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Salarios

Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Volvemos a soportar, zumbando tras nuestros oídos, el sonsonete de la discusión política sobre los salarios de la clase trabajadora de nuestro país. Tras la victoria de la hiperconservadora de Ángela Merkel en Alemania, a pesar de que el resto de los partidos alemanes, no de izquierdas como se dice, sino situados a la izquierda de esta señora ultraconservadora, tienen mayoría absoluta para desbancarla del poder, muchos comienzan a sacar pecho clamando al cielo sobre los sueldos de los trabajadores y trabajadoras de este país.

Nunca ningún gobierno de la democracia se ha  atrevido a marcar un tope en los beneficios de las empresas, pues a éstas se les suponía un altruismo épico gracias al cual reinvertirían parte de esos fabulosos beneficios en la creación de nuevos puestos de trabajo, amén de aplicarles un sistema fiscal que ya desearía yo para mí.

Nada más lejos de la realidad: el empresario tipo español, como paradigma de empresario generalmente mal formado en las técnicas de mercado modernas, pero superdotado en codicia y ambición personales, aprovechó los años de bonanza para soportar a regañadientes las exiguas reivindicaciones de unos sindicatos desprestigiados por su permanente dependencia de las arcas públicas, mientras se enriquecía a manos llenas, especulando y acumulando capital blanco o negro, que lo mismo daba, por si venían tiempos peores.

REFORMAS LABORALES

Y a las primeras de cambio, ayudados por las generosas reformas laborales del PSOE y del PP sucesivamente, aplicaron primero una reducción incomprensible de sus plantillas, a fin de mantener el capital acumulado en años anteriores, y a continuación, viendo cómo se presentaba el panorama a corto plazo, cerraron directamente sus empresas y se dedicaron a la vida contemplativa, observando con deleite como millones de personas se incorporaban a las colas del paro.

En Chiclana, Polanco se lleva la palma de empresa mimada y cebada por la administración para pasar, de la noche a la mañana, a empresa en concurso de acreedores.

Por desgracia, lo que abunda en nuestro país es ese tipo de empresarios que intentan hacernos ver que somos, dentro de su empresa, como parte integrante de su familia. Eso se llama paternalismo, y en su nombre se nos hace trabajar como negros para, a continuación, tratarnos salarialmente como esclavos.

Lo que predomina entre los empresarios españoles, que nunca abordaron una verdadera revolución industrial, es ese tipo de sujetos que han llegado a la dirección de la empresa por enchufe, que se rodean de otro círculo de enchufados como ellos y/o amiguetes excelentemente remunerados, obedientes y asertivos siempre, mientras aprietan las clavijas laborales y salariales a los que no tienen padrino en la empresa y que son, en realidad, los que sacan adelante el trabajo cotidiano.

COBRADORES DEL FRAC

Así nos luce el pelo. Cuando Alemania tuvo que absorber a Alemania del Este, tras la caída del muro de Berlín, su robusta economía se resintió gravemente. No hubo entonces propuestas de rescates, ni se dictaron leyes urgentes para controlar su déficit y el de Francia, y ningún país miembro de la Unión Europea se atrevió a proponer sanciones para estas “locomotoras” europeas.

Alemania y Francia eran intocables. Nadie vio venir la facilidad con que nos concedían créditos para seguir hinchando nuestra burbuja inmobiliaria, hasta que todo nos estalló en las narices.

Como buenos cobradores del frac, en cuanto nos vimos con la soga al cuello los siempre denostados países del sur de Europa, ellos pusieron la mano para recuperar su dinero, inmediatamente y con altísimos intereses.

Poco le importa a Alemania, tantas veces belicosa con el resto de Europa y tantas veces humillada en sus sucesivas derrotas militares, ese grupo de países del sur a los que siempre se acusa de “vivir por encima de sus posibilidades”.

Ellos se conforman con bajar el desempleo de su país a base de salarios de 400 euros, mientras exprimen al resto de la Unión Europea con sus normas y con su moral metodista y austera.

Angela Merkel no es nadie sin Europa, pues su país se mantiene gracias a las sangrías a las que somete a Grecia, Portugal, Italia, Malta y España, por ese orden. Bastaría dejar de comprarle algunas cosillas para que la potente economía alemana y su boyante exportación se derrumbasen como un castillo de naipes.

CAPITALISMO VICIADO

Aunque para eso hacen falta gobernantes de verdad en esta Europa sumida en el desconcierto y la decadencia, políticos que luchen por los intereses de sus propios países como hace ella, plantándole cara de tú a tú.

Los salarios no se tocan, y eso hay que defenderlo como los católicos defienden sus dogmas de fe. No quiero ni pensar qué clase de revolución se produciría en España si se les tocase la cartera de más de 154 millones de euros a curas y monjas.

De otra parte, si queremos que este capitalismo viciado siga prosperando, se necesitará dinero contante y sonante en las cuentas corrientes de la gente para seguir consumiendo. A pesar de todo lo expuesto anteriormente, los presupuestos generales del Estado para el próximo año van en la dirección contraria.

Por último, tampoco estaría mal que aquellos en cuyas manos está la modificación de las leyes, se sometieran durante una temporada al estricto horizonte del salario mínimo interprofesional. Les aseguro que comprenderían inmediatamente las carencias cotidianas de la gente y se aplicarían a solucionarlas de inmediato.

Lo malo es que desde la peana de los sesenta o setenta mil euros al año por término medio, nunca se comprenderá la angustia de las personas que no llegan a fin de mes. Aunque, rememorando la película “Casablanca”, siempre nos quedarán las elecciones generales…
  
  


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