El secreto de un buen matrimonio (II parte)
Félix Arbolà [colaboraciones].-
Con ocasiĂłn de la publicaciĂłn de mi artĂculo con este tĂtulo, he recibido por correo y personalmente comentarios y crĂticas favorables y adversas Muchos me han indicado que no he profundizado lo suficiente en un tema de tanta importancia. Me han pedido que insista en el mismo y lo haga con razones y argumentos más explĂcitos y no expuestos entonces.
Yo del matrimonio solo puedo hablar con agradecimiento y cariño, ya que a esta institución sacramental o laica, en mi caso la primera, le debo la mejor oportunidad que me ha ofrecido la vida desde que aterrice en ese bello pueblo tan blanco y acogedor llamado Chiclana de la Frontera, en la provincia gaditana.

Me casĂ© enamorado y gracias a la paciencia de Maribel en soportarme, sigue siendo el gran amor de mi vida. He tenido una actividad muy callejera, con nocturnidad y alevosĂa, ya que ejercĂa el periodismo en los escenarios donde transcurrĂan las aventuras nocturnas de la vida artĂstica y social madrileña.
LIBERTAD DE ESPACIO
Jamás ha pasado por mi cabeza la idea de dejar a mi mujer para vivir unos momentos de pasiĂłn con la más rutilante estrella del momento y he tenido oportunidades que he logrado vencer, pues sabĂa lo mucho que me jugaba. He podido tener mis flirteos sin importancia y hasta sentirme atraĂdo fĂsica y momentáneamente por alguna belleza, ya que estar casado no significa estar castrado, pero nunca he llegado más allá de lo que podĂa considerar un serio peligro para mi convivencia y seguridad matrimonial.
He tenido tentaciones y hasta ofrecimientos, de esposas o hermanas de compañeros y amigos, atraĂdas por la ayuda que podĂa proporcionarles en ese momento para sus aspiraciones artĂsticas o ansias de fama. Eran mis más firmes rechazos y las primeras con las que cortaba de raĂz porque no querĂa hacer la ofensa y el

Hoy es normal, lo vemos hasta en nuestros propios Reyes, que algĂşn dĂa a la semana el matrimonio salga por separado con sus amigos y ambos se diviertan a su manera, sin que tenga que haber nada ofensivo por medio. Simple libertad de espacio. En mis años jĂłvenes no era normal esta libertad individual de la pareja, entre otras razones, porque dos personas que se quieren y están enamoradas, desean estar juntos el mayor tiempo posible.
Recuerdo que cuando por cuestiones profesionales me mandaban a un viaje, en lugar de utilizar la primera clase, lo hacĂa en segunda y me llevaba a mi mujer. Mi idea era que si lo pasaba bien, era mucho mejor que ella me acompañase y participase de la diversiĂłn y el aliciente, porque lo gozarĂa por partida doble y si me pasaba algo, tambiĂ©n era deseable que ella estuviera a mi lado para aliviar en lo posible el percance.
PRESUMIR DE MUJER HASTA EN MISA
Hoy esto ha quedado obsoleto y los matrimonios, aunque se quieran, pasan separados un dĂa libre con amigas o amigos, sin que ninguno de ellos se sienta molesto. Son costumbres que los de pasadas

Yo he ido con Maribel a todas partes, incluso a entrevistar a una figura, cócteles en embajadas y en las productoras o asistir a un estreno en su noche de gala. Ella conoce a todos mis amigos, compañeros y muchos de los artistas que traté. Me ha gustado presumir de mujer hasta en la misa de los domingos.
No he sido un santo, pero cuando me vaya me irĂ© tranquilo de que al menos la promesa de amor y fidelidad que le hice ante el altar la he cumplido hasta el final. Hay hasta locales para intercambio de parejas, reuniones donde unos y otras van a ligar sin importarle lo más mĂnimo los sentimientos que están vulnerando en esos momentos.
FIDELIDAD
¿Hasta dĂłnde vamos a llegar? Nadie lo sabe. Ni mucho menos le pone freno. Si hasta cuentan sus infidelidades en la televisiĂłn por un puñado de euros sin que les importe, cohĂba y avergĂĽence que se enteren sus propios hijos, familiares y el quĂ© dirán las “piadosas” lenguas del vecindario.

Se ha perdido, vuelvo a insistir, el respeto a la dignidad y la fidelidad del matrimonio y en gran parte son ellas mismas, no todas, sino las “zorras” que van disfrazadas de ovejitas, las que van a la caza y captura del hombre sin sentir el menor remordimiento ante el daño irreparable que pueden causar, porque necesitan al macho que, por lo visto, no tienen en su casa.
Lo siento pero esto no es amor, ni la realidad nada tiene que ver con el verdadero matrimonio. Al final, adulterios, separaciones e hijos vĂctimas inocentes y mal ejemplarizados, que son los que más lo sufren y en los que más repercuten.
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