Las danzas de la muerte [Memento Mori]
José Antonio Sanduvete [colaborador].-
Cuando los muertos salieron de sus tumbas todos se quedaron boquiabiertos. Hubo exclamaciones de sorpresa, gritos de espanto, carreras desesperadas en busca de escondrijos y lugares seguros.
Cuando los muertos salieron de sus tumbas todos se quedaron boquiabiertos. Hubo exclamaciones de sorpresa, gritos de espanto, carreras desesperadas en busca de escondrijos y lugares seguros.
Luego los muertos comenzaron a danzar.
Eran danzas extrañas, espasmódicas, dirigidas por alguna fuerza
externa a los propios cadáveres. Nadie había visto nunca nada
parecido. Las masas de cuerpos que se agitaban al unísono se fueron
extendiendo, fueron tomando las carreteras, las ciudades, los
parques, fueron entrando en los hogares de los vivos sin pedir
permiso, sin llamar a las puertas.
Cuando los vivos vieron que los
muertos se dedicaban a bailar, perdieron el miedo. Los bailes no
provocan pánico; más bien, despiertan la curiosidad. Los vivos
entonces salieron de sus escondites, de debajo de sus camas, de
detrás de las cortinas, de debajo de las piedras. Se diría que
estaban dispuestos a unirse a la fiesta. Entonces los muertos
pudieron tocarlos.
Si un muerto tocaba a un vivo, se lo
llevaba con él, se hacía con su alma, y el vivo pasaba
inmediatamente a unirse a la danza. Aquel macabro "tú la
llevas" duró lo suficiente para que todo el planeta terminara
bailando al mismo son. Nunca el mundo había estado tan unido, nunca
había sido tan bello, nunca una performance
había sido tan bien ejecutada.
Solo unos pocos
quedaron libres, no obstante, para ser testigos externos del
espectáculo. Fueron aquellos vivos que no tenían alma, y aquellos
vivos que ya estaban muertos. Y no sabían si sentirse afortunados
por haber sobrevivido a la epidemia, o desgraciados por no haber sido
invitados a la fiesta.
Tampoco se
lamentaron en exceso. No estaba en su naturaleza: no tenían alma, o
simplemente seguían muertos en vida...
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