimismo si mis ojos están nublados de tanto dolor, mi mente vacía de buenas vibraciones y mis sueños sacudidos por horribles pesadillas?”.


Nos falta la ilusión, estamos perdiendo la esperanza y no nos atrevemos a confiar ni en nosotros mismos, pues estamos hechos un lío y expuestos a cometer unos errores que nos amarguen aún más.
      

3 comentarios:

  1. Señor Arboli,a mi parecer mas que perder la esperanza o la ilusion,lo que hemos perdido es la valentia y la gallardia que antes hemos tenido.Nos hemos transformado en seres indolentes y el" me da igual lo demas mientras yo siga"."Afortunadamente"tienen que pasar desgracias muy importantes para darnos cuenta que tenemos personas al lado que en un momento determinado nos pueden necesitar.Lo hemos visto en Galicia.El materialismo se ha tragado todo.
    Como siempre un placer leerlo.Un saludo

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  2. la química es el único ejemplo que retrata las acciones reacciones y repercusiones de los sucesos que se suceden continuamente en el comportamiento humano
    los elementos se contraen mientras que otros se dilatan u otro suben de temperatura a la vez que otros se quedan frió
    ni que decir tiene uno que el calentamiento global no es el mismo que el calentamiento de los huevos míos que seguros no serán los únicos que sin ser pesimista u optimista y sin pretender ser partícula elemento o sustancia queda al margen de lo que realmente se puede considerar una aptitud ante la vida y no tendré mas opción que actuar por mi naturaleza al igual que tantos y tantos que nos llevara a reaccionar ni un minuto antes ni uno después de que el procedimiento del proceso lo requiera.

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  3. Señor Arboli.
    Debe usted abrir un poco la mente, su escrito suena a rancio con toques xenófobos.
    Aunque le pese estamos en el siglo XXI y debemos adaptarnos a estos tiempos, mejores o peores, que nos tocan vivir gracias a la labor de sus generaciones y las actuales.

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