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Chiclana tiene un don especial


Félix Arbolí [colaboraciones].-

Hay una ciudad donde aĂşn se puede vivir y respirar sin grandes sobresaltos y admirar unas puestas y salidas de sol tan impresionantes,  que gozan justa fama entre propios y extraños.  Jamás he visto atardeceres y amaneceres con esa insĂłlita combinaciĂłn de colores, que van del azul al rojo, pasando por el ocre y amarillo, segĂşn las horas, que  nos fascinan e impresionan  a lĂ­mites hasta entonces insospechados.

Un lugar donde campo y playa en armoniosa convivencia, mezclan los aromas de pinares, eucaliptus, romeros y tomillos con la brisa y el salitre procedentes de la mar, formando un idĂ­lico paisaje poco prodigado en nuestras costas. Algo increĂ­ble en una tierra que tuvo sus inicios y alcanzĂł su esplendor antes que el hombre empezara a razonar humanamente. 

Cádiz, salada claridad machadiana, la ciudad más antigua de Occidente, trimilenaria, fenicia y romana, nunca dominada por foráneos invasores en cuestiones bĂ©licas,  precursora de una cultura que se adelantĂł en muchos siglos a otros lugares que hoy empuñan ufanos la antorcha de la civilizaciĂłn, tiene más de cien localidades, villas y ciudades, que forman el conjunto más veterano de todo Occidente  y muchos del Oriente.

Y entre todos ellos hay uno donde la Prehistoria está tan unida y entroncada con la Historia que no se puede precisar dĂłnde acaba una y empieza la otra, pues realidad y fantasĂ­a están tan enlazadas que no es posible distinguir entre la verdad y la leyenda.  Un paraĂ­so perdido, como el famoso de Milton, que aĂşn está por descubrir en su mayor parte. Y el futuro me dará la razĂłn alguna vez, aunque yo no lo vea.



MI QUERIDA TIERRA NATAL

Recibo unas veinte fotos diarias que me muestran mi querida tierra natal donde me ofrecen la visiĂłn de sus edificios, calles, rincones agrestes, amaneceres y anocheceres y todo tipo de figuras populares más o menos destacadas y cuando significa la vida en esa urbe. Debe ser el pueblo más fotografiado y difundido de todos los de España. 

Conozco su quehacer diario a travĂ©s de crĂłnicas, escritos y noticias que me llegan puntuales, a veces contada desde distintas perspectivas, segĂşn el criterio y  manera de pensar de sus remitentes. Se de sus obras de teatro representadas por figuras que ilustran las carteleras madrileñas, aunque aquĂ­ nos cueste media paga semanal pasar por la taquilla.

Me entero  de sus conciertos, espectáculos artĂ­sticos, fiestas flamencas, presentaciĂłn de nuevos libros y todo cuanto sucede a ambas orillas de mi querido y entrañable rĂ­o Iro. Se más de cuanto sucede que muchos de los que viven allá,  porque me mueve el cariño, me duele la ausencia y me persigue el recuerdo y la añoranza, que el residente no tiene por quĂ© sentir. 
Estoy al tanto de vuestras fiestas religiosas, procesiones, festejos populares, cumpleaños, nacimientos y defunciones. Algunos de amigos y conocidos. Hasta las dichosas obras del tranvía y el cabreo de los comerciantes de la zona. Lo que más alabo es que no me manden una sola foto con campos de golf y urbanizaciones que desentonan en ese conjunto rural y recoleto, que yo tengo en mis retinas y se halla enquistado en mis sentimientos.

CARGADORES DE MALETAS

Quiero a Chiclana, pero a ese pueblo de viñas y bodegas. Recuerdo que cuando escribĂ­ mi primer libro en 1973, contaba con noventa y seis, declaradas como industrias y hoy no llegarán a las doce. La Chiclana artesanal y famosa en el mundo entero, con sus inigualables muñecas de ese pequeño gran hombre y mejor amigo, que tan orgulloso me sentĂ­a en mis viajes cuando veĂ­a en los más elegantes escaparates “MarĂ­n. Chiclana. España”. 

Es como si hubiĂ©ramos hipotecado nuestra alma y vendida nuestra tradiciĂłn al primer  “guiri” que apareciĂł por esa maravilla natural y mediante un fajo de billetes, que parecen sacados del ”monopoly” se quedĂł con nuestra tierra, su gracia y su esencia y la convirtiĂł en espacio exclusivo de visitantes privilegiados que en nada la estiman y a los que encima les llevamos las maletas.

Ya me lo advirtiĂł don Pedro Collantes: “Cuando esto se ponga de moda con el turismo, nadie querrá atender al campo, las viñas y las bodegas y acabaremos con nuestra riqueza natural, cargando con las maletas de los nuevos propietarios”.

Por favor, no cambiĂ©is más vuestra manera de ser, ni dejĂ©is que os manipulen unos y otros. Hay veces que es mejor vivir modestamente, pero con dignidad, que vivir  esperando que nos dejen participar de sus sobras  y migajas.



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