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Religiones


Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Es frecuente escuchar en los corrillos callejeros comentarios más o menos subidos de tono criticando con pasión el rapto de esas más de doscientas niñas en Nigeria, cuyo único crimen ha consistido en asistir a la escuela para aprender, entre otras muchas cosas precisamente, el nefasto montaje y la determinante influencia en sus vidas presentes y futuras que las religiones suponen para ellas.

Hace falta remontarse a tiempos históricos anteriores al cristianismo para darnos cuenta de que el culto a numerosas divinidades, muchas de ellas femeninas, fue arrasado sin piedad por las religiones monoteístas y esencialmente machistas (Yavé, Jesucristo y Mahoma) como el judaísmo, base del cristianismo actual, el mismo cristianismo y el islam.

Me refiero especialmente a esas religiones que forman parte de nuestro acervo cultural, por proximidad geográfica y por implantación mayoritaria en nuestra sociedad. Dejo a un lado, por tanto, creencias religiosas tan importantes como el budismo, el sintoísmo o el hinduismo, dado que estas tres últimas se practican mayoritariamente en lo que conocemos como lejano oriente.

Ni que decir tiene que la generalización de estas tres corrientes religiosas relegaron a la mujer, desde sus comienzos, a un plano absolutamente secundario, servil y despreciable. Se acabaron definitivamente las diosas de la fertilidad prehistóricas, las sacerdotisas griegas o las vestales y matronas romanas, que gozaban de un prestigio y respeto social envidiables hoy en día.

Todas estas religiones pasaron rápidamente de unos comienzos basados en la fraternidad, en el perdón y en el estoicismo frente al daño provocado por terceros, a ser instrumentos sanguinarios en la defensa de sus ideas en cuanto fueron abrazadas mayoritariamente por las sociedades de su tiempo.

MANOS MANCHADAS DE SANGRE

Las cruzadas, la guerra santa, la inquisición o el monopolio en las transacciones económicas y la usura, practicadas estas últimas por los judíos, ofrecieron un panorama absolutamente deformado de la esencia de estas tres creencias religiosas. Se aplicó a rajatabla durante cientos de años aquello de que “Si no estás conmigo, estás contra mí”.

Y se perpetraron durante siglos matanzas por uno y otro bando y “limpiezas de sangre” que dejan a la altura de una simple anécdota el secuestro de estas infelices, para las que nunca ya nada será igual.

No sé si realmente alguna religión de las muchas que prometen paraísos en el más allá supone una opción verdadera. Lo cierto es que en el más acá, en este mundo en el que nos ha tocado vivir, y que representa la única realidad que conocemos, sólo han demostrado ser fuente de desgracias y de corrupción.

Se han asesinado a lo largo de toda la historia de la humanidad a más personas por motivos religiosos que por cualquier otra causa, atesorando sin límite riquezas y tesoros. Y aunque sea ahora el integrismo islámico el que enseña sus dientes con saña, el que adquiere protagonismo mediático con fiereza, todas las religiones tienen las manos manchadas de sangre, de sangre en abundancia, de sangre inocente.

Los antepasados de esos mismos cristianos que hoy se escandalizan con los excesos de ese integrismo islámico trasnochado y publicitado al segundo por las nuevas tecnologías, fueron los que expulsaron a los judíos y moriscos de España, los que exterminaron por cientos de miles a los indígenas de América, haciéndolos trabajar de sol a sol en las minas del oro y la plata que el Imperio de los Austrias necesitaba a manos llenas, o los que esquilmaron el continente africano conjuntamente con portugueses, holandeses e ingleses, con la trata secular de esclavos, y posteriormente con la explotación sistemática de sus valiosísimas materias primas, sumiéndolo para siempre en la miseria y la pobreza.

APRENDER PARA SER ELLAS MISMAS

No seré yo quien desee ningún mal a esas pobres chiquillas, cuyos únicos pecados han consistido en dos, esencialmente: ser mujeres y, en segundo lugar, querer estudiar para aprender a pensar por ellas mismas, sin más mentiras, sin más ablaciones de clítoris, sin necesidad de misa diaria, sin tener que ir tres pasos por detrás de los hombres, para poder tomar el protagonismo de sus cuerpos y de sus mentes. Seguramente el daño que ya se les ha producido resultará irreversible.

Y no tengo por menos que señalar con el dedo a todos esos politicuchos del tres al cuarto, repartidos por el mundo entero, que permiten que sucedan cosas como ésta y que no son capaces de encontrar a estas niñas inocentes ya, ahora, para, a su vez,  masacrar sin piedad a sus raptores.

Al final, todos contemplamos, impotentes, cómo en un planeta entero cargado de armas, de dispositivos electrónicos que podrían encontrar una aguja en un pajar, de satélites que nos espían día y noche, estos desgraciados que nos gobiernan en cualquier parte del mundo, no son capaces de localizar y salvar entre todos a estas chiquillas de las garras de un imbécil que se cree iluminado por Alá.

Mientras tanto, más de las cuatro quintas partes de la población mundial siguen creyendo a ciegas en sus respectivas religiones. Además, todos están convencidos, para colmo, de que la suya es la religión verdadera. Es para volverse loco.
   

1 comentario:

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