Casi todos contra Podemos

Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Ya tenemos a la vuelta de la esquina las elecciones generales, ésas que decidirán, con los votos de la ciudadanía, cuál será el nuevo gobierno de España. Y comienzan a llovernos encuestas por todas partes, anunciándonos los posibles resultados electorales, a la vez que se pronostican todo tipo de futuros pactos.

Teniendo en cuenta que las encuestan las patrocinan los medios de comunicación de nuestro país, y sin perder de vista en ningún momento quiénes están detrás de esos medios y cuáles son sus intereses políticos y económicos, podemos ya ir haciéndonos una composición de lugar sobre su mayor o menor fiabilidad. En cualquier caso, todas arrastran tras de sí la intención de influir de una u otra manera en nuestro futuro voto el 20 de diciembre.  

En algunas encuestas algunos partidos aparecen con crecimientos espectaculares, mientras otros caen en picado en cuanto apoyo popular o, simplemente, desaparecen. Todas coinciden en que los resultados de las pasadas elecciones catalanas no son extrapolables al resto del país, aunque muchas de ellas repitan, casi miméticamente, esos resultados, dejando aparte al Partido Popular.

Y todas estas encuestas se afanan en pronosticar los futuros malos resultados de Podemos, a pesar de que ni siquiera conocemos su programa definitivo, y todas pronostican un severo descalabro para esta formación política.

SE ACABARON LAS MAYORÍAS

Lo cierto es que, como está el panorama, es muy difícil saber cuáles serán los resultados de las elecciones del 20 de diciembre. En lo que parece que estamos todos de acuerdo es en que, con encuestas o sin encuestas, se acabaron por un tiempo las mayorías absolutas, por lo que, tras el recuento de las urnas, cada cual tendrá que volver a recordar cómo se suma para poder gobernar.

Yo no soy de los que se asusta a estas alturas de demasiadas cosas, aunque tengo claro que, con el fin de alcanzar el poder político, cada partido pactará con quien sea, cueste lo que cueste, independientemente de lo que los votantes hayan pretendido al escoger sus respectivas opciones políticas, porque de lo contrario no gobernará, y quien pierde el gobierno, pierde el poder.

El poder de hacer cosas realmente importantes o de maquillar las que ya tenemos, el poder de crear mecanismos de control político basados en la ética y no en el número de diputados y diputadas, el poder de favorecer de una vez por todas a los desfavorecidos y no seguir favoreciendo a los mismos de siempre.

El poder de sentar las bases para una sociedad más justa y solidaria y no seguir alimentando una desigualdad social cada vez más indignante, el poder de darle de nuevo al trabajo la consideración de un bien necesario y suficiente para el bienestar personal y no seguir considerándolo una forma de semiesclavitud encubierta que enriquece a los patronos y no permite llegar a fin de mes a los contratados. El poder con mayúsculas.

PUÑALADAS POR IR EN LAS LISTAS

La elaboración de las listas electorales para ser diputado o senador, nos deparan en un futuro próximo un espectáculo digno de Gran Hermano. En el PSOE y en el PP, donde las listas las hacen entre muy pocos y el resto asiente, los navajazos van a ser de órdago, porque si admitimos que dos nuevos partidos ocuparán muchos de los asientos que hoy se reparten cómodamente los dos grandes partidos, resulta que muchos se quedan fuera, y a nadie le gusta renunciar a su “carrera” política, porque de político se vive muy bien.

En cuanto a Ciudadanos y a Podemos, se supone que no habrá demasiados sobresaltos, pues aun cuando las listas las elaboran otros pocos igualmente, tienen el mandato, por sus estatutos, de que sean ratificadas por sus militantes con voto individual y secreto, y lo que es fundamental, en listas abiertas, es decir, que de una candidatura de 350 aspirantes a diputados, por poner un ejemplo, tú puedes votar a 350, a 57 o a uno.

“Si este sistema lo adoptaran los dos grandes partidos, seguramente sí asistiríamos a una verdadera renovación interna”. 

No incluyo los mecanismos internos del resto de las formaciones políticas porque, sin jugar a adivino, mucho me temo que o desaparecerán o jugarán un papel puramente testimonial.

Llegados a este punto, creo que merecen mucha mayor fiabilidad los dos nuevos partidos emergentes que los dos partidos que nos llevan gobernando toda nuestra reciente historia en democracia. Por lo menos no nos han engañado nunca, porque nunca han gobernado.

MARCA PROPIA Y PROYECTO DE PAÍS

Y aunque ambos partidos pregonan tolerancia cero con la corrupción, unos la interpretan de manera más laxa que otros. De no ser así, no se entenderían los pactos de investidura en Andalucía y en la Comunidad de Madrid en donde, se dirá lo que se quiera, pero la corrupción ha arraigado con especial virulencia.

Por último, creo que Podemos necesita una clarificación y simplificación de su programa electoral y abandonar, de una vez por todas, esa amalgama de mini partidos que difuminan su nombre y su ideología. Tienen que presentarse ante los electores con su propia marca y con su proyecto de país.

La gente quiere saber a quién vota, y necesita un discurso claro y contundente, un discurso que dé esperanza y no miedo. Y si todos los demás partidos políticos, menos Ciudadanos, se afanan en cargar contra Podemos, tal vez sea porque lo que realmente temen es que, si llegan realmente a gobernar, sean capaces de desmantelar poco a poco ese tinglado que ellos han urdido durante estos últimos treinta y tantos años y que tantos beneficios personales les ha procurado. Sólo así se explica que casi todos carguen contra Podemos.