Gallardón, inútil

 
Francisco M. Navas [colaboraciones].-

La definición exacta de inútil se aplica a personas, animales o cosas que no son útiles. También se aplica, de manera figurada, a aquellas personas que, o bien todo lo tuercen, o son incapaces de llevar a cabo ningún proyecto a buen término por simple que sea.

Gallardón, anteayer flamante ministro de Justicia, reconoció públicamente su inutilidad al manifestar en rueda de prensa que no había sido capaz de convertir su polémico proyecto de Ley de Aborto, que él denomina como “…de los derechos del no nacido y de la defensa de las mujeres embarazadas” o algo así.

Quien tenga algo de memoria, al repasar a fondo la biografía de Gallardón se dará cuenta de que siempre ha sido lo que conocemos como un enchufado. Enchufado, y del Opus Dei, menudo cóctel. Comenzó de la mano de su papá, cuyos tintes autoritarios y sus bocinazos se dejaron oír en el Congreso de los Diputados hasta su muerte.

Fue su padre quien le buscó un buen padrino, el señor Fraga Iribarne, sí, ministro del Interior durante la dictadura del general Franco, el que puso ametralladoras y dio la orden de disparar a una manifestación pacífica de carlistas en Montejurra, ese, el del baño en meyba en las costas de Almería cuando cayeron aquellas bombas atómicas en el mar, el de la famosa frase “la calle es mía”.

El que disolvió Alianza Popular porque sabía que nunca podría ganar con su turbio y sangriento pasado unas elecciones generales, el mismo que realizó una refundación  de su partido con sus propios militantes, más los residuos de la UCD, más Fuerza Nueva y otros grupúsculos neonazis, a los que integró en la gran derecha española, que pasaría a llamarse Partido Popular. 

LA GRAN ESPERANZA BLANCA

A Gallardón se le llegó a conocer como la gran esperanza blanca. Aparentemente culto, aparentemente educado y siempre sonriente, aparentemente moderado y en ocasiones rayando el progresismo, con su charloteo de niño pijo progre vendió una imagen de sí mismo que despertaba orgullo y admiración en los suyos, y envidia cochina en sus adversarios políticos.

Ahora bien, gestionar, lo que se dice de gestionar, de eso, nada de nada. En ninguno de sus innumerables cargos ha sido un buen gestor, de ahí el título de mi artículo. Entre obras faraónicas y proyectos multimillonarios que ya pagará el que venga detrás (Ana Botella), ha dejado a la Comunidad de Madrid y a su Ayuntamiento ahogados en deudas.

Sus continuas pataletas con Esperanza Aguirre, que lo supo entender, fueron portada durante meses de todos los diarios. Porque mientras él era el enchufado, Esperancita, que también tiene lo suyo, siempre ha sabido rodearse de incondicionales que la auparon y la auparán donde ella quiera.

La diferencia salta a la vista: mientras ella siempre ha estado donde quería estar y ha hecho como que pasaba a un segundo plano político cuando le ha dado la gana, mientras los suyos rugen pidiendo su vuelta a la política activa, él, el enchufadito, siempre ha estado donde le han puesto y más de una vez le han dado con un canto en los dientes.

NAVAJA BARBERA

Todo un consejo de ministros con D. Mariano al frente, aprobó la que nunca será la Ley del Aborto Gallardón. El ministro de Interior, otro facha de no te menees, hasta anteayer defensor a ultranza de Gallardón, anda desaparecido en combate.

Supongo que en su secta le habrán convencido de que todo esto es por voluntad de Dios y que cuando vienen mal dadas, resignación, que bastante ha chupado el nene del bote durante treinta años, y a dedicarse ahora a la familia, que es lo que tenía que haber hecho antes.

Supongo que, como de ahora en adelante tendrá mucho tiempo libre para reflexionar, esperará pacientemente desde su voluntario retiro político a que venga algún amiguete influyente y le ofrezca alguna cosilla, algún puestecito especialmente diseñado para inútiles.

Y mientras se tome un cafetito en la Plaza Mayor con otra de las defenestradas, su amiga Ana Botella, y su recién degradado amigo Rouco Varela, se le torcerá la sonrisa en mueca acordándose de su íntimo amigo Mariano, D. Mariano Rajoy, al que ayer elogió hasta la saciedad mientras se pellizcaba internamente las tripas maldiciéndolo, y se le escapará, tal vez, una lagrimita rememorando cómo su último mentor sacó la navaja barbera y lo degolló pública y políticamente sin que le temblara el pulso.

INÚTILES

Sólo los inútiles se rodean de inútiles. Y D. Mariano sabe mucho de eso. Pero él es un gallego de pura cepa, no un pijito hijo de papá, y ha tenido que tragar quina en su partido para estar donde está. Hasta tuvo que casarse de prisa y corriendo, por aquello del qué dirán. Aunque esa es otra historia.

Y cuando algún día no muy lejano, escribamos la larga y dilatada trayectoria del presidente de gobierno que tuvo el mérito de convencer a más de once millones de españoles prometiéndolo todo, para acto seguido no cumplir nada y hacer exactamente lo contrario, sumiendo al país en la ruina, y contemplen cómo se ha convertido en el único presidente de gobierno de la democracia española que no será reelegido (espero) para un segundo mandato por inútil, nuestro amigo Gallardón, Ana Botella, Rouco Varela y, por qué no decirlo, hasta el mismísimo Aznar se reirán a carcajadas para, a continuación, tornar su risa en dolorosa mueca, preguntándose cómo semejante persona pudo llegar a ser presidente del gobierno de un país tan extraordinario como España.