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Transparencia

Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Treinta y dos años. Treinta y dos años han hecho falta en AndalucĂ­a para proponer y llevar al Parlamento una ley de transparencia polĂ­tica. Un poco tarde, ¿Verdad? AquĂ­ no valen paños calientes. Ya está bien de farsas: vivimos en una Comunidad AutĂłnoma que, en su dĂ­a, demostrĂł su coraje y su concienciaciĂłn polĂ­tica tirándose a la calle para conseguir un estatuto de autonomĂ­a en pie de igualdad con otras que se autodenominaban histĂłricas y que pretendĂ­an, de manera soterrada y torticera, conseguir privilegios econĂłmicos y polĂ­ticos sobre las demás.

No obstante, nuestros gobernantes nunca han estado a la altura del pueblo al que gobiernan. Todo el mundo sabe que, a pesar del enorme salto adelante experimentado por la economía andaluza durante este periodo de más de treinta años, no hemos conseguido abandonar el penúltimo puesto en el ranking de renta per cápita en España.

Y todo el mundo comparte igualmente que no sólo no se han sabido aprovechar nuestras potencialidades de futuro durante este largo periodo de gobierno monocolor, únicas por nuestra envidiable situación geoestratégica, sino que los antiguos caciques han sido sustituidos, de una u otra forma, por una pseudo casta de mediocres, más preocupados por la continuidad en el disfrute de sus prebendas políticas y económicas que por el bienestar de las personas a las que representan.

El balance de todos estos años, por tanto, resulta, cuanto menos, pobre. Todo ello a pesar de que la ciudadanía andaluza ha respaldado siempre con sus votos a los sucesivos gobiernos socialistas, a excepción de las últimas elecciones autonómicas, en las que, a pesar de ganar en votos, el Partido Popular se vio obligado a dejar paso a un gobierno de coalición entre PSOE e Izquierda Unida.

He de confesar que, por una parte, muchos respiramos aliviados cuando, por fin, perdimos de vista como contrincante a nuestro compatriota Javier Arenas, prototipo donde los haya de señorito andaluz, aun cuando sus lazos familiares lo unen indisolublemente al PSOE.

GRANERO DE VOTOS

Sin embargo, no lancemos las campanas al vuelo: para el Partido Popular, AndalucĂ­a sigue y seguirá siendo un territorio clave a conquistar por el permanente granero de votos que supone en el conjunto de España. E intentará, de una manera u otra, socavar los cimientos de nuestra tierra, sea como sea,  hasta conseguir el poder.

Si la ley de transparencia que ahora se propone hubiese sido aprobada en la primera legislatura socialista en AndalucĂ­a, habrĂ­a supuesto realmente un antes y un despuĂ©s en lo que a coherencia polĂ­tica se refiere. Lo cierto es que, frente a la  ideologĂ­a, lo que sigue prevaleciendo es, por desgracia, el oportunismo polĂ­tico.

Así, todos aquellos que han llenado sus bolsillos de billetes durante las últimas décadas y que no habrían permanecido más de una legislatura en el ejercicio de la política, si esta ley se hubiese aprobado en 1982, se rompen hoy la camisa defendiendo la necesidad de una ley en la que ellos no creen pero que, visto lo visto, y teniendo en cuenta la interminable lista de políticos corruptos e implicados en el amplio abanico de supuestos contemplados por el manual básico de la corrupción, hay que sacar ahora a pasear como se sacan a la calle las procesiones en Semana Santa.

No sĂ© ustedes, pero hace ya mucho tiempo que yo he dejado de fiarme de esta gente que cambia de chaqueta como quien cambia de peinado. Los tenemos alrededor, los conocemos con nombres y apellidos, sabemos de sus continuos trapicheos para pasar de un puesto polĂ­tico a otro, del Parlamento Andaluz a empresas de la Junta de AndalucĂ­a o a cualquier otro organismo oficial, o viceversa, sin que se les conozca aptitud especĂ­fica alguna, salvo la de ser “polĂ­tico de carrera”, chico o chica para todo, siempre que se respete aquello que reza: “Y de lo mĂ­o, ¿QuĂ©?

QUE NO INTENTEN ENGAÑARNOS

Por mĂ­ pueden sacar cuantas leyes de transparencia quieran estos padres de la patria, ya que de un club de tahĂşres sĂłlo pueden esperarse trampas y, además,   porque cualquiera con dos dedos de frente sabe que, precisamente ellos, han aprendido a forrarse de plomo para volverse opacos, a fin de que no podamos adivinar sus vergĂĽenzas, ni siquiera a base de radiografĂ­as.

La política ha significado, desde la antigüedad, ese tímido intento de ordenar la polis, la vida en sociedad, organizando los servicios comunes, compensando desigualdades, apoyando a desfavorecidos y débiles frente a los poderosos. El oficio de político, sin embargo, nunca ha sido honorable, aun cuando haya personas honorables que se dediquen a la política.

Y aunque Ă©stos Ăşltimos son la excepciĂłn de la regla, lo cierto es que el poder siempre corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Que mientan cuanto quieran y que sigan aparentando lo que no son. Pero, por favor, que no intenten engañarnos. 







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