Mis primeras residencias en Madrid
Félix Arbolà [colaboraciones].-
En mis primeros meses de vida madrileña, antes de ejercer activamente el periodismo y reciĂ©n licenciado de la “mili”, he vivido en varias pensiones, bajo distintas patronas y circunstancias. En una de ellas, aparte de habitaciones normales para dormir, tenĂa otras para satisfacer deseos y enfriar pasiones momentáneas alquiladas a unas inquilinas fijas.
A pesar de mi corto tiempo de permanencia en la casa, me iba nada más levantarme y regresaba a la hora de dormir, me llegaron a considerar como un confidente y amigo a quien exponer sus problemas y conflictos, confiadas en mi discreción y acertadas y desinteresadas soluciones. No acepté nada a cambio.
Siempre he sentido algo de lastima y cierta comprensiĂłn hacia estas mujeres, muchas de ellas obligadas a esa difĂcil vida ante los engaños, abusos y complicaciones que las empujaron a dar ese paso equivocado.

No sĂ© por quĂ© hubo mujeres que me vieron más como amigo y confidente que como posible enamorado o amante. A veces me contrariaba, porque el concepto que le inspiraba impedĂa que me atreviera a confesarle mis verdaderos propĂłsitos.
En las cosas del amor no se puede ir siempre de pecho descubierto, pues hay mujeres que se enamoran del contenido y no le prestan la debida atención al protagonista. Expresar lo que realmente siento por ella, después de ver en lo que me he convertido para ella, me resulta casi un sacrilegio.
TODA MUJER MERECE RESPETO
Toda mujer merece respeto y consideración, aunque esté alquilando su cuerpo y su intimidad para vivir, ayudar a su familia o impulsada por los abusos y opresiones de sus padres y hasta maridos. Siempre he pensado que la dignidad de una mujer no puede residir en un lugar tan bajo y manipulado.
Admiro a la juventud actual que es más abierta y liberal y hace las cosas por puro sentimiento ajenas al quĂ© dirán. No son por ello menos dignas, ni duramente criticadas. He conocido a chicas a las que las exigencias de poder comer y dormir bajo techo, las ha lanzado a satisfacer los caprichos libidinosos de un hombre, aunque ella en su fuero interno, envidiara a las que vivĂan sin tener que prostituirse.

DormĂ tambiĂ©n en literas con personas desconocidas, aspirantes a actores, maletillas y otros que buscaban afanosamente abrirse camino en la vida y solo encontraron evasivas, sueños que se convertĂan en pesadillas reales y añoranzas de una madre y un pueblo donde al menos se sentĂan queridos y protegidos.
He aprendido más en la calle recorriéndome caminos indeterminados, en contacto con el mundo real que sufre y padece los avatares del destino, que en mi Bachiller con los Marianistas de Cádiz, mis estudios en la Facultad de Derecho de Sevilla y mi carrera de periodista. La vida es sin lugar a dudas la mejor escuela.
EL AMOR NO TIENE EDAD
He sido un apasionado del amor a la mujer, que es el regalo más maravilloso que hemos recibido y he perseguido con insistencia a esa Eva capaz de hacer de mi vida una locura fascinante y maravillosa. Jamás podrĂa vivir sin sentir fascinaciĂłn por la mujer.
A mi edad aĂşn sigo pensando que una vida sin la maravillosa influencia y el encanto de ella, no merece la pena, aunque no concurran los mismos matices. El amor no tiene edad y es un sentimiento que perdura hasta el final de nuestros dĂas.
De una de las pensiones me tuve que ir rápido, porque la hija de los patrones, una joven muy fea y de pocas luces, se enamoriscĂł de mĂ y quiso “cazarme” a toda costa, con la ayuda de sus padres. Se habĂa empeñado en “llevarme al huerto” y no precisamente el de los olivos, y se exhibĂa provocativa donde yo estaba a ver si lo conseguĂa.
Poco faltĂł para que en mitad de cualquier noche se metiera en mi cama, para acusarme de violador y reclamar la reparaciĂłn de “mi” alevosĂa. Tuve que salir como gato escardado. ¡Joder con la “tontita”!
Jamás olvidarĂ© esa Ă©poca negra y deprimente de la que gracias a Dios salĂ fortalecido y no hundido como hubiera sido lĂłgico. Fue una eficiente lecciĂłn de discernimiento y filosofĂa vital que me abriĂł los ojos y sirviĂł de guĂa en el futuro.
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