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El ingenio de Muñoz Seca


Félix Arbolí [colaboraciones].-
    
Cuento una curiosa y divertida anécdota de don Pedro Muñoz Seca, el genial autor de “La  venganza de don Mendo”, la obra teatral en verso más divertida y disparatada que se ha estrenado en nuestro teatro. Una astracanada universalmente conocida.

Tuve ocasión de entrevistar en su domicilio madrileño de la calle Jorge Juan a dos de sus hermanas y pasé momentos inolvidables e hilarantes oyéndolas comentar y narrar diferentes anécdotas y frases inéditas de tan genial autor. Es más, tuvieron la amabilidad de obsequiarme con algunas inéditas. He sido siempre un fiel admirador y constante espectador de su teatro cuando lo representaban y podía asistir. 

Me contaron que residiendo don Pedro en una pensión de Madrid y dado su carácter extrovertido y jocoso, trabó amistad con los porteros. Un matrimonio muy sociable y atento que gustaba compartir algunos momentos con tan ocurrente escritor.

Al fallecer la portera, el marido quedó tan afectado que a los pocos días se fue tras ella a la tumba. Decían que murió de pena, que es causa de muchas muertes que pasan inadvertidas entre el entorno.  

Ante el doble drama, el hijo solicitó al autor que escribiera un epitafio para la tumba de sus padres. De la sensibilidad poética de Muñoz Seca, surgieron estos versos:
  
“Fue tan grande su bondad
Tal su generosidad
Y la virtud de los dos,
 Que están con seguridad
 En el cielo junto a Dios”.
 
Al remitirlo al Obispado para que éste, según era ley y costumbre entonces, lo aprobara, se recibió una carta indicándole que debía modificar el verso, puesto que nadie, ni siquiera el propio Obispo y hasta el Santo Padre, podían afirmar de un  modo tan rotundo que esos fieles difuntos hubieran ido al cielo.

Don Pedro, con su habitual paciencia y saber, corrigió el verso y lo envió de nuevo al Obispo.
 
“Fueron muy juntos los dos
El uno del otro en pos,
Donde va siempre el que muere,
Pero no están junto a Dios,
Porque el Obispo no quiere”.  

Nueva carta del Obispado recriminando a su autor por su burla y advirtiéndole que no es el Obispo el que no quiere, ni siquiera la voluntad de Dios, sino que es nuestro libre albedrío el que decide nuestro futuro.

Don Pedro, de nuevo corrige su verso y lo remite, aunque nunca llega a publicarse pues ya ni le contestan del Obispado. El tercero decía lo siguiente: 

“Vagando sus almas van
 Por el éter, delirante,
 Sin saber qué es lo que harán,
 Porque desgraciadamente,
 Ni Dios sabe donde están”.
        
No se puede tener tanta ocurrencia y mayor gracia. Muñoz Seca fue fusilado en Madrid, tras su paso por una checa, como una víctima más de esa guerra fratricida y  absurda, donde se ejecutaron a escritores y artistas como García Lorca y Muñoz Seca, entre otros, por ambos bandos. Hasta el último momento estuvo lúcido y ocurrente, tratando de dar ánimos y sacar la sonrisa a sus compañeros de infortunio.  



3 comentarios:

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