“La venganza de Don Mendo”, por “El Espejo Negro”, un ejemplo de lo que es teatro de verdad
Marionetas gigantes con actores magníficos, nos ofrecieron un espectacular montaje, de lo mejor que ha pasado por el “Moderno”.-
Dicen que a la tercera va la vencida y en las representaciones de este año de los “Miércoles de Teatro” se ha cumplido esta máxima. La primera fue un fiasco, la segunda a medias y, por fin, con la tercera salimos del “Teatro Moderno” satisfechos de lo visto, porque “El Espejo Negro” lo que ofrece es puro teatro, eso sí, con marionetas gigantes, pero teatro al fin y al cabo, que es lo que uno quiere ver cuando acude a un espectáculo. “La venganza de Don Mendo” es pura delicia, que sólo disfrutamos unos pocos.
Fue en 2013 cuando vio la luz en los teatros y desde entonces ha viajado por toda España con gran éxito, recibiendo varios premios. El director es Ángel Calvente, un referente en el mundo de la marioneta, investigador y muy osado a la hora de hacer un montaje.
Demostró cómo se puede hacer una obra conocidísima y representada muchísimas veces desde su estreno en 1918, y en películas, con marionetas, con un giro moderno pero sin perder su clasicismo.
RAPHAEL Y EL MAESTRO YODA
Para empezar, las marionetas son gigantes, son manejadas por dos personas, que a la vez hacen las voces de éstas y se convierten en unos actores más. En algunos momentos de la escenificación éstos actúan a cara descubierta con los muñecos. No se distinguen unos de otros, porque ambos son una perfecta simbiosis.
Lo de Raphael es espectacular en las dos apariciones que hace, lo mismo que la de Yoda y la espada galáctica.
FE EN EL TEATRO
“La venganza de Don Mendo” tiene muchos personajes y a veces no es fácil de seguir, pero con las marionetas de “El Espejo Negro” no tienes problema alguno, aparte de que aunque no entiendas nada de lo que dicen o hacen, da lo mismo. Si en vez de español fuera sueco el idioma daría igual, porque la interpretación, la música y las luces son tan buenas que disfrutas lo mismo.
Yo he visto una obra de teatro japonés, kabuki, y salí emocionado de lo visto y oído aunque no entendido, pero me dio igual. Es como oír un disco en un idioma que no conoces, pero no por eso deja de emocionarte.
La pena es que semejante espectáculo sólo fuera disfrutado por menos de cien personas, pues merecía un teatro lleno. Es de lo mejor que ha pasado por aquí y de lo mejor que he visto en mi larga vida teatral como espectador.
Representaciones y compañías como éstas te hacen tener fe en el teatro, abocado en los últimos tiempos a la cutrez y comercialidad, escudándose en el famoseo de los actores más que en lo que éstos hacen. A ver qué pasa mañana con la nueva entrega. Con ésta he renovado energías y confianza para un buen tiempo.
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