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Al salir del cine: LOS GATOS SIEMPRE CAEN DE PIE (Atrapada en la oscuridad)

César Bardés [colaborador].-

Las tinieblas son el ambiente que rodea a aquellos que no pueden ver. Esto sería una afirmación demasiado obvia si no fuera porque esas tinieblas también se refieren a aquellas turbiedades que hacen que la gente sea peor, más obtusa, más resabiada, más viva y más oscura. Al fin y al cabo, la oscuridad es su entorno natural y saben perfectamente cómo moverse cuando la luz se pone en fuga. Exactamente igual que un tipo que tiene la mirada ciega de venganza, de odio y de ganas de hacer daño.

Lo cierto es que todo suena demasiado a tópico. La ciega que es poseedora de un secreto que no sabe, los malos que quieren recuperar algo indeterminado, el novio que esconde un pasado más oscuro que la ceguera de una fotógrafo que perdió la vista en pleno Afganistán...Es una puesta al día de Sola en la oscuridad, de Terence Young, con aquella inolvidable Audrey Hepburn reconvertida en una heroína de mayor resistencia y de muchas más agallas.

El resto está más que sabido: una rutina psicológica que ya comienza a ser pan rallado. Bien es verdad que no hay mucha elaboración en la supuesta investigación del secreto. Se entra por las bravas y a repartir cuchilladas. Al fin y al cabo, la ciega es una indefensa del quince y es fácil atemorizar a quien no se puede ver. Es una tía que ha vivido en el engaño pero tiene que saber dónde se esconde lo que quieren los desaprensivos de turno. Lo que no saben estos tipos tan duros es que los gatos siempre caen de pie.



Y es que ella, la chica, la indefensa, la que no ve, es toda una gata con sus siete vidas incluidas. Puede lastimarse la visión o tener algún que otro traspié pero eso no menoscaba su ímpetu de supervivencia que consiste en ir hacia delante antes de que otro te eche hacia atrás. Eso, en parte, esconde las incoherencias de un relato que podría haber sido mejor sin llegar, en ningún caso, a la obra maestra, pero que adolece del empleo de una lógica que llega a pedirse a gritos. Aunque bien es cierto que la cosa no tiene demasiado sentido en algunos pasajes hasta que sabes cómo termina el embrollo. El gato sabe sobrevivir, ya lo creo. Sabe ver en la oscuridad, desde luego. Y sabe pasar de largo ante las amenazas porque él es el verdadero elemento amenazante.

La esperanza era algo que podĂ­a palparse en el aire porque detrás de las cámaras estaba Joseph Ruben, un tipo especialista en pelĂ­culas de “acoso y te vas a enterar” como la mediocre Durmiendo con su enemigo o la más que notable El buen hijo, con aquellos dos hermanos interpretados con maestrĂ­a por Elijah Wood y Macaulay Culkin. Pero, aĂşn teniendo alguna cosita apreciable, todo el conjunto es de una mediocridad un poco vergonzante porque ni siquiera hay unas interpretaciones destacables salvo, quizá, la primera apariciĂłn de Michael Keaton, muy atinado en su vasto repertorio de gestos que se diluyen para amoldarse al clichĂ© de turno segĂşn va transcurriendo la acciĂłn. Es lo que tiene jugársela con gatos, que al final te roban el protagonismo.

Eso sí, la música de Mark Mancina es notable y el ático que resulta ser el escenario de gran parte del enredo es para mí en cuanto lo pongan a la venta. No hay nada más que reseñar. Solo, tal vez, buscar bien entre lo que disfraza la evidencia. Como un argumento consistente pero mil veces visto. Como un montón de tópicos ordenados uno detrás de otro que hacen que todo sea más previsible que el cuento del castillo con princesa encerrada con un dragón. Como un título más que es una prueba de lo poco que se puede llegar a trabajar cuando un actor y un par de entidades oficiales deciden poner pasta para producir algo tan insípido. Mejor cómprense un gato y comprueben si lleva la garantía de las siete vidas. Eso hará que sepan si merece la pena confiar en él.

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