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Cien días

Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Esta semana se han cumplido los primeros cien días de gobierno de Susana Díaz al frente de la Junta de Andalucía. Es cierto que esta práctica de calificar los primeros cien días de cualquier gobierno de turno supone más un uso periodístico que una valoración real de lo que de sí ha podido dar ese corto periodo de tiempo.

También es cierto que cuando se venden muy caras las expectativas de un nuevo gobierno, sea del color que sea, a medida que se van sucediendo las semanas y todo sigue igual, la gente, que nunca se dedica a contar días, sino que día a día sale a la calle a lidiar con sus propios problemas, se olvida de las promesas que en su día nada concretaron y sigue batallando con sus propias carencias, aceptando como una enfermedad endémica esta continuo baile de políticos que, aparentemente, se expresan de forma diferente unos de otros, pero que suelen acabar sus mandatos con el haber a cero, sin que hayan podido siquiera disminuir el debe.

Los balances políticos hay que hacerlos a medio y largo plazo, y aunque precisamente en Andalucía no se puede decir que se haya producido alternancia alguna de poder durante sus más de treinta años de autonomía, algo que hoy por hoy y visto lo visto yo no deseo ni por asomo, lo cierto es que seguimos siendo la comunidad autonómica situada en el lugar decimosexto de las diecisiete existentes, sólo por delante de Extremadura, lo que no supone precisamente un mérito para nuestros gobernantes.

Y sin perderme en grandilocuentes discursos, creo que en Andalucía se sigue a pie de calle sin comprender por qué durante estas décadas no se han potenciado los verdaderos tesoros que Andalucía encierra. Con nuestro clima, y plantando una cepa entre cada cuatro olivos, nos podríamos convertir en el abastecedor de alcohol para motores de automóviles en Europa.

MALVENDER LO NUESTRO

La energía solar debería ser prioritaria en esta tierra con trescientos días de sol al año, en vez de soportar la sangría permanente de las grandes compañías eléctricas. Nuestras naranjas, que superan ya en producción a Valencia y Murcia, se siguen vendiendo a empresas de estas dos comunidades autónomas a catorce céntimos el kilo, para que ellas las comercialicen a ochenta o noventa céntimos el kilo.

Nuestro aceite de oliva virgen extra, el mejor del mundo, se malvende igualmente a empresas italianas para que ellas lo envasen y lo revendan al triple del precio con que se comercializa en nuestro país.

Y nuestro turismo, clave en el desarrollo de Andalucía, no acaba de promocionarse internacionalmente, a pesar de la gente que nos visita una vez suele repetir porque se queda prendada de nuestro clima, de nuestro patrimonio histórico, de nuestra gastronomía, de nuestros paisajes y de la amabilidad de los habitantes de nuestra tierra.

Pese a todo ello, nuestra sanidad, nuestra educación y nuestros servicios sociales han adelantado en prestaciones, a pesar de los recortes aplicados actualmente, a una serie de autonomías que antes sacaban pecho y ahora, a base de tijeretazos salvajes, apenas esconden sus vergüenzas. Me refiero, por poner algunos ejemplos realmente despreciables, a Cataluña, Madrid, Valencia o Castilla la Mancha, paradigmas desastrosos de privatización de servicios públicos esenciales. 

ACABAR CON EL PARO Y LA CORRUPCIÓN

El paro en Andalucía alcanza ya niveles insoportables y debe convertirse en una auténtica prioridad. Además, debe combatirse promoviendo el empleo público, el único tipo de empleo que garantiza hoy por hoy remuneraciones y condiciones de trabajo justas, porque el escaso empleo privado que actualmente se está creando se consigue bajando los salarios de sus empleados, para aumentar los beneficios de los empresarios, que nos lo venden como competitividad.

La corrupción de los sindicatos debe ser atajada de raíz, al igual que el fraude fiscal, máxime cuando esto viene de largo, y la Junta de Andalucía lo sabe. Si se hiciera un balance del dinero que tanto sindicatos como empresarios han recibido para potenciar supuestamente la formación de los trabajadores, nos llevaríamos las manos a la cabeza ante el manifiesto despilfarro y la falta absoluta de control de los dineros públicos.

De seguro habría salido más barato convertir en millonarios a los escasos trabajadores que obtuvieron un empleo a través de dichos planes. Y hay que dar ejemplo al resto de España poniendo fecha de caducidad a los políticos, para que pasados unos años, vuelvan a sus respectivos empleos o profesiones, si es que las tienen.

Susana Díaz tiene mucha tela que cortar por delante. Lo malo es que las palabras son sólo palabras, se las lleva el viento y nos acaban sonando a más de lo mismo. Si nuestra presidenta consigue hacer disminuir ostensiblemente el paro en Andalucía potenciando las riquezas de nuestra tierra, recibirá el respaldo unánime e incondicional de todos nosotros.

Por el contrario, si el tiempo transcurre y nada cambia, pasará inequívocamente a engrosar la interminable lista de políticos a los que se les llena puntualmente la boca de hermosas palabras, pronunciadas con pasión en todo tipo de actos montados por y para ellos mismos, aunque incapaces, de hecho, de solucionar ni en lo básico los problemas de sus conciudadanos. 


2 comentarios:

  1. ¿A que juegas? Ahora soy socialista, ahora soy de Pagumeros, ahora de la federacioncilla, ahora ...
    Eres como el maestro liendre, que de todo sabe y de nada entiende.
    ¡Que te compre, quien no te conozca!

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  2. Paco estamos contigo VIVA PAGUMEROS UNIDOS

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