Mi personaje: El Rey

El Rey hablĂł y aparte de buenas intenciones, no dijo nada que pudiera hacernos pensar que Ăbamos a mejorar a corto plazo. Y la espera se hace ya insoportable. Su mensaje, a mi juicio, daba a entender que todo dependĂa del esfuerzo y sacrificio del pueblo y no de la eficacia y honestidad de los polĂticos, a los que parecĂa exonerar de toda culpa.
Un año más nos quedamos esperando algo nuevo y esperanzador y nos encontramos con lo de siempre: una serie de naturales, chicuelinas, de pecho y varias manoletinas mirando al tendido, que en este caso era el papel donde se le iba pasando el texto que debĂa leer, sin que al final se produjera ese cambio de tercio que todos esperábamos y deseábamos. El toro fue devuelto al corral sin haber sido tocado.
Fue como esa felicitaciĂłn que se envĂa por estas fechas y repetimos cada año. Quiso hablar de todo y al final no dijo nada. Cuando un polĂtico de altura se dirige al pĂşblico, lo que expresa no pertenece a su cosecha personal, sino que es la labor de un equipo de expertos, dirigidos por una persona de su máxima confianza y acreditada habilidad en estos menesteres.
El Rey, si acaso, le puede introducir algunas guindas a ese pastel, siempre que se lo permita el gobierno de turno, que en las cuestiones polĂticas le vigila hasta la forma de respirar.
Cuando estuve trabajando en la oficina de Prensa del ministerio de Marina, nos encargaban escribir los discursos del entonces ministro Nieto AntĂşnez, bajo la direcciĂłn del jefe que era capitán de Intendencia y escritor. Recuerdo que nos pasábamos los dĂas previos trabajando sobre el texto en el que se exponĂan los logros, aspiraciones y estadĂsticas sobre nuestra Marina cuyos datos habĂan sido facilitados de antemano. Cada uno aportaba su granito de arena.
Me gustaba saber que ese detalle o frase que me habĂan aceptado, estarĂa en boca del ministro ante su selecta y “engalonada” concurrencia, siempre que pasara airosa el tamiz posterior del propio ministro o su jefe de gabinete.
DISCURSOS QUE NO DICEN NADA
Me figuro que será igual con el del Rey, Presidente del Gobierno y resto de ministros y autoridades de cierta relevancia. Incluso que muchas cosas no serán de su agrado y tendrán que exponerlas. Es difĂcil tirar piedras contra el propio tejado y más aĂşn si está uno en la cĂşspide de la pirámide polĂtica y sabe que van a examinar con lupa, hasta los puntos y las comas.
HablĂł Rajoy tras el Ăşltimo Consejo de ministros del año y como era de esperar, tampoco dijo nada. Hay situaciones y casos que ni se mencionan, porque la astucia del polĂtico recomienda “no meneallos”, aunque haya bobalicones que esperan lo contrario”.
Lo curioso es que los que más se sorprenden ante esta omisiĂłn, son los comentaristas que ya deberĂan estar acostumbrados a que los polĂticos solo dicen lo que les interesa y no les perjudica.
Sobre lo demás corren un tupido velo. Como yo sabĂa que iba a ser asĂ, no me cogiĂł de sorpresa. De todas formas, soy poco amigo de oĂr mensajes y “discurseos” que de nada sirven.
Al final y en su rueda de prensa, solo pudimos sacar en claro que nos suben la luz un 2,3 %, en contra del 11 que reclamaban los buitres de la luminotecnia, que por lo visto le parecen escasos los millones que han obtenido. Hablaban de una subasta de depredadores intentando dejarnos en la alternativa de vivir a oscuras o morir de hambre.
Por lo visto el suspense entre oscuridad o inanición, ha quedado aplazado hasta el mes de abril, por una especie de milagro navideño que ha tocado levemente la sensibilidad y solidaridad gubernamental.
FRASES HECHAS
De lo demás, poco y nada, ni por parte de la Corona, ni de la Moncloa. La primera se esforzĂł en ofrecernos sus buenos deseos, como es lo habitual en estas fechas, sus esperanzas en una mejorĂa econĂłmica y social que le metieron de clavo y no tuvo más remedio que lanzar y una serie de ternuras y consejos más paternales que polĂticos, que al mezclarse con la lluvia de esa noche desaparecieron a travĂ©s de las alcantarillas.
Creo que si el Rey hablara por sĂ mismo, sin imposiciones, ni indicaciones, sus discursos y mensajes tendrĂan diferente contexto. Incluso serĂan más humanos y sinceros al manifestarse ante sus ciudadanos sin máscara y frases hechas y reconocer sus errores y los deslices familiares que tanto daño está haciendo a la InstituciĂłn que representa”.
Es una lástima, y lo digo con sinceridad, el cambio que ha experimentado aquel joven, entonces PrĂncipe, con el que tuve la oportunidad de conversar unas horas de forma amigable y sin protocolo en la finca de Amelia PĂ©rez Tabernero, donde probaba la bravura de una vaquilla el maestro Antonio Bienvenida. Posteriormente y en la misma finca, muriĂł de una cornada este famoso y gran torero.
Hablamos de todo sin tapujos. Él desconocĂa que yo era periodista, pues iba como amigo de Julio, el hijo de la propietaria de la hacienda. Mi fotĂłgrafo, Miguel Garrote, hacĂa su trabajo a una prudente distancia. Cuando don Juan Carlos lo advirtiĂł, preguntĂł quiĂ©n era ese fotĂłgrafo. Le indiquĂ© que iba conmigo y no puso la menor objeciĂłn.
PRĂŤNCIPE ENCADENADO
De hecho cuando le mandĂ© a la Zarzuela una colecciĂłn de fotos como recuerdo, me devolviĂł una de ellas con una cariñosa dedicatoria. La conservo aĂşn. Fue una experiencia muy grata y me di cuenta que podrĂa llegar a ser un excelente rey, si le dejaban desarrollar sus ideas y compromisos y el entusiasmo, la pasiĂłn y el amor con los que hablaba de España.
AsĂ lo indicaba al publicarla, aunque el diario “Pueblo”, donde escribĂa entonces de manera fija, me la censurĂł y no publicĂł, pues segĂşn JosĂ© Antonio Plaza, coordinador de nuestra secciĂłn, Emilio Romero no querĂa publicar en su periĂłdico nada que hiciera referencia a reyes y obispos. Lo hice en otros medios, entre ellos el “DĂgame”, que le dedicĂł su portada.
Luego, cuando Franco nombra a Juan Carlos PrĂncipe de España y sucesor como Rey, va Emilio Romero a entrevistarlo en la Zarzuela y dedica al reportaje la portada y páginas centrales. Ya no era tabĂş. Me inclino a pensar que la censura del artĂculo fue una maniobra de Plaza para no darme ese Ă©xito en las páginas centrales donde publicábamos.
A Juan Carlos lo han manejado quienes nombrados por Ă©l, se erigieron en árbitros de la situaciĂłn e hicieron del monarca una especie de “prĂncipe encadenado” tras los muros de su fortaleza, de la que solo se libra para sus aventuras amorosas como buen BorbĂłn”.
No ha tenido tampoco suerte con sus descendientes y ahora debe estar un tanto desorientado y decepcionado como padre. No eran esas las bodas que Ă©l soñaba para sus hijos. Claro que tampoco ellos tuvieron como mentor al Conde de Barcelona. Si el abuelo viviera otros gallos y gallina habrĂan entrado en la Zarzuela por la puerta principal. Y esto aunque lo callen, está en la mente de todos.
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