“El pisito que nos dejó Franco”

Era poca cosa, nada para tirar cohetes, -hoy sería un cuchitril-, pero sirvió para sacar adelante a la abultada prole de aquel prolífico matrimonio.
Tres en una litera, las niñas en su habitación y otros dos en un sofá cama.
La democracia le llegó y él, -como era habitual por aquellos años-, con sus puertas abiertas la recibió. Se le hicieron reformas. Le pusimos ducha con agua caliente y ganamos libertades. Le colocamos un televisor, ¡en blanco y negro claro! y nos dimos cuenta de que el mundo no terminaba en el horizonte donde se ponía el sol.
“El pisito” vio crecer aquella prole, sufrió sus altercados y vicisitudes diarias, soportó riñas y encuentros entre papá y mamá –sobrellevó como pudo aquel ajetreo-. Cuando llegó Felipe, ya estaba bien amortizado. Por entonces algunos zagales ya ganaban el jornal. Papá y mamá lograban mantener el equilibrio ante tanta zancadilla. Cuando no era Pepito con una rodilla echada abajo, era Manolito con un ojo morado y, ¡cuidado con Anita que no se quedara embarazada! Todo un sinvivir.
De todas formas, no preocupaba mucho esto a los tutores. Con cambiar una norma por aquí y otra por allá, tenemos el código “ético/moral” adaptable a familias con distracciones ajenas a su legado. Otra reedición más del tocho de las normas de convivencias más básicas.
El niño del vecino pintarraquea las paredes a escondidas. Ya por entonces “el pisito” presentaba visibles deterioros y se empezó a quedar pequeño para algunos de sus miembros. Los altercados se hacían habituales e incluso descaradamente desapercibidos para el resto de la familia.
La administración del inmueble presentaba innumerables complicaciones, a veces en su contenido, más que en su continente. La democracia interna no dejaba títere con cabeza. El hecho de que Andresito de 11 años pudiera, democráticamente, tomarse la libertad de llegar a casa pasada la media noche, no hacía que la gestión del hogar fuese de color de rosa.
BUITRES DE ALCOBAS DE LUJO
La prole andaba por esa edad “tan mala”, como gusta denominarla al populacho. Esa edad en la que se está pero como si no. Periodo de mirarse al ombligo y ser todo lo ambicioso como tu entorno te permita.
Las hipotecas se pusieron de moda y todos aquellos que tenían una nómina que presentar al banquero, se embarcaban en un crucero “fascinante” en el que podían acabar ahogados en alta mar. Los dueños del capital, (aristócratas, políticos felones, corretajistas de medio pelo), se meten a banqueros, y los que no lo tienen –el capital-, para poder tener al menos un techo donde cobijar a su progenie, se disponen a incrementar el poder económico de aquellos buitres de alcobas de lujo.
Los papás se relajaron o tuvieron que trabajar ambos para sufragar los costes de aquellas “operaciones bancarias”.
Pepito se tomaba el colacao solo, -si se lo tomaba-, quiero decir…, que el resto de la familia iba “a su bola”. Andresito podía estar en la calle hasta altas horas de la noche, aunque al otro día suspendiera el examen de ciencias y Martita enseñaba clases de anatomía al vecino del 2º B.
El pisito que tan descuidado y maltratado se encontraba, por el ajetreo de las últimas décadas, hubo de cambiar de gestor -o sea-, papá y mamá, por necesidades de la vida tuvieron que ir a vivir con los abuelos. Los nuevos administradores se pusieron manos a la obra para poder dejarlo en estado de “habitabilidad” lo antes posible. Le colocaron puertas que ya no había, enlucieron paredes y hasta sanearon las alcantarillas. Todo para que sus inquilinos pudieran llevar una vida más sosegada.
Le costó a la comunidad y vecinos dinero y sobreesfuerzos para volver a adecentar el hogar. Se crearon nuevas normativas en el colectivo, para volver a poner las baldosas sueltas en su sitio, tapar los arañazos de las paredes etc. Pero después de un tiempo todo había merecido la pena. De nuevo el residencial comenzó a gozar de “buena salud”.
AGRAVIOS Y DESAFUEROS
A aquellos “chicos del colacao” a solas, les tocaba administrar sus vidas. El hijo mal tutelado o sobretutelado -hasta despojarlo de vida propia-, se tenía que echar a la mar de lo desconocido sin saber remar –tristemente, siempre habían remado por él-. De ahí que en nuestros días haya tanto “niño del colacao” que se haya convertido en “cuarentón del cocacola” (con ron), y sigan viviendo bajo el mismo techo de sus ancianos padres, ¡que por cierto!, todavía no han liquidado la hipoteca de su residencia.
“El pisito”, erguido sobre sus vastos cimientos, empezaba a tambalearse y daba muestras de flaqueza. Hoy el niño del vecino ya no pintarraquea las paredes, prefiere apedrear los vidrios de las ventanas sin ningún pudor y a plena luz del día.
Son ya muchos años de agravios y desafueros, no sabemos si aguantará la sacudida diaria de los cuatreros de guante blanco. Esos que vienen a alicatar y dejan debajo del azulejo las tuberías corroídas que reventaran de un momento a otro, como esos pintores que dan esas manos de pintura tan bonita, dejando debajo “la calicha” de cal sin rascar.
Es desolador pensar, que aquello que un día fue “hogar”, hoy se convierta en “antro” y ruina. Que todas las buenas intenciones y esperanzas de esas personas maravillosas -que haberlas haylas-, hayan servido para llenar las sacas de cuatro, cuarenta o cuatro mil mangantes.
No es justo que nuestros jóvenes piensen que es mejor “acosar” al profesor la última semana de clase para conseguir el aprobado, que estudiar y esforzarse durante todo el curso. La ley del mínimo esfuerzo tiene que ser derogada inmediatamente”.
CONTENIDO Y CONTINENTE
Si solo te levantas de la cama para trabajar (quien tenga trabajo), comer y cagar, algún día no muy tardío, no tendrás cama donde dormir, ni comida en el plato y menos aún, heces en las tripas que defecar.
El individuo moderno y libre que muchos creen ser, -sin saberlo-, se afana día a día por hacerse más esclavo y dependiente de todo lo que le rodea -prueben si no, a dejarles sin teléfono móvil durante un par de horas-. Enhorabuena a los psicólogos, porque de ellos será el reino de los descerebrados.
Cuando inconscientemente le decimos a alguien que muestre un comportamiento natural ante situaciones en la vida, le decimos que sea él mismo, cuando todos sabemos que es imposible. Nadie es él mismo. Todos somos lo que somos. Nuestro pasado con sus circunstancias. Esos genes transmitidos con arañazos y dentelladas.
Nuestro “pisito” se quedó pequeño para muchos y, mal “diseñado” para otros. Las reformas futuras terminarán dejándolo en una “choza”, donde hasta el perro, si lo desea, se cagará donde le plazca, sin que nadie ni nada pueda impedirlo. Mis felicitaciones, queridos “administradores”, que careciendo de la más mínima ética y la máxima caradura, no os importó que el “contenido” demoliera el “continente”.
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