Chiclana y el IBI

Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Vayan preparando los bolsillos, porque comenzamos a sufrir de nuevo las consecuencias del cambio en el gobierno municipal. La cantinela suena a manida, porque cada cuatro años es la misma: “Hemos encontrado las arcas vacías, el anterior equipo de gobierno no nos ha dejado más que deudas, la economía municipal es insostenible, etc, etc, etc”.

Bien. Perfecto. Usted, ciudadano de a pie, se levanta todas las mañanas, acude a su trabajo, si lo tiene, paga religiosamente sus impuestos, porque no le queda otra, intenta llevar sacar adelante una economía doméstica en la que, si entran cinco, usted se gasta cuatro, y si entran veinte, usted procura gastarse dieciocho, por si surge un imprevisto económico al que hacer frente.

Nuestros gobernantes no. Si recaudan cuarenta, se gastan cuarenta y cinco y se endeudan por otros cinco para sacar ante nosotros pecho, dilapidando nuestro dinero en obras absurdas como el inservible Centro de Salud de los Gallos, montando festejos que nos cuestan el dinero a todos y de los que los únicos beneficiados son los empresarios, pavimentando y repavimentando calles y plazas del centro, sólo del centro, una y otra vez.

Como la escandalosa remodelación de la Plaza de las Bodegas, cuya solería sólo contaba con cinco o seis años de antigüedad, pero claro, aquello parecía más la solería de un cuarto de baño que de una plaza sobre la que se desploma el sol inmisericorde trescientos días al año, o como el magnífico y desierto parking de la Plaza Mayor con un no menos inefable y desierto edificio adjunto con el cual no saben qué hacer.

LA MITAD DE LA POBLACIÓN SIN AGUA POTABLE

Podría seguir nombrando mil y una barbaridades de esta ciudad que no deja de asombrarme, a pesar de llevar viviendo en ella once años. Una nominada Ciudad Europea del Deporte, que no es poco, lo cual supongo que volverá a dejarnos un balance económico negativo, que sin embargo no ha sido capaz de dotar de agua potable a cuarenta mil de sus más de ochenta y cinco mil habitantes.

Una ciudad que monta una pista de hielo, cómo no, en el mes de diciembre, y que lo pone todo patas arriba con las interminables obras de un tranvía cuya rentabilidad ya se cuestiona incluso antes de entrar en funcionamiento, y de la que sus gobernantes son incapaces de impedir los cortes de suministro eléctrico en muchas zonas cuando caen dos gotas.

Comprendo perfectamente la desesperación del señor Guerrero, concejal de Hacienda, a quien muchos estimamos personalmente, cuando descubre y toma conciencia del berenjenal en que se ha metido. ¿Qué se le puede pedir a una ciudad en la que se han tumbado tres Planes Generales de Ordenación Urbana, por culpa de los cuales se han estado pagando Impuestos de Bienes Inmuebles por terrenos sin ningún tipo de servicios como si pertenecieran al Novo Sancti Petri?

¿Qué se puede decir de una casta política que durante cuarenta años no han hecho más que agravar los problemas de esta ciudad, permitiendo y propiciando que su próspera economía agrícola fuese sustituida por otra muy distinta, basada en el pelotazo urbanístico y en la burbuja inmobiliaria, la cual, al reventar, se ha llevado por delante a toda la industria auxiliar basada en el ladrillo? Menos mal que se mantiene el turismo, con permiso del levante.      

QUIEN  DESPILFARRE QUE CORRA ÉL CON EL GASTO

Algunos dicen que no es hora de buscar culpables. Pues claro que hay que buscar a los culpables de todo este desbarajuste, aunque sea para impedirles cometer de nuevo las mismas barbaridades a costa del dinero que recaudan de nuestros bolsillos. ¿Es acaso un crimen pedir algo de cordura en todo este despropósito?

Si con dineros de la Unión Europea, que lleva por otra parte cuatro años hundiéndonos en la miseria para salvar la avaricia y el descontrol de los bancos, si con esos dineros, repito, invertidos en la Rana Verde hace más de cinco años para dotar de infraestructuras de agua potable, alcantarillado y aguas fecales a esa zona, aún no hay ni un solo vecino disfrutando de los mismos, ¿para cuándo el resto?

Basta ya de simplezas y de análisis que no convencen a nadie. Si las deudas del Ayuntamiento de Chiclana las tuviesen que pagar los políticos que las han propiciado, ya verían ustedes cómo hilaban más fino. Aunque pedir ética sin que se castiguen estos comportamientos es como intentar besar a la Luna.

NOS QUEDAN CUATRO AÑOS DE CALVARIO

Por desgracia, de nada sirven economistas, ni técnicos, ni interventores ni toda esa reata de supuestos especialistas en sus respectivas materias para permitir, de una vez por todas, un giro en positivo de esta desastrosa situación endémica. Nos volverán a subir el IBI y seguirán dilapidando nuestros impuestos sin que parezca que a la gente tampoco le importe demasiado.

Si acaso, algún comentario de taberna, alguna crítica a media voz, no sea que te vayan a oír y no puedas entonces buscar un enchufe para colocar al primo del sobrino de la hermana de tu cuñado.   

Nos quedan por delante otros cuatro años de calvario, de leer noticias sobre la situación de nuestra desastrosa economía local, de volver a ajustarnos el cinturón, aunque nuestros respectivos cinturones las más veces no lleguen a mil euros al mes, mientras el de los políticos siempre anda rondando los cuatro mil. Así se puede llorar con un ojo. Si mañana tuviese que volver a votar en unas elecciones municipales, creo que cogería cualquier papeleta y me la comería.