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De vuelta al ladrillo

  
Francisco M. Navas [colaboraciones].

La aprobación provisional del PGOU de Chiclana de la Frontera en el pasado pleno extraordinario de 24 de febrero nos devuelve, queramos o no queramos, a un modelo de ciudad basada en una economía de cemento y ladrillo, de turismo estacional, porque el clima chiclanero no permite un turismo sostenido durante todo el año, y de una industria basada en la construcción y sus correspondientes derivados que, presumiblemente, tras una nueva etapa de falsa prosperidad, acabará por hundir la economía chiclanera aún más de lo que está en la actualidad.

No está en mi ánimo anunciar catástrofes, ni siquiera insistir continuamente en los aspectos negativos, a mi entender, del diseño de ciudad que se plantea. Simplemente me gusta levantar de vez en cuando la vista, apartarla del árbol e intentar detenerme a observar el bosque.

Y la observación del bosque me anuncia, sin lugar a dudas, que todo el mundo, quiero decir, todos aquellos que en su día se lucraron impunemente en esta ciudad edificando a mansalva, las más veces con la complicidad de los ediles municipales, produciendo un caótico diseño de ciudad que se estudia en muchas universidades del mundo como paradigma del despropósito urbanístico, todos aquellos, repito, vuelven a frotarse las manos calibrando cómo, cuándo y con cuánto se van a lucrar de nuevo con la construcción de nuevas viviendas en Chiclana y con las sucesivas regularizaciones parciales de viviendas que se vayan produciendo.

Ya ni siquiera me altero cuando contemplo con quĂ© cinismo se miente a la gente cuando se dice que en Chiclana hacen falta 17.000 nuevas viviendas. ¿De dĂłnde van a salir 17.000 familias para comprar esas viviendas?


CAMINO DE NUEVO AL PRECIPICIO

¿A quiĂ©n beneficia semejante despropĂłsito, si no es al Ayuntamiento, que otorgarĂ­a las supuestas licencias de construcciĂłn, a las compañías elĂ©ctricas, a Chiclana Natural, a los bancos concediendo hipotecas y a los constructores-contratistas-albañiles- (labradores en sus orĂ­genes), muchos de los cuales no dudaron en reconvertir sus campos de cultivo en casas, y casas y más casas?

¿QuĂ© pasará cuando acabe de nuevo la demanda que se producirá sobre la industria auxiliar, cuando no haya más tuberĂ­as que soterrar, ni más cristales, ni más puertas, ni más ventanas, ni más pintura, ni más mobiliario que instalar? Y una vez construidas las viviendas, ¿quĂ© pasará si no se venden? ¿Cuántos años habrá durado la bonanza? ¿Dos, tres?

Y despuĂ©s, de nuevo, empleos que se suprimen, empresas que se cierran, sueldos que no llegan a casa, y una nueva burbuja de familias sumidas en la más absoluta miseria que no pueden pagar las hipotecas que firmaron cuando creyeron, ingenuamente, que de nuevo nos encontrábamos en la cresta de la ola. 

No sé a ustedes, pero a mí se me coge un pellizco en el estómago cuando preveo el caos que se nos viene encima ante un desastre de esta magnitud. Y pienso que tengo algo de razón cuando no confío en estos gobernantes que nos empujan de nuevo al precipicio sabiendo, además, las consecuencias de sus políticas municipales.


ALGO HUELE MUY MAL CON ESTE PGOU

Si durante décadas no han sabido solucionar los problemas endémicos de Chiclana como son el acceso generalizado al agua potable, a la electricidad, a la canalización de aguas pluviales y fecales, cuando han edificado en los Gallos un ambulatorio con su propio proyecto, con sus arquitectos y con sus técnicos y no han sido capaces ni siquiera de inaugurarlo, por poner un solo ejemplo, permítanme que dude muchísimo de su capacidad para gestionar nada más y nada menos que todo un Plan General de Ordenación Urbana en Chiclana.

Si yo acudo a la consulta de un doctor para que me cure el acné y me desfigura la cara, no seré yo el que acuda a ese mismo doctor para que me trasplante un órgano, porque con toda seguridad no saldré vivo del quirófano.

"Hay algo que huele muy mal, que huele a podrido, dirĂ­a yo, en este PGOU que acaba de aprobarse provisionalmente". 

El desarrollo econĂłmico aparejado al Plan que se plantea tiene, a mi modo de ver, de todo menos de sostenibilidad.

NO APRENDEMOS DE NUESTROS ERRORES

Y mucho me temo que aquĂ­ todavĂ­a no hemos escarmentado del desastre que se produjo en esta ciudad cuando renunciamos a nuestras huertas, a nuestros campos de vides, a nuestros olivos.

Quien mantiene un importante y pujante sector primario tiene futuro, porque los ladrillos y el cemento, a la larga, no se comen. Y no hay que irse muy lejos para comprobar que algunos de nuestros vecinos, como los de Conil, supieron ser más listos que nosotros o menos ambiciosos. Mantuvieron sus campos de cultivo sin renunciar sus hoteles y a su modesta industria.

Y cuando vinieron mal dadas, pudieron soportar mucho mejor que nosotros el bofetĂłn econĂłmico de la crisis. Tal vez nos pudo la codicia y no nos paramos a ver las consecuencias de nuestro desgobierno. Lo realmente lamentable es que creo que no hemos aprendido nada de nuestros errores.               
            

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